Las penas son de nosotros, las culpas también. "Nosotros", somos todas las personas en condiciones de usar la razón. La razón puesta en marcha desde las cosas simples, como cruzar la calle por fuera de la línea peatonal, adelantarse con las motos por la derecha, tirar desperdicios en la calle, manejar a excesiva velocidad o hablando por el celular. Olvidar la mínima cortesía de un saludo al entrar a un negocio, subir a un ascensor, y tantas otras que todos conocemos como por ejemplo ignorar el dolor ajeno, olvidando que un día podríamos ser nosotros los que necesitáramos una mano. O también la razón puesta en intereses mezquinos, como hacen muchísimos políticos, empresarios, profesionales, grandes conductores de televisión o de fútbol. O los que tienen esa razón alterada y agreden, roban, matan, intentan vivir sin trabajar o se suman para quebrar un gobierno democrático. Lo vivimos, y penamos por ello. ¿Y qué hacemos? ¿Dejamos que los gobiernos solucionen todo? Es estúpido pensarlo. Ellos tienen la obligación de razonar y actuar con justicia porque para eso los elegimos. Lo cual no quiere decir que nosotros, pueblo argentino, no tengamos la nuestra. Porque también fuimos elegidos por la vida para transitarla con equidad, con entrega, con decencia, y para trascenderla. Entonces amigos, ¿qué tal si nos ponemos en marcha? Podemos intentar razonar mejor cada día, por nosotros, y porque quizás alguien nos copie el ejemplo. ¿Los políticos? Que hagan lo suyo. Nosotros exijámosles ecuanimidad en sus actos. No seamos indiferentes, y mucho menos complacientes. Hagamos lo nuestro. Ese "nuestro" individual que hemos ido dejando en el camino y que ha hecho entrar el aire viciado que todos respiramos en nuestra Argentina y que nos hace repetir la penosa frase: "¡Qué mal que está el país!". Propongo, y por supuesto "me" propongo, elegir gobernantes honestos (vamos, que los hay), en libertad, sin presión y con razonamiento justo. Exigirles luego que cumplan el compromiso asumido. Y mientras tanto ser lo más objetivamente posible, juez de mis propias acciones, para mejorarlas, engrandecerlas, y si fuera posible para que sirvan de ejemplo a los compatriotas de buena voluntad.
El pasado día jueves 10, siendo la hora 5, mi esposa y yo partimos rumbo a la ciudad de Rosario en el coche Nº 2 de la empresa Los Ranqueles, cuyo conductor era Federico Vallejos. Al salir de la ciudad de Firmat (ya constituíamos un grupo numeroso de pasajeros), y habiendo recorrido dos kilómetros aproximadamente, en plena ruta, nuestro chofer advierte que un camión de alto porte que venía en sentido contrario, se le venía encima, y gracias a la pericia y atención puesta en el manejo del micro, Federico, con un "volantazo" salvador evitó lo que pudo ser una fatal desgracia para todos. A Federico le decimos que Dios lo bendiga.
Cuando nosotros, los integrantes de ADA, Asociación de Automovilistas, allá por la década del 60, presentamos a las autoridades municipales, un proyecto para la construcción de un autódromo para la ciudad de Rosario, no era solamente hacer carreras de automóviles y motos, sino darle más aplicaciones a sus instalaciones. Por ejemplo, se mencionó el caso de las picadas y "tiraditas", que ya empezaban a practicarse en calles y avenidas, dentro de la ciudad. Aunque eran menos peligrosas por la bajas velocidades de las máquinas, pero igual eran un peligro e inseguridad. Todos rechazamos (conductores y peatones, chicos y grandes) la actuación de estos vándalos y asesinos al comando de un volante. Los accidentes de tránsito son una fatalidad, las picadas una irresponsabilidad. A las personas que realizan las mismas habría que darles la oportunidad de una pista específica, adecuada y controlada, y si son reincidentes en su mala actuación sancionarlos con cárcel, nada de juicios demorados y lentos. Vuelvo a insistir con el uso del autódromo, que fue uno de los motivos de la construcción, para servicio de la comunidad, así haríamos un bien a la sociedad y salvaríamos muchas familias y vidas. Lo sugerido es porque existen antecedentes en el Autódromo de Buenos Aires ya reglamentado, sería adaptarlo jurídicamente a nuestra ciudad. Cumplidas la exigencias, los costos de las actividades que desarrollen estarían a cargo de los participantes. Estoy convencido de que muchos fierreros y amantes de la velocidad de Rosario y localidades aledañas estarían interesados en participar. Creo que de concretarse esta idea sería un buen éxito y lo más importante es que salvaríamos muchas vidas.
La televisión de otros tiempos
Siempre se entendió que la TV declinaba fuertemente su actividad durante la época vacacional para seguir de cerca los espectáculos veraniegos y sus chismes, sus peleas, sus vaivenes. Ahora, los programas siguen siendo igualmente malos sin distinción de temporada, banda o mes calendario. Si uno es fanático por el fútbol, se sensibiliza por hechos policiales, o se identifica hasta las lágrimas por el mundo del cholulismo, está de parabienes. Para eso hay horarios de sobra y conductores complacientes con su público. Pregunto: ¿la televisión actual no da para más? Recuerdo los inicios de la TV en el país a mediados del siglo pasado: había una señal oficial para el Canal 7, cinco horas diarias de transmisión en blanco y negro, sin recursos técnicos, sin guionistas, sin productores. Se le concedía mucha importancia a la cultura y al conocimiento. Había programas serios y concursos de preguntas y respuestas que eran vistos por una innumerable audiencia. El antiguo humor con desopilantes sketchs lo desarrollaban capocómicos inolvidables que nunca recurrieron a malas palabras o groserías para hacer reír. En esa época los relatores automovilísticos se jugaban la vida atrás de los coches de carrera porque no había cabinas para transmisión. Se ofrecían espectáculos de real jerarquía al presentar orquestas tangueras y conjuntos folklóricos. Podíamos ver conciertos de orquestas sinfónicas, hasta óperas. El televidente era el ser más respetado en aquella época. Calificados locutores y locutoras siempre de punta en blanco, con una dicción impecable, una digna postura, el respeto en el tratamiento. Señores responsables de canales televisivos, ¿se podrá mejorar lo actual e intercalar programación seria, cultural, instructiva que satisfaga a mayor cantidad de televidentes interesados en esas temáticas?
Eternamente agradecidos
Por este medio quiero transmitirle mi enorme agradecimiento al Hospital Privado de Rosario, por haber facilitado el acceso y la atención excelente que recibió mi hijo Daniel Sánchez. Gracias a los doctores Daniel Beltramino, Daniel Mahuada, Ciciliani, y su equipo de médicos, personal completo. Sorprendidos por su completo equipamiento tecnológico que facilitó la pronta recuperación. Siempre agradecidos.
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