Es imposible pasar por alto el contexto de un partido en que la inteligencia se ubicaba un escalón por encima de las obligaciones. Porque había que defender el 1-0 logrado en Brasil más que montarse a la locura de querer atropellar el partido. En ese sentido el aprobado fue gigante. Tan grande como el mismísimo Gigante. Porque fue con paciencia, aplomo, pero básicamente con una altísima cuota de oportunismo. Si en apenas 23 minutos Central logró ponerle prácticamente tope a las aspiraciones de Gremio, algún mérito hubo. Con un Ruben implacable. Una actuación sólida. Una victoria inobjetable.
Fueron pocos los minutos (apenas tres) en los que Gremio intentó hacerse dueño de la geografía y balón, aunque sin inquietar demasiado. Pero fue sólo eso. Porque bastó que Montoya trasladara por derecha y eligiera meter una bocha con precisión quirúrgica para la entrada de Ruben y que el goleador hiciera de las suyas anticipándose al arquero Grohe para hacer que la calma con la que se vivió la previa tuviera mayor sustento. Ahí el mérito comenzó a gestarse.
Central nunca se volvió loco por cerrar la historia cuanto antes. Hubo un comportamiento medido. Tal vez más cauteloso que en otras ocasiones, incluso en Brasil. La cosa era más salida rápida que asfixia permanente. Y en ese contexto Montoya jugó un rol fundamental. Desde su velocidad el equipo canalla podía sorprender, incluso maquillando lo que por ese entonces era una actuación apenas discreta de Cervi.
Sólo un cabezazo de Douglas en el que Sosa pareció volar más para la foto fue lo que propuso Gremio, a los 18'. Mérito ahí también de un Central que si bien cedía terreno por el carril izquierdo cerraba bien los espacios cerca de Sosa.
Pisada, amague y pique corto de Cervi dentro del área. Pierna estirada de Hermes y penal claro. En sólo 23 minutos a Central se le tendía la mesa para comenzar a degustar el plato del pasaje a cuartos. Ruben tomó el cuchillo y tenedor y pegó el primer bocado.
Tampoco prosperaron un tiro libre de Fred y la media vuelta de Hermes sobre el cierre del primer tiempo. Y eso permitió que la simpleza se encarnara en la mente del jugador de Central. Así fue como sin locuras ni estridencias se le pusiera el sello al pasaporte.
Tras las jugadas en las que Ruben no le pudo dar desde el piso en el centro de Herrera y que el remate de Fernández se desviara, llegó el córner de Cervi a la posición de Donatti y el potente cabezazo del defensor, contra el palo izquierdo (12' del complemento). La cosa no daba para más. Gremio ni siquiera pudo sobre los 77' cuando Sosa volvió a hacerse gigante bajo los tres palos.
Lo Celso a la cancha para preservar a Ruben y afuera Montoya para que el estadio completo ovacionara el nombre de Pablo Alvarez (sin dudas uno de los momentos más emotivos de la noche, ver aparte). Y a partir de ahí, toques, triangulaciones, confianza plena por parte de Central e impotencia feroz del lado de Gremio, mientras la gente acompañaba con el "ole" a modo de reconocimiento hacia un equipo sobrio, sólido y claramente práctico para hacer del partido un trámite de sellado rápido.