El 31 de diciembre de 1923, el presidente Marcelo Torcuato de Alvear, por decreto, creó el Comité Olímpico Argentino (COA) y apenas unos pocos meses después este flamante organismo envió por primera vez una delegación para competir en los Juegos Olímpicos, que en 1924 se desarrollaron en París.
Dentro de esa nómina estaba Luis Brunetto, un pibe de 22 años que representaba al Club Atlético Provincial. Designado para integrar el equipo nacional de atletismo, cosechó la primera medalla olímpica de la historia de una delegación albiceleste. Además se hizo acreedor de un diploma olímpico, firmado por el mismísimo barón Pierre de Coubertin.
Antes de embarcar en el SS Vasri, un barco de carga y pasajeros con capacidad para 580 pasajeros, el presidente de la Nación, Marcelo T. de Alvear, los despidió con un ágape.
La delegación de Argentina, compuesta por 77 deportistas (todos hombres), viajó a París en el buque que zarpó desde La Plata el 22 de mayo rumbo a Montevideo, para luego hacer escalas en Río de Janeiro, San Vicente, Las Palmas y Cherburgo (Francia), donde
desembarcaron e inmediatamente subieron a un tren a París.
Fueron las competencias en las que se introdujo el Lema Olímpico que, a la fecha, es el principio de todos los atletas, sin importar nación, credo, raza o cultura: Citius, Altius, Fortius, expresión latina que significa: “más rápido, más alto, más fuerte”.
A nivel deportivo lo más destacado fue la hazaña del atleta Paavo Nurmi, el finlandés volador ganador de cinco medallas de oro; la actuación del nadador estadounidense Johnny Weissmüller, quien luego protagonizaría a Tarzán; los triunfos de Uruguay en fútbol y de la Argentina en polo (primera medalla de oro olímpica argentina de la historia); y la historia de los atletas ingleses Abrahams y Scholz, que el cine inmortalizó en la película Carrozas de Fuego.
La sede central de los Juegos fue el Estadio de Colombes, llamado originalmente Estadio Olímpico Yves-du-Manoir, escenario donde el 12 de julio de 1924 Brunetto ganó la medalla plateada en salto triple y entró en la historia del atletismo argentino.
En el primer salto de la etapa final, Brunetto alcanzó los 15,42 metros, nuevo récord olímpico. Las rondas se fueron sucediendo sin poder quebrar esa marca, hasta que el australiano Anthony Winter saltó diez centímetros más y desplazó al rosarino, a quien aún le quedaba un último salto.
Ahí el atleta de Provincial se la jugó por completo y realizó un salto muy largo, épico, alcanzando los 15,70 metros que lo ungía nuevamente como ganador. Sin embargo, por haber pisado levemente la zona prohibida de la tabla de pique, su performance fue invalidada, el salto declarado nulo y Brunetto se quedó con la medalla de plata.
El valor de la marca con la que subió al podio quedó reflejado en los años siguientes, ya que mantuvo su vigencia como récord sudamericano durante 25 años, hasta que lo superó el triplista brasileño Adhemar Ferreira Silva. Además, tuvieron que pasar 51 años, poco más de medio siglo, para que dejara de ser el récord nacional argentino. Recién en 1975, el cordobés Emilio Mazzeo logró romper la marca de Brunetto, con 15,85 metros.
Luis Brunetto volvió a Rosario, a su club y al seno de su familia, como un auténtico triunfador. Tanto fue así que, a su regreso, un centenar de personas se dirigió a la vieja estación Sunchales a recibir a su ídolo. Luego la manifestación lo acompañó a pie por las calles de la ciudad hasta su domicilio, en una muestra de afecto hacia un deportista pocas veces vista en la Cuna de la Bandera.
Si bien lo hecho en París lo llevó al reconocimiento popular, lo que hizo en la Ciudad Luz con 22 años no tomó a nadie por sorpresa. Hacía varias temporadas que se venía destacando y de hecho llegó a los Juegos Olímpicos con el título de campeón sudamericano, conseguido meses antes en San Isidro.
Luis Brunetto nació el 27 de octubre de 1901 y debutó el 12 de octubre de 1920 en la pista de Provincial, su club, compitiendo en diferentes disciplinas, como lanzamiento de bala, carrera de 200 metros, lanzamiento de disco, carrera con vallas y su especialidad, salto triple, en la que terminó tercero con una marca de 12,28 metros.
Si bien se destacó en atletismo, no fue el único deporte que practicó. Hijo de inmigrantes italianos que buscaban un mejor porvenir que en Europa, jugó además al fútbol, pelota paleta y también al básquet, siendo campeón dos años seguidos en el torneo rosarino junto a su hermano Oreste. De hecho, fue el capitán del primer equipo campeón que tuvo Santa Fe.
Sus condiciones naturales no tuvieron el apoyo necesario para explotar aún más su potencial. Muchas veces, el mismo tuvo que cortar el pasto para poder entrenar y en 1921, ya siendo récordman argentino, todavía saltaba con alpargatas pues no se conocían los zapatos con clavos. Como la mayoría de los atletas, saltaba solo, sin entrenador y sin saber medir las carreras. En ese contexto sobresalía con su particular estilo, que fue muy criticado por los teóricos del atletismo de entonces, pero que tantas satisfacciones le dio.
Después de los Juegos Olímpicos de París, Brunetto siguió destacándose en la alta competencia. Con prácticas en las que superaba los 16 metros, pudo haber ido a los Juegos Olímpicos de Amsterdam, en 1928 pero una inoportuna neuritis paralizante afectó su brazo izquierdo y le impidió participar.
Una vez que dejó de saltar, siguió ligado al atletismo como juez y dirigente. Murió en Temperley, provincia de Buenos Aires, el 8 de mayo de 1968, a los 66 años, pero su estrella aún sigue brillando en la memoria del atletismo argentino, como la de Juan Carlos Zabala, el Nañdú Criollo, el rosarino que ganó el oro en el maratón de los Juegos de Los Ángeles 1932.