En diálogo con La Capital a través de la cordillera, el autor de Antígona en el espejo habló sobre los orígenes de su vocación y los secretos de su oficio, además de referirse al vínculo que ha desarrollado con Rosario por intermedio de su amistad con el exembajador y escritor Rafael Bielsa, de quien ha publicado su último libro de narrativa, Bestias fugaces talladas en el tiempo.
—Antes que nada, Juan Carlos, contanos algo de tu vida. Vos sos, fundamentalmente, poeta, y un poeta en un país de poetas, como lo es Chile. ¿Cómo llegaste a convertirte en editor?
—Bueno, todo partió cuando estudiamos Literatura en la Universidad de Chile. Ahí creamos la revista Descontexto con un grupo de amigos, fundamentalmente con Martín Cinzano. Luego se nos sumó Carlos Almonte, mientras otros salían. El primer número fue de unas 70 u 80 páginas. Enfermos desde el inicio, jajaja. Creo que partimos por el ánimo de compartir nuestras lecturas, que siempre tienen que ver con los gustos propios, ¿no? Dentro de eso mismo está el tema de las traducciones, que en general me hacían ruido, así es que me puse a traducir como yo pensaba que los poemas de otros podrían sonar mejor. En toda esa mezcla de cosas que lo transforman a uno en editor, sin duda, está lo que hizo Ezra Pound con La tierra baldía de Eliot. Eso de poner otros ojos para ayudar a que la obra de otra persona sea mejor todavía, me parece alucinante.
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—Descontexto es un sello caracterizado por su exquisitez. Y esa característica, la exquisitez, se percibe tanto en la hechura de los libros como en la elaboración del catálogo. ¿Tenés algún parámetro particular en este aspecto, o te dejás guiar por la espontaneidad del deseo?
—Tratamos de hacer lo mejor posible y en eso la gente de LOM, nuestra imprenta, es clave en todo el cariño y apoyo técnico. ¿En cuanto a los parámetros? Están dados, finalmente, por todo el trabajo de otros editores y diseñadores que vinieron antes que nosotros a enseñarnos el amor por el libro como objeto, como forma y contenido. Somos parte de una historia, una tradición. En todo caso, te habla un enamorado de todo eso, así es que muy objetivo en mi respuesta no puedo ser, jajaja.
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—Me aqueja una duda cruel: ¿publicás sólo aquello que te atrae como lector?
—Jajaja, ¿pero por qué cruel? Mira, ahora en la editorial sólo estamos con Fernanda, pero antes estuvo hasta hace muy poco Carlos Almonte, mi gran compañero en la ruta. También nos ha acompañado Mario Pera, poeta peruano, en varias cosas ligadas a los libros que publicamos de sus coterráneos. Los nombro por respeto, porque nunca he estado solo en este camino. Sin los otros no se puede hacer nada. En el caso de la selección, por ende, hay títulos que están más cerca de mi corazón que otros, a no dudar, pero finalmente son como hijos, sobrinos… uno los quiere a todos, con sus bondades y diferencias. Para decirlo de otra manera: me gusta la idea de no sentir vergüenza por lo que hemos hecho todos estos años, tanto en la editorial como en la revista que fue y el blog que sobrevive.
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—El mercado del libro tiende a una globalización triste, pero tu trabajo da pruebas de que existen nichos virtuosos. Y ahora, además, los libros de Descontexto llegan a la Argentina, un hecho poco usual. ¿Por qué creés que existen tantas barreras en ese sentido entre dos países a los que unen la historia y el idioma?
—Debo reiterar que es un trabajo nuestro, no sólo mío. Y es en esa misma línea que nosotros sabemos que le debemos mucho a la confianza que nos han dado, desde los autores que nos han permitido trabajar y mostrar su obra hasta los libreros y lectores que siguen abrazando a Descontexto. Desde la gente del Fondo del Libro, del Ministerio de Cultura chileno, que nos ha apoyado siempre, casi siempre, jajaja, hasta la bondad del encuentro con Pablo Brown por las calles de Buenos Aires y Guadalajara, y el encuentro con Hernán Rosso en una presentación en Santiago. Ellos son los dueños de la distribuidora BigSur, y mueven nuestros libros en todo Chile y hace un rato en la Argentina, esperando que nos vayan conociendo de a poco. Creo que de lo mejor de esta vida editorial es ver que un autor se encuentre con su libro en cualquier rincón lejano a Santiago. Es ahí donde uno siente que esa primera parte está cumplida, que se han roto las barreras y se expande el campo de lo posible. En fin, quiero decir que las barreras se rompen gracias a todas esas confianzas, al catálogo, a las posibilidades de viajar que tenemos y nos dan para mostrar nuestro trabajo. Hace años que estamos trabajando, por ejemplo, con el poeta y profesor Lucas Margarit, que lleva la cátedra que tenía Borges en la UBA. ¡Qué honor! Publicamos a Héctor Viel Temperley, a Oliverio Girondo, a Susana Villalba, a Rafael Bielsa y a Claudia Masin, también. Ni te cuento de los autores peruanos que hemos publicado. Tres libros rumanos, aparte de Pessoa, Desnos y varios estadounidenses. Digo todo esto para obviar las barreras, especialmente las latinoamericanas, para seguir retomando lazos tan importantes como los que teníamos hasta las dictaduras de los setenta. Lo hablamos con Rafa Bielsa siempre. Él me cuenta de todo el influjo cultural que había y nos nutría libremente hasta el horror en cada lado de la cordillera. Aún estamos en eso: como bien dices, el lenguaje y nuestra historia nos deben llevar a abrazarnos más, como latinoamericanos que somos. Por nuestro pasado prehispánico que sigue en nuestra venas. Y por todo nuestro futuro, más nos vale.
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—Un detalle curioso es que no hace mucho publicaste un libro del rosarino Rafael Bielsa. ¿Cómo fue esa historia?
—Él llegó a Chile como embajador de la Argentina. Nos hicimos hermanos conversando de literatura, política, geopolítica y, claro, siempre de nuestras propias historias. Él tenía algunos cuentos y buscaba un editor. Quería que yo lo fuera cuando vio nuestros libros, pero en la honestidad que nos aunó le dije que no tenía tiempo. Y de verdad que no tenía. Luego le pasé un libro mío, que leyó con mucho cariño y generosidad. Y eso llevó a que me mandara un cuento, Okotoks, que me gustó mucho, pero que no pude evitar comenzar a rayar con mi lápiz rojo virtual, jajaja. Me odió, pero amó mi trabajo, jajaja… y yo el suyo, así es que comenzamos a trabajar juntos contra el tiempo el libro de cuentos que Rafael llamó Bestias fugaces talladas en el tiempo, relatos que en su mayoría fueron escritos en Chile. Me encantó. Viene de demasiado cerca, pero todos los que lo leyeron encontraron notable y muy entretenido el libro. Argentina, fútbol, política, nostalgia y futuro. Pero en Chile nos enredaron el libro un año, por lo que no pudo presentarlo siendo embajador y, ya de vuelta a Buenos Aires, Rafael tuvo un accidente importante. Luego a mí me tocó el libro tan doloroso de Palestina y todo lo que sigue ocurriendo, y bue… ha pasado el tiempo, no lo hemos presentado, pero ya lo haremos con bombos y platillos como merece su escritura.
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—¿Cuáles son tus planes para el futuro?
—Decrecer. Plan para la editorial, claro. Queremos que sea más pequeña, aunque ya lo es, jajaja. Digo, sacar menos títulos al año me parece una buena idea para vivir de mejor forma. Como dije, el dinero es bastante poco… creo que importa mucho más disfrutar contra viento y marea la breve existencia que tenemos en este mundo. Quiero escribir más y que Descontexto sobreviva en el tiempo haciendo lo suyo, a buen ritmo. Calmo. ¿Suena bien, no? La verdad es que no me gusta la idea de crecer como empresa y atraparse como tantos deben hacerlo por culpa de este sistema sanguinario. Creo que es sano no vivir el influjo de tiempos tan crueles como los que nos ha tocado. Vamos a disfrutar lo que nos quede de vida. No nos la ganan.
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Las maravillas de Descontexto
El catálogo de la editorial trasandina está repleto de joyas, que sabrán valorar los paladares refinados. Desde el primer libro del cada vez más valorado poeta chileno Jorge Teillier, Para ángeles y gorriones, hasta la gloriosa edición facsimilar de Trilce, del peruano César Vallejo (al que no pocos califican como el mejor libro de poesía del siglo veinte), pasando por el gran surrealista Robert Desnos y el peruano-francés (¿o francoperuano?) César Moro, y la exquisita inglesa Sara Teasdale, el genial Ezra Pound o el argentino Héctor Viel Temperley, el menú que ofrece Descontexto es para auténticos gourmets de la literatura.
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