El gobierno entró al último bimestre del año con el riesgo país baja, bonos en alza y una leve acumulación de reservas. La fuerte apreciación cambiaria impulsa la desaceleración del IPC y empuja un parcial y heterogéneo freno en la caída del indicador salarial que difunde el Indec. El blanqueo y un incremento de la emisión de deuda privada en dólares sostienen la estabilidad, aunque el déficit de cuenta corriente prende las alarmas sobre la debilidad estructural del programa económico, que es la capacidad de generar divisas para hacer frente a los crecientes compromisos en moneda extranjera.
El Centro de Estudios Scalabrini Ortiz (Ceso) se preguntó en su último informe de coyuntura: “¿Estamos frente a un cambio de paradigma, o cuando pase la euforia del mercado y los dólares de la cuenta financiera se acaben volveremos a transitar una crisis de balanza de pagos? ¿Es compatible el esquema económico actual con una verdadera recuperación de la actividad y los ingresos?”.
Para ensayar una respuesta, sus economistas pasaron revista a las cuatro anclas en las que se apoya el programa económico. La monetaria, que sirvió para licuar gran parte del stock de pesos de la economía; la fiscal y la salarial, que mantuvieron la actividad en un nivel sustancialmente bajo, y la cambiaria, a partir de la estrategia de un crawling peg al 2% mensual tras la devaluación inicial.
Desde el Ceso atribuyen el proceso de desinflación a la fuerte apreciación cambiaria. En términos históricos, apuntaron, el tipo de cambio real multilateral se encuentra en niveles similares a los de mediados de la convertibilidad. El problema es que esta apreciación llevó a que el saldo de la cuenta corriente pase a signo negativo, “aún cuando los salarios están en un nivel muy lejano a los máximos de 2015 ó 2017”.
Esta reversión en el saldo externo se registra a medida que el pago de importaciones de bienes se normaliza. “Desde julio, el saldo de la cuenta bienes y servicios comenzó a ser deficitaria, mientras que el total de la cuenta corriente lo es desde junio”, señalaron desde el centro de estudios que conduce Andrés Asiaín.
A pesar de esto, el BCRA siguió acumulando reservas brutas durante octubre. Lo hizo de la mano del blanqueo y un aumento del crédito en dólares al sector privado. Para los economistas del Ceso, un esquema con déficit en cuenta corriente financiado con dólares financieros “es plausible en el corto plazo”, aunque el gobierno “deberá encontrar una importante fuente financiera que le permita cubrir una creciente demanda de divisas para poder llegar a las elecciones de medio término sin un sobresalto cambiario”.
De hecho, el gobierno deberá hacer frente a vencimientos de deuda externa por aproximadamente u$s 51.000 millones en los próximos tres años. Para afrontarlos será clave la negociación con el Fondo Monetario Interancional (FMI) y que el riesgo país descienda a niveles que permita rollear los vencimientos con privados.
La preocupación del oficialismo por este escenario se traduce en las maniobras para sostener el DNU 846 que le permitiría realizar canje de duda de Bonares sin pasar por el Congreso.
El entusiasmo del gobierno nacional por la victoria de Donald Trump en Estados Unidos obedece a la expectativa de que, como lo hizo con Mauricio Macri, el magnate estadounidense interceda para que el organismo internacional desembolse fondos frescos.
Por lo pronto, lo que la victoria del republicano provocó es una mayor apreciación cambiaria. La devaluación del euro, el yuan y el real impactan en el 69,1% del comercio exterior argentino, según el Centro de Economía Política Argentina (Cepa). Esto profundiza los interrogantes sobre la sostenibilidad del actual tipo de cambio, “considerando los registros de consumos en dólares de la cuenta turismo y viajes, así como el impacto potencial de las importaciones frente a una virtual reactivación en 2025 y del desincentivo exportador de eliminarse el dólar blend en el futuro cercano”.
Hasta ahora, buena parte de la estrategia para sostener la apreciación cambiaria y evitar una crisis externa, se basó en que la recesión planche la demanda de divisas. Por eso, es un desafío sostener este esquema en la medida en que la mejora de poder adquisitivo en términos de dólares induzca algún tipo de reactivación, con su consecuencia en las importaciones y los consumos en el exterior.
Pablo Manzanelli, investigador y coordinador el Centro de Investigación y Formación de la República Argentina (Cifra), advirtió durante una conferencia que ofreció recientemente en Rosario que “empiezan a aparecer problemas para sostener la recesión que el gobierno necesita para evitar crisis externas”. Una traba es la propia puja distributiva y la disputa de los gremios por recuperar algo del salario perdido tras la devaluación de diciembre. “El sector privado le pone límite al ajuste salarial, en momentos en que el gobierno necesita más recesión porque las reservas están igual que en diciembre”, señaló.
El dilema, dijo, abre disputas dentro de los economistas que acompañan el proceso económico que encabeza Milei, entre los devaluacionistas que quieren abrir el cepo ,y los que sostienen que “hay que mantener fijo el tipo de cambio a toda costa” ya que “el gobierno tiene una sola carta, que es contener la inflación”.
El economista advirtió que la discusión no es solo técnica sino de representación política. La del agro, por caso, está en su peor momento, ya que pese al apoyo explícito a Milei “en términos de precios relativos hoy el sector está entre los perdedores luego de los trabajadores y los jubilados”.
Pese a esto, e incentivados por el carry trade, los agroexportadores liquidaron u$s 2.553 millones en octubre, un 243% más que en el mismo mes del año pasado. Hasta e 14 de noviembre habían ingresado u$s 1.032 millones. “No obstante, el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, manifestó su preocupación con respecto a la liquidación de cosecha de parte de productores”, recordó el Cepa. También el ministro de Economía, Luis Caputo, tensionó con productores y dirigentes del agro. En cambio, este esquema cambiario, no afecta en el corto plazo el funcionamiento de los negocios en Vaca Muerta, hacia donde han direccionado su interés y sus disputas la mayoría de los grandes grupos económicos.