Los últimos cruces entre figuras del gobierno nacional y parte de la Unión Industrial Argentina (UIA) devolvieron al debate público la mirada pendular sobre la industria argentina. En tiempos en que el mundo, y los países desarrollados, revalorizan las políticas para fortalecer su producción manufacturera, el entramado fabril local vuelven a la mesa de examen. Como aporte para superar ese conflicto, el centro de estudios Fundar presentó tres documentos de trabajo que abordan este escenario y proponen estrategias para defender este complejo productivo que tiene historia, potencial y protagonismo en la economía nacional, pero con nuevas herramientas y, también, exigencias.
“La industria tiene un rol en el desarrollo y tiene un potencial que se puede materializar con políticas públicas”, dijo Daniel Schteingart, autor junto a Andrés Tavosnanska, Paula Isaak, Juan Manuel Antonietta y Matías Ginsberg, de los trabajos presentados por Fundar durante una rueda de prensa virtual. Aclaró que en el mundo “la política industrial de regreso”, como herramienta para disputar la hegemonía tecnológica, fortalecer la autonomía y soberanía de las naciones, estimular la innovación, responder a los desafíos del cambio climático y contribuir a la cohesión social a través de la creación de puestos de trabajo, entre otras cosas.
Y Argentina, más allá de los gustos, tiene historia industrial. Pendular e incompleta, pero lo suficientemente densa como para convertir al sector en un actor de peso inocultable y en un factor de innovación visible en actividades de nivel mundial, como la biotecnología o la producción de satélites y reactores nucleares. Un proceso que, no obstante, está también involucrado en distorsiones macro, como el efecto inflacionario de la excesiva protección a sectores industriales no competitivos, y el costo fiscal de regímenes promocionales de ensamblado, tal el caso de Tierra del Fuego.
Sin descuidar la reconversión y atención de los sectores más expuestos a un cambio de paradigma, los investigadores de Fundar enumeran propuestas de política industrial que conecten con la tendencia mundial y parte de la historia argentina, pero que al mismo tiempo no dilapiden recursos. Estas estrategias incluyen acciones transversales, como la estabilidad macro, la reducción de impuestos a la producción, el financiamiento, la promoción de exportaciones, algún grado de reforma laboral para las pymes y un marco de apertura comercial. También planes específicos, como la inversión en infraestructura, el “extensionismo industrial”, el apoyo a la educación aplicada, la ciencia y la tecnología, la atención de los programas de mitigación de la huella de carbono y la construcción de una institucionalidad y de capacidad de diseño de planes públicos que, de alguna manera, la blinden de los vaivenes de la política y los lobbies sectoriales. Pero siempre fijando metas y midiendo resultados.
Los investigadores parten del diagnóstico que ubica a la industria argentina como responsable del 19% del PBI, del empleo directo de 2,6 millones de personas, con salarios que son 42% más altos que el promedio y con un nivel de formalidad laboral 10 puntos por encima de la media. Un sector que es responsable del 57% de las exportaciones nacionales, fundamentalmente a partir de la elaboración de los productos primarios, y con una productividad superior al promedio. También destacan su efecto multiplicador.
Es, sin embargo, un sector muy heterogéneo. Así lo señalan los documentos de Fundar, que lo dividieron en cinco grandes bloques: agroindustria, industria capital intensiva (siderurgia, química, petroquímica, GNL, etc.), tradicional (textiles, calzados, etc.), metalmecánica y automotriz, industria del conocimiento (farma, biotech, satélites, etc.) y ensambladoras (la industria de electrónicos de Tierra del Fuego es el mayor pero no el único ejemplo).
Estos complejos difieren en capacidad exportadora y extensión territorial (la agroindustria saca la mayor ventaja en estos puntos), en cantidad y calidad del empleo, nivel tecnológico, innovación y potencial y peso en PBI industrial. En términos muy generales, concluyen que el sector tradicional, que es igualmente muy demandante de empleo, y el ensamblador, son los que enfrentan mayores dificultades.
En el marco de una estrategia gradual y con red, la propuesta es avanzar con una nueva política industrial “más ofensiva que defensiva”, que brinde incentivos orientados a adquirir capacidades de competir internacionalmente, y que no dude ni en “elegir ganadores” ni en “soltar cuando la apuesta no sale bien”.
Los tres extensos documentos en los que se fundamenta histórica y técnicamente esta propuesta son los siguientes: “El renacimiento de la política industrial en el mundo”, “Luces y sombras de la política industrial argentina en el siglo XXI” y “Una política industrial para el futuro de la Argentina”.