“Quererla a Elsa es fácil”, dice Frankenstein en el prólogo que “escribe” para ¡Socorro!, quizás uno de los libros más populares de Elsa Bornemann. Y tiene razón. Porque fueron varias las generaciones de chicas y chicos que crecieron con sus cuentos y poemas. Maestra normal nacional y profesora en letras, Elsa ejerció la docencia en todos los niveles de la enseñanza. Pero además de componer canciones y guiones para teatro, publicó textos que hoy son clásicos de la literatura infantil y juvenil, como Disparatario, Tinke-Tinke, El libro de los chicos enamorados y El niño envuelto. Varias veces premiada por su obra, durante la última dictadura argentina su libro Un elefante ocupa mucho espacio fue prohibido por el decreto Nº 3.155 de 1977, firmado por el ministro del Interior Albano Harguindeguy. En 1983, la autora declaró: “El decreto que prohibió mi libro decía que estaba escrito con una finalidad de adoctrinamiento para la subversión. Era simplemente un disparate, el libro no estaba escrito ni dedicado a eso, y yo no soy el monstruo que el decreto pintaba”. Efectivamente, los verdaderos monstruos estaban en otro lado.
Hoy, 24 de mayo, se cumplen 10 años de su muerte y convocados por La Capital, un grupo de docentes y divulgadores de la lectura recuerdan a la escritora, hablan de lo que significó para ellas y ellos los textos de Elsy —como cariñosamente la llamaban— y de la vigencia de su obra.
Un elefante ocupa mucho espacio - Estela de Carlotto - Canal Pakapaka
Derecho a leer
Alejandra Palavecino es maestra de la Escuela Nº 1.209 Provincia de Chaco, de Pérez. En esta localidad impulsó además la creación de la Biblioteca Popular Irulana, del barrio Cabin 9. “Elsa Bornemann es una de las autoras que más disfrutamos leer, no solo por la magia que transmite en cada uno de sus poemas y cuentos, si no por su deseo de escribir para las infancias sosteniendo la bandera del derecho a leer, más aún si consideramos lo que significó su obra en uno de los momentos más oscuros de nuestra historia”, dice Alejandra, quien aclara que elige responder junto con Fernanda Alegre, Griselda Gómez y Desiré Cáceres, compañeras en la biblioteca y en la escuela.
Las educadoras de Pérez afirman que la escritora es quien resignifica su compromiso con las infancias y su derecho al acceso a la literatura y la buena lectura. Entre los primeros textos que recuerdan haber leído de esta autora recuerdan Un elefante ocupa mucho espacio y ¡Socorro!, libros que las invitaron a seguir sus obras. “Pensamos —dicen las autoras— que es imprescindible que sus obras estén presentes en las vidas de las nuevas generaciones, poder ofrecer a las infancias sus cuentos y poemas es garantizarles, además del disfrute, el acceso a una literatura de calidad, de obras que no tienen fecha de caducidad”. Para Desiré, uno de sus libros favoritos es Una trenza tan larga, “un cuento que encanta por su relato simple, tierno y divertido, además con travesuras que atrapan y entretienen”. El preferido de Griselda es Manos, “cuento que te deja pensando en el miedo cuando no sos de tener miedo”. “A Fernanda y a mí —confiesa Alejandra— nos gusta Un elefante ocupa mucho espacio, un relato esperanzador que muestra que la salida es siempre colectiva al igual que los animales, que unidos y organizados pudieron cambiar su realidad”. Y agrega que el libro que actualmente más disfruta compartir es El libro de los chicos enamorados, el poema Puentes y “sentir que la autora siempre abraza con palabras”.
La vigencia de la ternura
“Elsa Bornemann es la compañía en la vida, mi lugar seguro de infancia, los panes con manteca y azúcar de mi tía Titina, el llegar tarde al salón por quedarme leyendo El libro de los chicos enamorados en el recreo, la elección sin dudas para leer a mi hija, los recitados juntas del «Yonofui»”. Quien así habla es Natalia Fernández, docente y tallerista en narración oral y textil, quien afirma que para la literatura argentina la escritora de Los muyins “es unas de las personas que llevaron la literatura infantil a otro plano, una explosión de emociones y sensaciones, que puso a los que éramos chicos en primer plano, porque la infancia fue prioridad para ella y sabía todo lo que nos pasaba y nos presentaba nuevos desafíos”.
Maestra de nivel inicial y de pedagogía Waldorf, Fernández recuerda que fue precisamente El libro de los chicos enamorados el primero que leyó de esta autora. Lo hizo en el patio de la escuela primaria y quedó “fascinada” por el poema “Puentes”, que arranca con el verso que dice: “Yo dibujo puentes para que me encuentres”. ¿Qué vigencia tiene su obra para las nuevas generaciones de chicas y chicos? Natalia Fernández responde: “La vigencia de la ternura y la metáfora que no tienen tiempo, el humor y el miedo, el desenfado, el amor y el riesgo, la creencia en la capacidad humana de sobrevivir a todo y de que como en el poema «De árbol a estrella» es posible alcanzar lo que uno quiera”.
Si tiene que elegir un texto favorito menciona el Cuento con caricia, que integra el libro Un elefante ocupa mucho espacio. “Estaba por contar ese cuento el 24 de mayo de 2013 y se quedó para siempre en mí. ¿Por qué? Quizás por todo lo que desconocemos pero anhelamos y la literatura se convierte en la posibilidad. Un lugar sin tiempo donde volvemos a la infancia, a nuestro presente y también al futuro, para no perder eso que tanto nos costó, la libertad”, dice Fernández.
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Natalia Fernández coordina talleres de narración oral y textil.
Los chicos se enamoran
“Elsa para mí es una de las autoras más queridas junto con María Elena Walsh, porque siempre me gustó la poesía, sobre todo para chicos, y veía en ella su forma tan maravillosa de llegar a los lectorcitos, como llamaba a los niños que leían sus textos”, dice Beatriz Ré, docente y escritora nacida en Arequito. Y en un contexto donde sostiene que la primera infancia ha cobrado una dimensión mucho más importante —con educadores, psicólogos y médicos dedicados a ella—, "la poesía es el lenguaje que primero acuna a un niño cuando viene al mundo, por lo tanto ellos saben nadar muy bien en la poesía, se sienten muy cómodos".
La escritora elige recordar a Elsa Bornemann por su poesía. Dentro de este género, dice que el El libro de los chicos enamorados fue el primero de Elsy que llegó a sus manos, a fines de la década del 70, cuando se estaba recibiendo de maestra y empezaba a construir su biblioteca personal. Al igual que los chicos del libro, Beatriz quedó “completamente enamorada” de su escritura y a partir de ahí leyó toda la poesía de Bornemann. Ya como maestra recuerda también haber disfrutado en clases de El espejo distraído y Tinke-Tinke, “pequeños versos rimados que a los chicos les gustaban mucho”. También menciona los cuentos Mil grullas, Un elefante ocupa mucho espacio y sobre todo Cuadernos de un delfín, que seguían capítulo a capítulo en el aula. Beatriz recuerda que la escritora tuvo detractores dentro del mundo adulto, ya que abrió camino para muchos temas que en su momento se consideraban tabú, como hablar del miedo, de los chicos enamorados —"decían que el amor no es cosa de chicos"— o de la bomba de Hiroshima en Mil grullas. “Ella demostró que cualquier tema es válido para cualquier segmento de edad, por eso también creo que es tan importante en la literatura tanto argentina como latinoamericana".
La huella de Elsa fue para Beatriz Ré tan profunda que si tuviese que compararla con un fenómeno parecido dice que “salvando las distancias y los contextos políticos y sociales, diría que por la cantidad de ediciones que tuvieron sus libros se parece muchísimo a lo que vivimos con la saga de Harry Potter, con tiradas que se agotaban al poco tiempo de haber sido lanzadas al público”. Beatriz guarda “celosamente” un ejemplar de El libro de los chicos enamorados que compró en la librería Fausto: “Ese libro es como un cofrecito que tiene joyas para mí, porque siempre me maravilló su forma de escritura y de dirigirse a los chicos”.
Beatriz Ré cuenta que cuando Elsa era invitada a la Feria del Libro de Buenos Aires solía quedarse más tiempo para que ningún chico o chica se quede sin su libro autografiado, y que le daba placer cuando en la cola descubría a un lectorcito ya grande llevando a un hijo de la mano.
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“La literatura es sanadora y reparadora”, dice Beatriz Ré.
El último mago
Para conmemorar el último 24 de marzo, Día de la Memoria en la Argentina, el bibliotecario Emanuel Santancini propuso en la escuela Nº 488 de Casilda realizar una dramatización con títeres de El caso Gaspar, un cuento de Elsa Bornemann que habla de un joven que un día decidió caminar sobre las manos y fue preso por su “sospechosa” actitud de no marchar sobre sus pies. “A los chicos y chicas les fascinó la aventura de Gaspar”, dice Emanuel.
En su caso, el primer libro de Elsa que leyó fue Un elefante ocupa mucho espacio. Estaba en la escuela primaria y todavía recuerda lo que le impresionó que en una época no muy lejana un gobierno prohibiera libros por “ilimitada fantasía”. “Las vueltas de la vida —dice— es que ahora de adulto, como bibliotecario, promotor de la lectura y titiritero, represento los cuentos de este libro”, como hizo con El caso Gaspar. “Lo paradójico fue que mis alumnos —como yo cuando era chico— tampoco podían entender cómo la censura militar no quería que existan libros que hablen de cosas tan esenciales como la libertad”, dice.
Cuando subió a sus redes sociales algunas fotos de esa representación escolar, Margarita Bornemann (hermana de Elsa) le confió sentirse emocionada de que se siga teniendo viva la literatura y la memoria de su hermana: “Esta es una de las cosas más lindas que me pueden decir, porque mi misión como promotor de la lectura es que mis alumnos conozcan nuevos libros, pero también que sigan vivos autores que ya se nos adelantaron en el camino, como Elsa, María Elena Walsh, Gustavo Roldán, Graciela Cabal y Liliana Bodoc, por nombrar a algunos. Ellos cobran vida cada vez que los leemos y los traemos al presente. Y cuando Margarita me dice esas cosas hermosas siento que en parte es Elsa la que está contenta de que trabaje con su exquisita y estimulante obra”.
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El "bibliomago" de Casilda, leyendo atentamente un cuento de "¡Socorro!".
Para el bibliotecario, Elsa Bornemann es un pilar fundamental en su recorrido lector, presente en su niñez con El libro de los chicos enamorados, con ¡Socorro! en la adolescencia y ahora con toda su obra, que dice leer y releer seguido “para que con mi voz y mis títeres sus historias y sus personajes cobren vida y sigan encantando a las infancias actuales, infancias que necesitan más que nunca estar en contacto con la buena literatura para volar con la imaginación y así ser verdaderamente libres". Respecto de la vigencia de su obra, dice que está “más viva que nunca”, tanto por su calidad como por su humanidad, su sinceridad y por la variedad de estilos en los que se expresó. Y sostiene: “Elsa Bornemann ocupa sin lugar a dudas mucho espacio en la literatura infantil y juvenil argentina, la hizo crecer y le aportó grandeza, ella transitó como nadie el humor, el terror y algo totalmente inusual para la época: la poesía de amor para niños, que en la década del 70 este género era absolutamente ninguneado y denigrado. Elsa sigue llegando al alma del niño-lector porque no los menosprecia, sino que les habla en su mismo idioma, esto convierte sus historias en naturales y llenas de verdad. Los niños se dan cuenta cuando se los respeta y no se los engaña, y es por esto que ella fue, sigue y seguirá siendo una escritora que cuando se la lee y disfruta queda para siempre en los corazones”.
El último mago o Bilembambudín es su libro favorito de Elsa, porque lo interpela directamente en su recorrido de vida: “Es un cuento que trata sobre un mago (yo soy mago o bibliomago como me gusta definirme) y me siento identificado con ese mundo poético que creó Elsa, un universo en el que hay reminiscencias a Alicia en el país de las maravillas y El mago de Oz. Pero por sobre todo —dice Emanuel— porque es una novela hermosa, un viaje a un lugar mágico, en donde una niña (Aldana) tiene la misión de liberar el país del mago Jeremías del gobierno del despótico rey Tasilo 99º, “El loco de la torre” y en medio de la travesía se encuentra con personajes absolutamente excéntricos y queribles”. Dice que cuando investigó sobre esta novela se enteró que Elsa la escribió cuando estaba prohibida a raíz de la publicación de Un elefante ocupa mucho espacio, y que en una entrevista recordó con dureza: “La prohibición afectó particularmente mi relación con la existencia. En especial, debido a la gran cantidad de personas que decían apreciarme, quererme y que se borraron por completo a causa del decreto militar”. El bibliotecario de Casilda compró este libro en una librería de usados de calle Corrientes (Ciudad de Buenos Aires), algo que siente le dio una suerte de magia a su primer encuentro con esta obra que marcó para siempre su camino como promotor de la lectura y su amor por la literatura de Elsa Bornemann, a quien considera “la última gran maga de la literatura infantil argentina”.