“¿Te comerías a tu perro? ¿Por qué a un cerdo sí? Perros y cerdos sienten por igual”. “No se festeja con cadáveres en la mesa. Basta de explotar animales”. “Hasta que la última jaula esté vacía”. Quien circule por la ciudad se habrá topado con llamativas consignas del estilo en afiches que intervienen carteleras publicitarias o muros.
Se trata del rastro más visible de un movimiento mundial que en Rosario tiene creciente desarrollo: el antiespecismo, es decir el rechazo a la explotación de animales para usarlos como vestimenta, comida, entretenimiento y experimentación científica. Pero las pegatinas no constituyen el único modo de manifestarse del colectivo, presente además en espacios públicos, académicos y virtuales o protestando frente a casas de comida rápida y frigoríficos.
El término “especismo” es reciente. Salió al ruedo en 1970 para designar la dominación hacia el resto de las especies por parte de hombres y mujeres que se ubican en un lugar de supremacía, de superioridad jerárquica. Damián Sánchez, licenciado en marketing y estudiante de Filosofía de 43 años, aún no había nacido. Hoy es uno de los divulgadores locales más comprometidos con una cosmovisión que en la pospandemia gana terreno, en gran medida por la expansión de la alimentación vegana, pero que la excede.
Padecimiento de los animales
“Cuando me topé con el concepto, estudiando la materia Antropología Filosófica (en la UNR), fue una especie de quiebre: no es necesario discriminar y explotar a los animales para sobrevivir. Lo mínimo que podemos hacer una vez que se toma conciencia de su padecimiento es no comerlos. Se trata de un cambio moral”, lo define Damián Sánchez. Desde esta perspectiva, no basta con sostener una posición ética sino también acciones políticas concretas contra “la injusticia invisibilizada” que sufren en especial animales en granjas, laboratorios, zoológicos.
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“Al mismo tiempo que entendí el especismo, me hice vegano”, recuerda el activista. En el camino de no consumir productos de origen animal se vinculó con Voicot, el movimiento artístico, de difusión e investigación creado en 2014 en Buenos Aires. Desde hace tres años trae sus materiales para que los rosarinos interesados accedan a ellos sin costos de envío: desde libros, publicaciones teóricas y remeras con consignas a registros de métodos cruentos utilizados en granjas y mataderos.
Al menos una vez por semana los activistas salen a pegar afiches o papeletas caseras que contienen interpelaciones contundentes. Las distintas grupalidades trabajan articuladamente y en ese marco a fines de 2024 resolvieron participar de eventos masivos como la Fiesta de las Colectividades y la Noche de las Peatonales, donde hicieron ver sus carteles y dialogaron con el público. La respuesta, en general, fue positiva, cuenta Sánchez, y observa que se han multiplicado los adeptos a la alimentación vegana, las interacciones en sus redes sociales y la asistencia a la última marcha por el día internacional del veganismo, que tuvo lugar en noviembre y a la que incluso se sumaron militantes de Santa Fe.
Rechazo en el hipódromo
Por cierto, en noviembre se añadió a la agenda programada una protesta en el hipódromo del Parque Independencia, luego de que una yegua se quebrara las patas delanteras durante una carrera y la sacrificaran allí mismo. Organizaciones antiespecistas se concentraron bajo banderas que rezaban “Liberación animal” para pedir que el predio se destine a actividades recreativas y culturales cuyos ejes no sean las apuestas ni el uso de equinos percibidos como cosas, que cuando “no sirven más” se descartan.
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“La gente se solidariza cuando se trata de un caballo, no tanto ante una vaca”, observa Damián Sánchez y pone de relieve “una paradoja”: “Muchos tienen perros y gatos, a los que consideran de la familia y de los que hablan todo el tiempo. Pero cuando mencionás otras especies, por ejemplo cerdos y gallinas, plantan una barrera, como si estos hubieran nacido para depender de nosotros”. El discurso antiespecista es incómodo, concluye el referente, porque desnuda los privilegios que se dieron a sí mismos los humanos y la opresión ejercida sobre otros cuerpos, lo que habilita a usarlos y matarlos cuando en realidad existen otras alternativas para satisfacer sus necesidades.
Para reflexionar acerca de estas cuestiones, y actuar en consecuencia, nació el Movimiento Antiespecista Rosario (MAR), en el marco de las jornadas de debate realizadas en 2019 en el instituto de profesorado Olga Cossettini. La mayoría de los integrantes de MAR son docentes, cuenta Silvia Arcangeli, quien pasó de proteccionista y vegetariana a abrazar el veganismo y la militancia antiespecista “para visibilizar la condición de los animales no humanos, en pos de sus derechos y liberación”.
“Donde podemos intervenimos académicamente, por ejemplo a través de conferencias (sobre zoopolítica) en la Facultad de Humanidades o en el Congreso de la Democracia, y también nos manifestamos en la calle, donde hay alta circulación de gente”, explica. Ya en el aula o en la vía pública, la meta de esta agrupación autogestiva es aportar a la deconstrucción del “supremacismo especista, es decir aquella convicción que habilita y normaliza la crueldad”.
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“La humanidad supone que puede encaramarse sobre las demás especies, pero no fue siempre así. La megamatanza de animales tiene que ver con el desarrollo del capitalismo, tendrá un siglo y medio”, reseña la profesora de Historia, ya jubilada. Aunque el Estado argentino “se fundó en relación a las oligarquías ganaderas” y el bienestar de la población suele medirse en función de la cantidad de asado ingerido, en el país es abundante en los últimos años la producción teórica sobre antiespecismo, así como el desarrollo de las militancias. Además de una jurisprudencia inédita en el mundo: en 2015 la justicia declaró a una orangutana alojada en el zoo porteño como “persona no humana sujeto de derechos”.
Qué pasa en Rosario
¿Qué pasa en Rosario? “Es muy bueno que no se acepten desde hace años animales en los circos, que no exista zoológico y hayan sacado la tracción a sangre, que viene del fondo de los tiempos. La ciudad ha tenido momentos progresistas y se abre más a nuevas perspectivas que otros lugares tradicionales, donde estos temas ni siquiera se pueden charlar”, analiza Arcangeli. “Hay bastante respeto por los animales familiares, a los que no llamo mascotas porque me parece ofensivo. Por eso hablamos de grupos familiares multiespecie”, continúa la activista de MAR, y cifra sus esperanzas en estos compañeros domésticos, generalmente perros y gatos, con los que las personas establecen vínculos afectivos, de cercanía y cuidado, por lo que llegan a advertir sus sufrimientos, intereses y ganas de vivir.
“Los animales familiares van a llevar a las sociedades a una ampliación de la sensibilidad, a romper el muro del especismo. Si algo me enseñó la historia es que el mundo puede ser otro”, concluye.
Para que dejen de ser invisibles
La rafaelina Ana Paula Rosillo es guionista y directora de documentales a través de los cuales desarrolla su lucha antiespecista, desentrañando los alcances de una ideología dominante a la que muchos seres humanos adhieren sin siquiera estar enterados: la que discrimina e inferioriza a otras especies. Su ópera prima “Invisibles” (2023), de amplia difusión, puso el foco en cuatro activistas por los derechos de los animales, tres de los cuales son de Rosario: la nutricionista Rocío Hernández, el médico cardiólogo Ariel Kraselnik y la abogada María Angélica Miotti.
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Rosillo explica que hay muchas líneas dentro del activismo y la que ella impulsa está vinculada con la educación y el cine. “El especismo marca hábitos, costumbres, tradiciones. Se ha instalado en la vida cotidiana y nos habilita a pensar que podemos hacer lo que queremos con los animales. Pero cada vez hay más información científica acerca de que los animales sienten. Todos preservan su vida, huyen de la muerte, tienen intereses, motivaciones. Cuando uno despierta a eso te das cuenta que tu gato es igual a un cerdo, a una gallina o a una vaca”, sintetiza y cita dos hitos importantes en relación a esta temática: la declaración de científicos en Cambridge (Inglaterra) en 2012 respecto de que los animales tienen conciencia y la de juristas en Toulon (Francia) en 2019, que los reconoce como personas físicas no humanas.