La ecoansiedad, una preocupación excesiva por los efectos del cambio climático y la degradación ambiental, se está posicionando como otro de los desafíos psicológicos de nuestra era. En un contexto donde los desastres naturales, la contaminación y las políticas públicas inadecuadas son cada vez más frecuentes, se ha convertido en un fenómeno cultural que afecta a muchas personas, independientemente de su edad o contexto socioeconómico.
Según el informe "Mental Health and Our Changing Climate: Impacts, Implications, and Guidance" (2017) publicado por la Asociación Americana de Psicología (APA) y ecoAmerica, los efectos del cambio climático en la salud mental van más allá de los desastres naturales inmediatos. El informe señala que los eventos climáticos extremos, como huracanes, incendios y sequías, pueden desencadenar trastornos como el estrés postraumático, la ansiedad y la depresión. Además, la exposición prolongada al calor extremo y la contaminación del aire pueden aumentar los trastornos emocionales y la violencia.
Según el investigador, psicólogo y docente universitario, Facundo Corvalán, uno de los principales factores que contribuyen a este fenómeno es la sobreabundancia de información que circula, muchas veces engañosa, en los medios de comunicación.
“Hay varios factores que forman parte de este fenómeno que es personal y comunitario. Por un lado la dificultad de encontrar información saludable. Hay muchas campañas de manipulación que desorientan y dificultan estrategias de trabajo. Demasiada información o información engañosa produce inhibiciones en la acción y también insensibilidad. Por otro lado, la falta de agenda en las instituciones que nos acompañan, nos abandonan en un espacio de soledad para construir herramientas de acción y de cuidado. Por último, reconocer las consecuencias que tienen nuestros modos culturales de vida tanto en nosotros como en el lugar donde vivimos”, explica el profesional.
Aunque la ecoansiedad no es considerada un trastorno, sus síntomas pueden ser debilitantes. Aquellos que la padecen experimentan preocupación constante sobre el futuro del planeta, lo que puede afectar su capacidad para realizar tareas cotidianas. “Cualquier expresión vinculada a preocupaciones excesivas, dificultades para llevar a cabo funciones cotidianas como dormir, comer, relacionarse, trabajar, merecen tomarse en cuenta, comunicarse y pedir ayuda”, señala el Dr. Corvalán.
Además, el informe publicado por la APA destaca que los grupos más vulnerables, como las personas en situación de pobreza, las comunidades indígenas y los niños, son más propensos a sufrir los efectos psicológicos derivados de la crisis climática. La solastalgia, término acuñado para describir el sufrimiento mental causado por la degradación ambiental, es uno de los efectos más comunes. La pérdida de paisajes naturales y la alteración del entorno familiar puede generar una profunda sensación de desesperanza.
El informe también hace un llamado a la acción para los profesionales de la salud mental. Es urgente que estos, integren la crisis climática en su trabajo y eduquen sobre estrategias de afrontamiento. “Sin duda las terapias ofrecen ayuda, también diferentes técnicas como la meditación o el deporte, pero lo más importante es reconocer que hay algo que tenemos que cambiar para poder vivir mejor. También es importante llamar la atención de aquellas personas que han naturalizado una forma de vida que les está haciendo daño. Creo que cualquier tipo de ansiedad es una problemática no solamente individual sino colectiva” concluye Corvalán.
La ecoansiedad, aunque no un trastorno en sí mismo, representa un desafío que no puede ser ignorado. Es esencial que, tanto a nivel individual como colectivo, se busquen respuestas eficaces para proteger la salud mental en un mundo cada vez más afectado por los impactos del cambio climático.