Todo empezó mal en lo personal y terminó igual en lo deportivo para Franco Colapinto. Lo que era el Gran Premio soñado, con una cantidad de argentinos increíble en Interlagos, se convirtió en una enorme decepción. El argentino chocó con la otra cara de la Fórmula 1, esa que habla de errores que cuestan caro. De la que, por supuesto, deberá aprender para que la enorme cotización con la que llegó a Brasil no decaiga.
Para el equipo Williams también debe ser un aprendizaje, porque pasaron cosas que costaron entender en la carrera y en la clasificación con Alex Albon. A barajar y volver más fuerte, como dijo el propio Franco, pero a un costo muy alto.
Como la Ley de Murphy, no podía terminar peor el fin de semana para Colapinto. Se vio inclusive reflejado cuando una hora y cuarto después de que los fanáticos coparan la recta principal vitoreándolo pese a todo, recién emergió por la calle de boxes para saludar tímidamente. Un tanto apagado, golpeado como estuvo, en el ánimo y en la pista.
El jueves había arrancado a fondo. Fue el primero en ser entrevistado por la Fórmula 1 y ahí tiró una frase muy fuerte: “Si Williams no tiene lugar para mí el año que viene, creo que debería dejarme libre”.
El primer golpe para Franco Colapinto
Ninguna interpretación era posible más que pensar que las negociaciones para pasar a otro equipo, llámese Red Bull, estaban empantanadas. Y el Gran Premio de San Pablo recién empezaba para él.
Pero todo fue de mal en peor. Primero, el golpe más duro que recibió en todo el fin de semana fue el fallecimiento ese mismo jueves de su abuelo Leónidas. Eso impidió por ejemplo que su papá, Aníbal, estuviera con él en el paddock de Williams.
Fue durísimo, tanto que costó verlo subirse al Williams por primera vez en todo el fin de semana con los ojos enrojecidos por el llanto. Porque así fue. Y así y todo, cumplió con el 13ª lugar.
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Por la tarde, envuelto en los rumores que daban como muy firme su pase a Red Bull, empezó muy bien la clasificación para el sprint con el 9ª lugar en la Q1, que fue el único momento donde en los tiempos estuvo mano a mano con Albon. El tailandés lo superaría siempre desde ahí, hasta que metió una pata grande como una casa en la clasificación del domingo.
Al duelo por la muerte de su abuelo, Colapinto debió soportar la presión de una versión que muchos dieron por cierta y que alimentó claramante Christian Horner, el jefe de Red Bull, cuando salió del paddock de Williams ante la sorpresa de todo el mundo.
Pero el sábado parecía de resurrección, con una carrera sprint correcta en la que finalizó 12º. Ahí agradeció a los hinchas, dijo que “gracias a ellos" estaba ahí y en el canal de la F-1 expresó que veía el futuro mejor, después de que la semana anterior en México señalara que se veía afuera en el 2025.
El agua que arruinaría sus planes
Pero ahí apareció la lluvia que arruinaría todos sus planes. En definitiva, porque no pudo adaptarse a ella y pareció que hasta perdió confianza. La clasificación dejaría todo en pausa para un domingo que terminaría por aplastar las pocas sonrisas que hasta ahí había esbozado.
Todo empezó muy temprano. Demasiado. Se piensa que debió dormir poco y nada para salir a clasificar como todo el mundo, a las 7.30. Como a todos, claro. Pero así es esta súper exigencia en la Fórmula 1.
Bajo una lluvia no tan intensa pero constante, Colapinto probó por primera vez en su vida las bondades de un F-1 en piso mojado. Había empezado bien, marcando buenos registros, pero fue el primero que provocó la detención con bandera roja.
Perdió el auto en la bajada de la S de Senna y dañó las suspensiones delantera y trasera izquierda. Nada que no se pudiera arreglar y el equipo lo hizo a tiempo para una carrera que además se adelantaría para las 12.30.
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Albon parecía en su salsa, clasificando a la Q2 y Q3, marcando además el segundo registro en esa tanda hasta que perdió el Williams al final de la recta y lo destrozó. Se quedaría afuera del GP. ¿Cómo el equipo no le advirtió de no arriesgar así?
Parecía un consuelo para el argentino, que como todo el mundo largó la final con nubarrones negros sobre las cabezas con goma intermedia. Lo hizo bien, se puso 12º y el equipo lo felicitaba por la red X.
Pese a que tres veces debió cortar la S de Senna por excederse al final de la recta, mantuvo a raya a los dos Haas e hizo una superación bárbara a Lewis Hamilton en el mismo sector, aprovechando que el inglés se había ido al pasto y volvía desarmado.
Tuvo una breve salida, como todo el mundo, que le costó dos lugares y entonces sobrevendría lo inimaginable.
Las decisiones en los boxes
Colapinto paró en la vuelta 29 a cambiar nuevamente gomas intermedias cuando ya le había advertido al equipo que precisaba cauchos de lluvia extrema. Y luego volvó a los boxes cuando la carrera entró en safety car virtual por el despiste de Nico Hulkenberg, previo al ingreso del pace car porque el agua arreciaba y tornaba por demás de peligroso el circuito.
Todo el mundo pensó que se trataría de una jugada muy buena, calzando a Colapinto con goma extrema y con tiempo para alcanzar el pelotón. Pero no, Williams lo mandó de nuevo con intermedias calientes.
Por la cámara a bordo se vio que no podía mantenerlo en pista y cuando lo aceleraba para calentarlas, arrimando al pelotón, lo perdió completamente en el ingreso a la recta: chocó contras las protecciones y terminó roto por todos lados, casi como el de Albon en clasificación.
Y todavía había más. Casi una hora y media después de que terminó la carrera, mientras la seguridad paulista empujaba en la recta a los argentinos para desalojarlos, recién ahí Colapinto salió a saludar brevemente y tibio, con la cara de un pibe que atravesó un fin de semana golpe por golpe.
Hasta ahora había visto sólo una cara de la fantástica F-1, que también suele ser cruel. Lo importante será asimilarse y reponerse rápido para no perder el tren de participar en la máxima categoría del automovilismo en 2025.