Funes: "Soy actriz desde muy chiquita: me disfrazaba de la Mujer Maravilla"

La actriz, docente y directora de teatro, cine y televisión Viviana Trasierra dirige un ciclo de obras y talleres en Casa Zulú, de Funes, donde vive

06:00 hs - Domingo 13 de Octubre de 2024

“Yo soy actriz de chiquita, cuando jugaba a disfrazarme de la Mujer Maravilla o de las personajes de las novelas que miraba mi mamá” confía la actriz, docente y directora de teatro, cine y televisión rosarina Viviana Trasierra, de 53 años, durante una entrevista de una hora con La Capital en la encantadora Casa Zulú, un espacio de yoga, pilates, psicología, teatro y terapias alternativas, que atesora el corazón de Funes.

  Musculosa verde a tono con sus ojos, cabellera rubia enrulada, vaquero, sandalias con plataforma y aros circulares de plata, Viviana recorre el oasis del jardín con palmeras de bambú con la reportera gráfica y disfruta de la producción fotográfica, en sintonía con la buena energía de este mágico lugar.

  Nacida el 29 de abril de 1971 en una casa de avenida Pellegrini y Juan Manuel de Rosas –cuando se llamaba 25 de Diciembre–, pero criada en otra de Saavedra entre Entre Ríos y Corrientes, en el barrio Hospitales, Viviana es hija de un extinto matrimonio de bancarios: Jorge, que trabajaba en el viejo Banco Monserrat, y Susana, que lo hacía en el viejo Banco Provincial de Santa Fe. “Hasta mi 15 fui una chica de zona sur. La zona sur te curte: después podés ir a cualquier lado”, se ufana

  –¿Cómo fue tu infancia?

  –Una infancia bien de salir a la puerta, andar en bicicleta, a ir la plaza a juntar ramitas. Me disfrazaba de Mujer Maravilla porque yo quería ese traje fervientemente.

  –¿Hubo un día en el que dijiste: “Quiero ser acriz”?

  –Yo a esto lo traigo desde muy niña: de seis, siete años. y en paralelo mi mamá era renovelera, de mirar todas las novelas a las tres de la tarde. Miraba “Trampa para un soñador”, “Rolando Rivas taxista”, “Me llaman Gorrión”, me acuerdo mucho de las novelas de Cristina Alberó.

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  –¿Era una Susanita, de Mafalda?

  –¡Claro! Era Susana, de hecho, y yo me iba con ella a mirar las novelas, me dejaba, y yo después transformaba eso en material para mis actuaciones. Entonces mi juego era irme al living y hacía las mismas escenas, pero me acordaba del diálogo, entonces jugaba sola. Y lo mejor fue cuando jugaba a “Los ángeles de Charly”, con mi hermana (Graciela, cuatro años mayor) y una amiga. Evidentemente teníamos mucha pasión porque nos hacíamos los trajes que los que ellas salían en las revistas y nos sacábamos las mismas fotos, con ropas muy parecidas.

  –¿Soñabas con la actuación antes de saberlo?

  –Creo que sí. Esa cosa de la ficción. Me parece que iba por ahí. En paralelo, mi infancia fue bastante dura a nivel familiar, a medida que pasaban los años, mi madre depresiva, fue muy fuerte todo eso: se separaron mis viejos. Entonces había todo un costado de la vida muy duro, muy oscuro, muy oscuro... y a mi la ficción me elevaba, me sacaba de ahí. Y creo que ahí empecé a decir: “Yo voy por acá”. Pero antes vino la docencia.

  –¿Ibas al Normal 1 y tenías que ser docente?

  –Sí, y además me gustaba. Siempre fui muy buena alumna, abanderada en la primaria, ya no en la secundaria.

  –¿Eras capaz y responsable?

  –Sí, y porque también creo que la escuela fue un refugio. Era un buen lugar, incluso esto de estudiar y hacer la tarea era algo de qué ocuparme muy concreto y eso me sostuvo.

  –¿Qué materias te gustaban?

  –Siempre me gustó mucho Inglés, soy profesora de Inglés, y me gustaba mucho Lengua. Las artísticas en ese momento no se daban tan bien. Actividades Prácticas era un bajón, era muy estructurado, muy básico, no tenía vuelo. Así que me quedé con las lenguas, los lenguajes, y de hecho terminé en el teatro trabajando con otro lenguaje, pero ya en séptimo grado yo ayudaba a las vecinitas a hacer la tarea, con esta cosa docente. Jugaba a la maestra, corrigiendo todos mis cuadernos pasados.

"El teatro me vino a rescatar amorosamente"

  –¿Cómo llegaste al teatro?

  –Mi mamá se murió cuando yo tenía 13 años, así que estaba todo muy estallado en ese lugar y el teatro me vino a rescatar, hermosamente, y la docencia también. Ahora la docencia de Inglés la tengo un poco más relegada porque ves esta manito: tengo síndrome del túnel carpiano en las dos manos y estoy recién operada de esta (la derecha). La pandemia, cuando estuve dos años prendida a la computadora mil horas, me dejó secuelas.

  –¿Cuándo apareció el teatro?

  –A los 19 años una amiga me dijo: “¿Me acompañás a un taller de teatro?”. Me llevó ella al taller de Oscar Medina, que fue mi primer maestro a quien amo profundamente y respeto un montón. Estudié cinco años con él. Estudié con Gustavo Guirado, en la Escuela de Artes Visuales; con Mario Arias.

  –¿El teatro fue una balsa?

  –Sí. Fue un apoyo muy grande para terminar de armarme en un momento muy frágil, que es la adolescencia. Una adolescencia un poco tardía.

  –Habías perdido a tu vieja a los 13 años, tuviste que remarla.

  –Tuve que remarla en dulce de leche repostero, pero cuando empecé teatro dije: “Es por acá de verdad, no es el juego. Era por ahí y nunca más dejé: desde los 19 año fui pasando de taller en taller hasta que empecé a trabajar, mientras sostenía el profesorado de inglés, que empecé en el 89, pero como estaba haciendo teatro se me fue en el tiempo, tuve mucha crisis, qué quiero hacer: inglés o teatro.

  –¿Y cómo lo resolviste?

  –Empecé a dar clases de teatro en inglés. El profesorado lo hice en 10 años, cuando son cuatro, y además siempre laburé.

  –¿Y en qué trabajabas?

  –Dando clases de Inglés en institutos privados porque siempre tuve mucha intuición para la docencia y desde muy chica, antes de recibirme, empecé a dar clases en una escuela, donde dabe talleres de teatro en inglés. Cuando empecé teatro yo quería trabajar con el teatro, no con inglés, pero dije “voy a cruzar” porque no me quedaba otra.

  –¿Cómo hacías?

  –En la misma escuela donde estudiaba Inglés, daba a la tarde un taller de teatro en inglés, en la primaria.

  –¿Medio que lo inventaste?

  –Medio que lo inventé. Después me enteré de que había compañías en Buenos Aires que daban talleres de teatro en inglés. Me parecía que si el lenguaje era castellano o inglés, vamos a cruzar, y ahí me sentía más cerca de lo que quería hacer, pero también me daba cuenta de que era muy limitante porque hay sutilezas que no se pueden transmitir a través de un idioma extranjero. Por ahí en una palabra hay una distancia enorme en el idioma extranjero cuando hablamos de teatro, cuando hablamos de cosas sensibles, de la emoción. Entonces me di cuenta de que también pasaba eso y dije que quería ir al hueso. Quiero ir a la emoción, quiero ir a la muerte, quiero ir a romperte...

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  –¿Cuándo comenzaste tu carrera teatral?

  –En 2001 ya había empezado la carrera de teatro, que hice en cuatro años, en la Escuela Provincial de Teatro y Títeres, cuando estaba todavía en la cortada Araya. Cuando empecé estuvo ahí un tiempito, después de estar en Mitre y Córdoba, y era un frigorífico. Había sido un frigorífico ese espacio. En invierno íbamos a dar clase con bufanda, gorro y guantes. Estaban los vidrios rotos. Era un desastre ese espacio. Pero ahí, en ese edificio, empecé a dar clases de Inglés en la Escuela de Teatro. Se cambió el programa institucional del profesorado, los planes de estudio, y teníamos que incluir un idioma extranjero. Yo estaba como alumna, pero ya me había recibido de profesora, y todavía sigo dande clases.

  –¿Eras alumnas de Teatro y profesora de Inglés?

  –Salía de un salón como alumna y entraba a otro como profesora y nos cagábamos de risa, todo el mundo se cagaba de risa. “¿Venís a dar clase o a tomarla?” Era buenísimo.

  –¿Cómo siguió tu carrera?

  –A los pocos años de empezar los talleres, en el 94, recibí la primera invitación para formar parte de una obra de teatro, que fue “Malviinas”, con Néstor Zapata, en el Arteón, donde estuvo siete años hasta que llegó la crisis de los siete años, de la que habla todo el mundo. Siete años con esa obra en la que, con una mano en el corazón, hago mi agradecimiento enorme a Néstor Zapata y a toda la gente de Arteón porque me permitió no solamente trabajar por primera vez en una obra de teatro y conocer gente maravillosa sino que nos permitió además salir de gira. Hicimos todos los pueblos de Santa Fe, estábamos toda la semana, yo me pedía licencia, la verdad no sé cómo hice. Después vinieron viajes a Mar del Plata, donde estuvimos un mes entero y ganamos una Estrella de Mar, fue divino. Después estuvimos haciendo funciones en Buenos Aires y recorrimos hasta que llegaron los festivales e hicimos Venezuela un año, y a los dos años Venezuela, Ecuador y Perú. Fue entrañable.

  –¿Qué pasó después?

  –Estuvimos siete años con Malvinas, salimos de gira y después la vida misma te va llevando por otros lugares. Después me dediqué un tiempo a la docencia, hice un parate: estuve 12 años en el (Centro Cultural) Lumiere, dando clases de Teatro con talleres. En el medio de eso hice otra obra de teatro con Federico Piazza, que se llama “Como Blanca Diosa”, en honor a Sandro, con una gran compañera, Inés Plebani, que hoy está haciendo funciones en (el Teatro) La Orilla Infinita. Y después me sumé a Rosario Imagina, ya desde 2004, cuando estaba en la Escuela de Teatro.

  –¿Qué significa Rosario Imagina en lo personal?

  -–Hoy considero que Rosario Imagina es mi grupo de referencia y de pertenencia. Desde 2004 hasta ahora en Rosario Imagina trabajé como actriz, como directora, y sigo estando ahí. Hubo alejamientos, pero circunstanciales; cambios de roles como con Rody Bertol, a quien considero un gran maestro. admiro mucho a mis maestros a quienes considero muy importantes y hay que honrar siempre. Son todos muy profesionales, muy generosos, muy amorosos, algo que a veces no sucede. Y el grupo humano es maravilloso.

  –¿Rosario Imagina navegó hasta La Orilla Infinita?

  –Ahora Rosario Imagina es parte de La Orilla Infinita, un teatro muy nuevo que cumplió un año este año y está en zona sur, en Colón al 2100. Es un hermoso teatro, un gran lugar para ese barrio. Estoy cerca de todo lo que sucede en Rosario Imagina, y muy feliz de hacerlo.

  –¿El teatro rosarino fue una trinchera de resistencia cultural en la dictadura?

  –Sí. Absolutamente.

  –¿Y cómo surgió la idea del documental?

  –Yo estaba haciendo el primer año de la Escuela de Teatro, en Educación Cívica, una materia a la que nadie le da ni dos pesos, y teníamos que hacer una monografía, algo muy aburrido, pero dije: “Yo no voy a hacer cualquier cosa, voy a hacer algo que me interese, que me guste”. Y me pregunté “¿Qué pasaba en el teatro de Rosario en la dictadura? Me hice esa pregunta pero no encontré nada porque no había material documentado.

  –¿No había algo en los diarios?

  –Había gente. ¿Quién hizo teatro en la dictadura? Andá y hablá con Néstor Zapata. Con Cledys Tello, con Cacho Palma, con Chiqui González, con Gladys Temporelli, con Rody Bertol. Entonces de uno me iba al otro, con la cámara de VHS, y filmé horas y horas de entrevistas a quienes eran vestuaristas, actores, directores, músicos en ese momento, y ahí, en ese rompecabezas, fui armando el paisaje de lo que había sucedido en Rosario en la época de la dictadura, y después ese material me sirvió como fuente para la producción del Concurso del Fondo Nacional de las Artes, que ganamos. y que nos financió pudimos hacerlo y quedó como registro y ahora está en la Escuela de Teatro. Incluso se acercó Grandinetti se acercó a hacer una entrevista porque él había trabajado en en ese momento.

  –¿La obra “Teatro Ciego” se hará en Casa Zulú?

  –Sí, es la obra de Buenos Aires, y habrá dos funciones el 19 de octubre acá, en Casa Zulú.

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  –¿Cuál fue tu participación en la primera película rodada en Funes?

  –Fui coguionista, coproductora, codirectora, pero ahí tuve el pico del síndrome del túnel carpiano, con mucho dolor, así que me corrí y se sumó Cristian Cabruja al elenco de actores que yo venía conduciendo. Y ahora el 15 de noviembre la película se estrena en (el Cine) El Cairo.

  –¿Cuál es tu vínculo con Funes?

  –Estoy vinculada con Funes desde niña, porque mis viejos tenían una casa de fin de semana. Era una casa chiquita y una pileta gigante. Veníamos los fines de semana y en el verano a pasar temporadas con toda la familia y los abuelos. Después mi hermana se vino a vivir a Funes en 2005 con su hijo y empecé a mirar Funes otra vez. Cuando empecé a visitarla y a venir más seguido dije: “Yo también quiero vivir en Funes”.

  –¿La gente mira teatro en Funes?

  –Sí, hay público de Rosario, de Roldán y mucha gente de Funes. Y ahora dirijo este proyecto de obras y de talleres en Casa Zulú.

  –¿Qué es el teatro?

  –El teatro es un gran lugar para poner el cuerpo en la vida. El teatro tiene generosidad y amorosidad. Creo que el gran trabajo del teatro es contagiar la pasión por lo que te mueve. Si eso no pasa es difícil que los grupos se sostengan. Y saber que pude generarle el amor por el teatro a alguien por haber hecho la carrera conmigo me encanta.

  –¿Sos tan actriz como docente?

  –Creo que tengo una marca mucho más profunda en la docencia -a pesar de que me encanta ser actriz y de hecho lo soy desde niña-, son muy distintas las formas de vivirlas. En la actuación dependés del vestuario, de la letra, la actuación te expone y hay momentos en los que empezás a tambalear. Por eso hubo momentos en los que me alejé.

  –¿Es como rendir un examen?

  –Y sí. Te hace tambalear, tenés que estar muy fuerte.

  –¿Y ante un curso también estás expuesta?

  –Sí, también, pero de otra manera. Después de tantos años de oficio tengo una gran vocación por compartir con otro todo lo que sé, lo que moviliza y que el otro pueda absorberlo y recibirlo. Y en la actuación pasa algo similar, por supuesto.