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Cementerio Israelita viejo. Foto de la lápida de Pablo Reinstein, secuestrado y asesinado en septiembre de 1975.
El secuestro fue ideado por Risiglione, quien conocía a la familia Reinstein y sabía la cantidad de dinero que podían conseguir si las cosas salían bien. Primero lo convocó a Cazón y durante un tiempo planificaron juntos el rapto que los haría millonarios. Comenzaron a seguirle los pasos al joven. Tenían que saber qué hacía todos los días, a dónde iba y por cuánto tiempo.
Pronto se dieron cuenta de que no tenían dónde encerrarlo hasta que llegara la recompensa. Así fue que decidieron hablar con González, que tenía una verdulería en Córdoba casi Alsina, con varias habitaciones en la parte de atrás que resultaban perfectas para sus propósitos. Fueron varios días de encuentros y planificación en el extinto bar La Estrella, en la esquina de Urquiza y Cafferata.
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Hugo Risiglione, Miguel Ángel Cazón y Luis Eliseo González, los secuestradores y asesinos de Pablo
El 3 de septiembre de 1975, como todos los días, Pablo entró con su Peugeot al garaje de calle Mitre. Estacionados en la esquina de 9 de julio, los secuestradores, con Risiglione al volante, lo estaban esperando. Fueron Cazón y González quienes bajaron, entraron al estacionamiento y con una pistola calibre 22 obligaron al joven Reinstein a entrar de nuevo en su auto y tirarse en el piso del asiento de atrás. En la puerta, Risiglione tapó la salida para evitar contratiempos.
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La entrada de la verdulería donde estuvo Pablo Reinstein ubicada en Córdoba y Alsina
Las horas de encierro
Los dos autos se dirigieron por Mitre y doblaron por 3 de Febrero hasta llegar a avenida Francia. Hicieron dos cuadras más, doblaron por San Juan hasta Lavalle, para finalmente tomar Córdoba hasta calle Alsina. Eran las dos de la tarde.
Un par de horas después llamaron a la casa de Pablo y los atendió Emma, su madre. Le avisaron que su hijo estaba secuestrado y que iban a pedir una recompensa. “No nos creyó”, dijo meses después Cazón. Pero la mujer sólo había simulado desinterés y al cortar el teléfono llamó a su abogado.
La finca donde se encontraba la verdulería era un lugar venido a menos, sucio y deteriorado. A Pablo lo encerraron en el único baño del inmueble, con los ojos tapados con cinta adhesiva y las manos atadas en la espalda. Durante varias horas permaneció allí, en la oscuridad.
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Parte interior del inmueble. En el centro, el baño donde estuvo encerrado Pablo todo el día.
Mientras tanto, González llevó el coche de Pablo hasta Crespo al 1300, donde lo abandonó. Habían decidido dejarlo ahí para que, cuando llamaran a la familia, el Peugeot fuera la prueba irrefutable de que su hijo estaba secuestrado. Una vez hecho el trabajo, no volvió a su local, le habían ordenado que regresara a la madrugada.
Cuando oscureció, Risiglione y Cazón sacaron a Pablo del baño y lo metieron en una de las habitaciones que tenía piso de tierra. Según declaró Cazón varios meses después, Reinstein logró desatarse las manos pero no sus ojos e intentó escapar.
El secuestrador, entonces, tomó el revólver y disparó una vez. Pabló cayó al suelo. Risiglione, que fue descripto después como temperamental y ambicioso, le quitó el arma a Cazón y remató al joven con dos balas en la cabeza.
Ante el cuerpo inerte de Pablo, sus verdugos se detuvieron a pensar cómo seguir. Pensaron en sacarlo de allí pero la vereda les pareció que estaba demasiado iluminada y temieron ser vistos. Entonces decidieron que ese mismo lugar sería su tumba.
En una de las habitaciones con piso de tierra cavaron una fosa de un metro y medio de profundidad y allí, envuelto en una sábana y tapado por la cal, dejaron el cuerpo sin vida de Pablo. Poco tiempo después, cuando todavía la familia pensaba que su hijo podía seguir con vida, sobre la tierra se construyó un piso de portland y aquella habitación fue alquilada.
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Croquis del inmueble donde se señala dónde fue enterrado Pablo después de su asesinato
Cuando González volvió se encontró un escenario muy distinto del que había dejado. "Se quiso escapar, ya está, se terminó", le dijeron. Meses después, cuando declaró lo ocurrido, aseguró que él no estuvo presente al cavar la fosa, pero sospechó que había sucedido así cuando encontró la tierra removida. Según él, no hizo preguntas. En los dichos de Risiglione, sin embargo, la tumba fue hecha por los tres.
La recompensa que nunca llegó
Al día siguiente, reunidos como siempre en el bar La Estrella y con pocas horas de sueño encima, decidieron continuar con la farsa del secuestro y llamaron a la casa de Emilio Reinstein exigiendo una recompensa exorbitante. Fue Risiglione el que mantuvo las comunicaciones telefónicas, siempre presentándose como Raúl. Finalmente convinieron la suma de 300 millones de pesos.
Las indicaciones fueron claras: la familia no debía comunicarse con la policía y el primero de octubre tendrían que dirigirse al teléfono público de bulevar Avellaneda y San Lorenzo a recoger un papel con las instrucciones para entregar el dinero.
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La familia juntó el dinero y el primer día de octubre, casi un mes después de la desaparición de Pablo, se dirigió con un Ford Falcon bordó al teléfono público. Allí encontraron el papel que un rato antes había dejado González y que, sin saberlo, los estaba vigilando desde la vereda de enfrente.
El dinero tenía que ser depositado al pie de unos de los pilares de sostén del mirador ubicado en el balneario La Florida, en la intersección con Ricardo Núñez. Allí, escondidos, aguardaban Cazón y Risiglione a que llegara la recompensa. Lo que sucedió fue incomprensible. La familia pagó y dejó en el lugar convenido el dinero envuelto en una tela roja. Sin embargo nunca fue recogido ya que en un momento de pánico, Risiglione y Cazón abandonaron la misión.
En algunas declaraciones posteriores, aseguraron que González había visto movimientos extraños en la cabina telefónica. En otras la inquietud fue atribuida a los secuestradores que estaban en La Florida.
Algunos días después, mientras González atendía su verdulería, como si el horror no hubiese ocurrido y la tumba improvisada de Pablo no estuviese a unos pocos metros de él, una clienta le contó que una villa cercana al balneario La Florida había sido el escenario de una fiesta.
Al parecer, unos cirujas habían encontrado millones de pesos envueltos en una tela roja mientras recorrían las calles de Rosario en busca de migajas.
Aparece la policía
La policía de Rosario había comenzado las investigaciones por su cuenta, cuando en la primera semana de septiembre, el diario La Tribuna publicó que Pablo Reinstein había sido secuestrado a pesar de que la familia lo había negado a la prensa.
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Nota de La Tribuna dando cuenta del secuestro a pesar de no haber sido denunciado
El primero de octubre, después de que el dinero no había llegado a destino, Risiglione llamó a la familia para acusarlos de no haber cumplido e interrumpió las comunicaciones. Desesperado, Reinstein hizo la denuncia y comenzaron las investigaciones.
Los padres de Pablo sospecharon desde un principio que su hijo ya estaba muerto. Varias veces le habían exigido a "Raúl" que hiciera llegar pruebas concretas de que el joven seguía con vida. En general, le pedían un diario con la fecha del día y con la firma o escritura de Pablo. Pero el secuestrador nunca aceptó. “Él insistía en que conocía a Pablito y que de ninguna manera lo iban a matar”, contó tiempo después el abogado de los Reinstein. Además, “Raúl” les daba detalles de la vida de Pablo que les hacían recuperar las esperanzas: “Pablo envía saludos a Fanny”, les dijo una vez Risiglione haciendo referencia a la novia del joven.
Allanamientos, intervenciones telefónicas e interrogatorios dominaron los próximos meses. Como las comunicaciones se habían interrumpido después de la fallida recompensa, Emma Epsztein apareció en los medios de comunicación pidiéndole a los secuestradores que volvieran a comunicarse. Los teléfonos estaban intervenidos y necesitaban restablecer el diálogo para tener alguna pista concreta.
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Aviso de la familia Reinstein, publicado en diario La Capital
Finalmente, el 10 de enero de 1976, cayeron los culpables. Después de dar informaciones falsas para despistar y ganar tiempo, confesaron los crímenes y dijeron con precisión dónde se encontraba el cadáver.
Su cuerpo, deteriorado e irreconocible, fue desenterrado y, antes de trasladarlo al viejo cementerio Israelita, llevado a El Salvador para que se realizara una autopsia. Extrañamente, aquella inspección arrojó que la causa de muerte había sido un politraumatismo toráxico. Pasaron algunas semanas hasta que se exigió una nueva revisión. Finalmente se determinó que el joven había muerto a causa de los disparos recibidos.
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Nota de La Capital informando sobre el terrible hallazgo
La muerte también llegó a los asesinos
Pasaron dos años y un golpe militar de por medio hasta que Risiglione, Cazón y González tuvieron su condena. Habían sido caratulados como “criminales comunes” ya que el secuestro y asesinato de Reinstein no había tenido nada que ver con las organizaciones armadas de los turbulentos años setenta. El 12 de julio de 1978 Risiglione y Cazón tuvieron perpetua y González recibió doce años de prisión al ser absuelto de culpa y cargo por el homicidio.
Sin embargo, la buena conducta de los presidiarios hizo que las penas sean computadas. En 1982 a González se le concedió la libertad condicional y durante años no se supo más de él. Para 1985 Cazón y Risiglione empezaron a tener salidas transitorias y una pena reducida a 23 años.
El 12 de julio de 1986 Risiglione tuvo una de sus tradicionales salidas transitorias por 48 horas. Como siempre, iba a visitar a su madre a la localidad de Maciel. Dos días después no regresó a la penitenciaría de Coronda como se suponía. Su cuerpo fue hallado cerca del Camping Club Alba Argentina, sobre la ruta nacional 11. Había recibido cinco disparos y las investigaciones no dieron con el responsable.
En 1987 Cazón obtuvo la libertad condicional. No habían pasado ni diez años de su condena. Un año después, en julio de 1988, hizo una denuncia. “Soy víctima. El miércoles 29 de junio me dirigía a mi domicilio y tres hombres me encerraron, se identificaron como policías. Me dijeron que querían revisar mi cuarto porque andaban buscando drogas. Pero cuando los dejé entrar comenzaron a pegarme con la mano y con una tabla de lavar la ropa que estaba en el patio. Luego sacaron un alambre y me lo enroscaron con el cuello. Yo grité y entonces se fueron. Me dijeron que era por lo del pibe Pablo”, declaró.
Tres meses después lo mataron. En la puerta del local donde trabajaba, ubicado en Paraguay y 3 de Febrero, recibió el impacto de dos balazos calibre 22. Los disparos habían sido realizados desde un edificio en construcción a 70 metros con un arma de precisión. Los testigos aseguraron que dos personas sospechosas huyeron de la escena en un Peugeot 504 blanco.
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Noticia de la muerte de Cazón
A los pocos días del asesinato ya había tres detenidos y una confesión. El primero en caer fue un policía fuera de servicio y dueño del Peugeot, José María Destéfano. Tras él fue detenido Oscar Norberto Piedrabuena, chofer de Emilio Reinstein. El conductor declaró haber contratado a Destéfano por órdenes de su patrón. El tercer detenido fue, entonces, el ya sexagenario Reinstein.
Dos meses después todos fueron liberados por falta de pruebas. Piedrabuena había rectificado su declaración y Reinstein negó rotundamente haber sido autor de las muertes. Finalmente, el destino de González fue conocido por el diario La Capital cuando lograron entrevistarlo. Había rearmado su vida, construido una familia y se mostraba arrepentido. Si realmente se trató de una venganza, la guadaña de la Parca no le llegó.