Las embarazadas formaron parte, rápidamente, de los grupos de riesgo. Ante la incertidumbre que imponía el virus desconocido y feroz (al menos así venía siendo en Asia y Europa donde se detectaron los primeros casos) los obstetras se pusieron en alerta y les pidieron que extremaran los cuidados. El 20 de marzo de 2020 se declaró la cuarentena en la Argentina: el aislamiento "social, preventivo y obligatorio" empezaba a ser una realidad para la mayoría, salvo para los trabajadores esenciales, entre ellos los médicos. En el caso de las embarazadas, una semana antes ya se había lanzado un alerta y muchas habían decidido no salir de sus casas.
En la Argentina, según el Ministerio de Salud de la Nación más de 10 mil embarazadas contrajeron el virus durante el primer año del Covid, 106 fueron internadas y fallecieron 46. El promedio de edad de las que perdieron la vida fue de 29 años. La muerte materna, en las últimas décadas, es algo cada vez más infrecuente, pero este virus respiratorio logró elevar las cifras.
Para las mujeres que se enfermaron gravemente, y para sus familias, fue una tragedia inconmensurable. Sin embargo, aunque ni siquiera se hayan contagiado en ese período, parir en cuarentena fue un shock, una situación completamente inesperada y difícil.
Cuando Emilio llegó
Cintia Tiberi es una de las rosarinas que tuvo su parto en cuarentena y que hoy cuenta su historia junto a su hijo Emilio. Puede y quiere hacerlo porque sabe que la memoria es un ejercicio necesario y vital aunque muchas veces sea doloroso. Porque ayuda para entender muchísimas cosas, y sobre todo, permite agradecer el presente. "Con el correr del tiempo uno se va olvidando, es lógico, pero ayer (por el martes) cuando me convocaron para esta nota empecé a recordar puntualmente, a remover recuerdos, y fue muy fuerte".
"Mi hijo nació el 28 de abril durante la primera ola de Covid. El parto se adelantó tres semanas y ahora que lo pienso es posible que haya influido mi estado anímico por todo lo que estábamos pasado. Fue un momento tan distinto al imaginado, fueron muchos días de soledad, de ansiedad, de incertidumbre, creo que fue complicado para todas las mujeres en esa situación", comenta Cintia a La Capital.
"Yo estaba ya en casa porque el 17 de marzo habían anunciado los grupos de riesgo y las embarazadas estábamos (entre las más vulnerables frente al virus). Tenía el bolso con lo básico para el nacimiento pero no había llegado a comprar la cuna ni cochecito ni más ropa", recuerda.
Y nada de eso es menor o trivial. Cuando se trata del nacimiento de un hijo todo, absolutamente todo lo vinculado a ese momento es importante. La pandemia cambió hasta el mínimo detalle y se llevó gran parte de la alegría de ese tiempo que rodea a la llegada de un bebé, y que puede ser hermoso.
"Mi miedo era constante. Mi marido salía a trabajar porque estaba entre los esenciales. El se iba todos los días y el regreso era todo un tema con la ropa, el alcohol. El se cuidaba muchísimo, siempre con barbijo, con máscara, guantes, pero el temor estaba presente. Además, al estar en casa tanto tiempo sola yo miraba mucho las noticias, iba viendo qué pasaba, muy pendiente. En un primer momento no se sabía si los bebés y los chicos estaban en riesgo. Eso me ponía re mal. Además de ser primeriza, con todo lo que implica, pasarlo de esa manera fue duro", comenta Cintia.
También estaba la preocupación por otros miembros de su familia. Su papá tenía problemas coronarios y respiratorios. "Estando sin contacto directo con los seres queridos todo parecía peor", rememora.
Cintia perdió a su madrina en pandemia a causa del Covid. "Fue lo peor", dice sin vueltas y con mucha emoción.
El día feliz, más allá de todo
"Tenía fecha para el 19 de mayo pero se adelantó el parto. Tuve una fisura en la bolsa y terminé en la guardia antes de lo esperado. En ese momento se había determinado que hubiese una sola persona como acompañante. Fui con mi marido, pero tuve la suerte de que mi mamá trabaja en la neo del Sanatorio de Niños y mi bebé nació en la maternidad de Grupo Oroño, entonces ella pudo estar cerca. Esas son las cosas que tomaron un valor inmenso. Ahora puede parecer tan natural que te acompañe tu mamá pero para la mayoría que tuvo sus hijos en pandemia no fue posible", dice Cintia.
Los primeros meses de Emilio transcurrieron junto a sus padres cerca. Nadie más. Así lo indicaba el protocolo. Ni visitas, ni regalos ni abrazos. La mayoría de los familiares conocían a los recién nacidos por celular.
"Fue terrible. Son días en los que una necesita tanto el apoyo, la compañía. Y las que tuvimos hijos en ese momento no pudimos hacerlo. Todo lo previo también. No llegué hacer el curso de preparto, estaba súper ansiosa y googleaba todo el tiempo para tener información. Tengo muy presente uno de los controles médicos a los que fui y la calle estaba desolada, era todo muy extraño".
Cintia se conmueve ante tantos recuerdos: "La llegada de Emilio fue muy feliz más allá de todo eso, fue un parto precioso. Cuando él sea más grande le voy a contar que nació en un momento tan especial. Esta que cuento es mi historia, pero sobre todo, es la suya".
Cómo lo vivieron los obstetras
Luis Dimenza es obstetra y dirige la Maternidad Oroño. Como en toda institución de salud tuvieron que adaptar los protocolos de manera rápida y eficaz cuando la pandemia avanzaba. "Fue un gran trabajo en equipo. En nuestro caso, junto a Sanatorio Parque pensamos en forma integral la atención de las pacientes adultas que se podían complicar. Tener disponibles las terapias, los respiradores, que eran lo que llamábamos camas críticas".
El especialista hace mención a las áreas Covid que tuvieron que "armarse" en los centros de atención sanitaria públicos y privados. "El desafío fue enorme, hubo momentos en los que escaseaban los elementos de protección, faltaban barbijos, la ropa que nos colocábamos. Es imborrable la pandemia para los médicos, que fuimos desde el primer minuto personal esencial".
"Hicimos muchas capacitaciones virtuales, por zoom. En la medida que se iban descubriendo novedades nos conectábamos con hospitales de todo el mundo tratando de extraer la información más confiable y reciente sobre la enfermedad. Se estaba escribiendo la historia de una enfermedad nueva", relata.
En relación a las primeras vivencias. cuando el 20 de marzo de 2020 se decreta la cuarentena, Dimenza señala: "Lo primero que viene a mi cabeza, en lo personal, es que fue una etapa de mucho miedo. Miedo a enfermar, a que enfermaran nuestros seres queridos, nuestros padres, nuestros hijos. No conocíamos nada sobre este virus. Al principio escuchábamos sobre los casos de Italia, tantas muertes. Y después, entramos en ese primer aislamiento interminable que cambió nuestra vida social por completo".
"Todos perdimos algo"
"La nuestra fue una especialidad que nunca paró, porque hubo otras que pudieron reacomodar turnos pero en nuestro caso no era posible, había que controlar a las embarazadas, hacer las ecografías, los controles, los partos. Y cuidar la relación con las pacientes que es tan cercana porque la pareja deposita en el obstetra una confianza muy grande, que es la de asistir el nacimiento de su hijo. Y seguimos adelante, y venían con barbijo, con máscaras a la consulta, hacíamos videoconsultas cuando las rutas estaban cortadas y las embarazadas que viven más lejos no podían trasladarse...".
El profesional destaca que en Rosario se hizo un "enorme" trabajo entre el sector público y privado de la salud pensando en toda la población. En su área menciona a otros obstetras, a los terapistas, infectólogos, a neonatólogos, psicólogos, enfermeros. Y realza con énfasis el aporte "inmenso" de Roberto Villavicencio durante toda la pandemia, "en especial con la rápida implementación del primer centro Covid (en calle Córdoba entre Oroño y Alvear) que fue fundamental para la ciudad y la región".
Dimenza sabe que quedaron huellas en los obstetras y en sus pacientes. Algunas marcas todavía no se pueden dimensionar. "Todos hemos perdido algo", reflexiona.