Un personaje coherente y de una conducta inquebrantable más allá de las modas, estilos y presiones del mercado. Atemporal e intransigente. Así recordaron al maestro y arquitecto rosarino Jorge Scrimaglio, quien falleció el pasado martes 12 de noviembre. Dejó un legado imborrable y admirable en el país y América Latina por su forma singular de plasmar sus ideas de manera natural, sin maquillajes y "lejos de la arquitectura contemporánea de cartón", tal como lo definieron sus fieles seguidores desde el ámbito arquitectónico. Deja un legado en las nuevas generaciones. Junto a su colega Augusto Pantarotto y el entrerriano Rafael Iglesias (rosarino por adopción), marcaron una generación arquitectónica en la ciudad más allá de sus corrientes de pensamiento.
Scrimaglio (Rosario, 1937) desarrolló durante algo más de medio siglo 25 obras ubicadas la mayoría en Rosario, Arroyo Seco, General Lagos, Firmat y Granadero Baigorria. Entre sus proyectos más importantes se destacan Casa Yapeyú (1957, Granadero Baigorria), la Capilla del Espíritu Santo, (Rosario, 1962), Casa Alorda (1968-1973, en Lavalle al 800); casa Prieto (1975); Estación YPF (Arroyo Seco, 1983) y Casa Siri en General Lagos, entre otras obras.
Quién fue Jorge Scrimaglio
"Fue un referente muy diferente a lo que el ámbito de la disciplina acostumbra. Nunca se propuso publicar, pero la primera revista 041 de nuestro Colegio, por iniciativa de Marcelo Villafañe (uno de sus discípulos) esta dedicada a la obra de Jorge Scrimaglio", evocó en declaraciones a La Capital el director del Colegio de Arquitectos a nivel provincial, Rubén Palumbo.
También agregó que "fue consecuente e intransigente con sus principios y fundamentos en sus proyectos, su arquitectura es sustentable mucho antes que este concepto comenzara a difundirse, fue un enérgico defensor del paisaje, la ecología y el río".
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Pasión por el ladrillo y la rigurosidad en una sola foto.
Gentileza Walter Salcedo
Quienes conocieron su obra y participaron de sus charlas alejadas de las instituciones, lo que marcó su punto de quiebre a lo largo de toda su carrera profesional por tratarse una persona con un genio muy particular, confiaron desde el anonimato que "fue el último moderno, un dogmático y un personaje singular digno de conocer. Estamos hablando de uno de los tres profesionales más prestigiosos de la arquitectura argentina".
Otros que también lo conocieron admitieron su personalidad particular y su forma de vivir: una persona reservada a la que había que tocarle timbre en su casa y esperar que responda a través de escritos a mano o a máquina. No obstante, también destacaron su amabilidad para quienes lo tenían presente en las publicaciónes de sus proyectos.
Elogios de las nuevas generaciones
Nicolás Campodónico, un fiel admirador aunque prefirió no autopercibirse como discípulo de la corriente arquitectónica que pregonaba, apuntó que "Scrimaglio era un personaje de una potencia y fuerza increíbles. Y sobre todo, de una conducta inquebrantable. No se doblaba ni se quebraba ante nada ni nadie, mantuvo sus pensamientos en relación y punto de vista de la arquitectura durante toda su vida y así se mantuvo: indoblegable a las modas, estilos y presiones del mercado".
En ese sentido valoró los soportes de su pensamiento arquitectónico en cuanto a la construcción, la artesanía en sus materiales y ética del uso de los recusos.
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Scrimaglio ostentaba un estilo particular e inigualable.
Gentileza Walter Salcedo
"Sus obras en ladrillo son muestra de ello a los que exponía como una declaración de esa misma naturaleza, sin maquillaje, auténtica y contrapuesta a las corrientes que inundaron a la arquitectura contemporánea, es decir, de cartón. Creo que lo que deja es sobre todo la certeza de que se pueden sostener valores aún en los tiempos que corren", destacó Campodónico.
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Los arquitectos Rafael Iglesias, Gerardo Caballero y Marcelo Villafañe son quienes encabezaron la corriente cohente de Scrimaglio junto a una generación de arquitectos jóvenes que aprecian y valoran su legado.
"No navegar con la corriente en un mundo donde cada diez años cambia todo requiere estar convencido y abrazarse a las ideas permanentes, con lo más profundo del ser humano", concluyó Campodónico.
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Revestimiento en madera, otra de las grandes obras del maestro Scrimaglio.
Gentileza Walter Salcedo
Por su parte, el arquitecto Juan Manuel Rois (títular de la cátedra homónima en la Fapyd de la UNR) sostuvo que "Scrimaglio aportó rigor conceptual a esa búsqueda de una arquitectura propia, sin dejar de ser imaginativo, experimental, lleno de riesgos. Su trabajo con el ladrillo, sobre todo, marcó una manera posible de trabajar con trabas, texturas, colores, de aquí nomás".
Además, aseguró que "era incansable, incorruptible, con una ética profesional imposible. No hay nada comparable en el panorama argentino de su generación. Era de otro tiempo. Un monje".
Trayectoria de Jorge Scrimaglio
Nació en Rosario, Santa Fe, Argentina en 1937. Cursó sus primeros estudios en la Escuela Normal Nº 3 y en la Escuela Industrial de la Nación "General José de San Martín", donde se especializó como técnico químico.
Fue allí donde recibió las primeras experiencias prácticas en los talleres de carpintería, herrería y fundición. Ingresa a la Escuela de Arquitectura de la UNL (Universidad Nacional del Litoral) en el año 1956.
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Parroquia Espíritu Santo.
Gentileza Walter Salcedo
Por aquel entonces la escuela dependía de la Facultad de Ciencias Matemáticas, Físicas y Naturales aplicadas, dirigida por el ingeniero José León Garibay, quién unos años más tarde le encarga a Scrimaglio su propia casa en Fisherton (1962-1971).
Scrimaglio cursó Arquitectura mientras era dirigida por el arquitecto Jorge Ferrari Hardoy, discípulo de Le Corbusier y socio junto a Kurchan y Bonet. Autores de notables obras de la modernidad rioplatense, además del célebre internacionalmente sillón BKF (Bonet-Kurchan-Ferrari) ícono del diseño de mobiliario moderno argentino.
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Encastre en madera. Parroquia Espíritu Santo.
Gentileza Walter Salcedo
En 1957, Scrimaglio proyecta su primera obra de arquitectura: la casa familiar de fin de semana en la reserva natural de Granadero Baigorria, a orillas del Paraná, donde luego instalaría su estudio.
Por ese entonces tiene 20 años y cursa el 2º año de la facultad. Al finalizar ese año concurre al curso de verano que se dicta en la Universidad de Tucumán por su principal maestro e incesante alentador, el arquitecto Eduardo Sacriste (1905-1999).
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Casa Alorda. "No hay muros, sí transparencias", una de las máximas de Scrimaglio a la hora de exponer su disciplina arquitectónica.
Gentileza Walter Salcedo
Durante los últimos años de su carrera, Scrimaglio realizó dos obras que habrían de repercutir marcadamente en su realización posterior: La Librería del Ateneo Universitario, en la planta baja de la Facultad de Ciencias Matemáticas, y la magnífica y pequeña capilla del Espíritu Santo (Buenos Aires al 900) en el Hogar Universitario Femenino.
Ambas fueron proyectadas y construidas en común con sus alumnos y funcionan como una especie de “declaración de principios”.
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Casa Alorda (Lavalle al 800, Rosario) fue uno de sus primeros proyectos cuando aún era estudiante.
Gentileza Walter Salcedo
La pequeña capilla es reconocida en Europa, definida por el eminente especialista dominico belga Fréderic Debuyst como “elocuente expresión del espíritu místico propio de los pueblos latinoamericanos”.
En 1961 se gradúa de arquitecto con brillantes calificaciones y en 1969 es llamado por el arquitecto italiano Enrico Tedeschi, fundador de la Facultad de Arquitectura de Mendoza, para dar cursos de arquitectura en dicha facultad.
Su trabajo arquitectónico fue además acompañado por el diseño de mobiliario, diseño gráfico y sucesivos escritos, como Una arquitectura argentina (1983) que resume sus ideas sobre lo que entiende que es la Arquitectura.