Cada año la caída de la natalidad se profundiza en Rosario y en la Argentina, según confirmó el último censo. En ese sentido, el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) cita cifras oficiales para advertir que en 2023 se llegó al piso histórico de 1,36 hijos por mujer, es decir un siete por ciento menos que el año anterior. A su vez, la tasa de fecundidad de Santa Fe en 2020 fue de 1,5. Así lo reveló el Instituto Provincial de Estadística y Censos en su informe de marzo pasado: “En promedio cada mujer tiene menos hijos que la cantidad mínima necesaria (2,1) para que la población no disminuya, sin tener en cuenta la migración”. En este escenario de transición demográfica, especialistas exploran posibles respuestas a nuevos desafíos en torno al sistema escolar, las tareas de cuidado (de niños y adultos mayores) y las políticas urbanísticas y migratorias.
En materia de diseño de políticas públicas para las próximas décadas, aparece en primer lugar la escuela. “La generación que está naciendo ahora tendrá más espacio en las escuelas, cursos más reducidos (algo que ya está pasando en algunos jardines de infantes y primeros grados de primaria, donde antes ni siquiera había vacantes). El sistema quizás pueda plantearse turnos más extendidos, de seis u ocho horas, como vemos en las películas. Hoy existen dos turnos, mañana y tarde, porque no alcanzan los edificios escolares”, plantea en diálogo con La Capital el economista y docente de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Lavih Abraham.
E introduce el concepto de “bono demográfico”, en el que se encuentra de momento la Argentina: la población económicamente activa (entre los 18 y los 60 años) supera a los niños y a los adultos mayores, pero se proyecta a la baja a causa del descenso sostenido de la fecundidad y el crecimiento de la esperanza de vida.
“La pregunta es cómo generamos mecanismos institucionales, sociales, políticos, que acompañen la transición demográfica para poder sostener la pirámide cuando se dé vuelta”, dispara Abraham y menciona que en Europa este fenómeno comenzó a partir de la década del 50, en la posguerra. Las familias se achicaron, la longevidad aumentó y las necesidades de mano de obra fueron cubiertas en gran medida gracias a la inmigración (aunque con problemas de integración y xenofobia en varios países).
“No creo que la migración sea una solución para una sociedad con población envejecida porque, ¿qué futuro se le asegura a una familia sin la infraestructura adecuada, sin derechos garantizados? Debe haber un proyecto integral para que el destino sea atractivo”, se planta la economista María Victoria Scarione Avellaneda, también docente universitaria en varias facultades.
De cómo se transite el período de bono demográfico dependerán las configuraciones del futuro cercano, pasaje que también incluye la escala local. “Tenemos que observar qué lugar les damos a los niños y a los viejos en las ciudades, porque hoy no están pensadas para estos sectores sino para la edad promedio”, continúa Scarione Avellaneda, y enumera entre los aspectos a tener en cuenta no sólo el diseño de los espacios públicos y de esparcimiento, también los medios de transporte y el acceso a la salud, la cultura, la educación para franjas etarias que disponen de menores ingresos o carecen de ellos porque no trabajan.
“En economía el problema no es la cantidad de gente sino la productividad que genera el país. Es necesario planificar un sistema de cuidados apto y accesible para la familia trabajadora, así la población puede pensar en ser más productiva. Lo que debe darse es el contexto propicio para tomar la decisión de tener hijos”, destaca la economista, y apunta a la extensión de las licencias parentales o el establecimiento de jardines públicos y/o dentro de los lugares de trabajo (gubernamentales o privados).
Casas pequeñas
Para Abraham, resulta clave la cuestión urbanística y de acceso a la vivienda. “¿Cómo promovemos la natalidad si las casas son pequeñas, tienen 35 metros cuadrados? Tenemos que imaginar una ciudad que cambia demográficamente, que sea amigable con tener más hijos. Y con envejecer”, sugiere. En rigor, el especialista se cuida de aclarar que “la ciudad es heterogénea”. Propone entonces “revisar las tasas de fecundidad y natalidad en el centro y en la periferia. Por lo general lo que pasa en Caba se corresponde bastante con lo que pasa en el centro de Rosario y el conurbano bonaerense con los barrios, en el sentido de que los sectores populares tienen una tasa de natalidad un poco más alta que la clase media”.
Los datos demográficos de Rosario que surgieron del Censo 2022 se conocieron en detalle en noviembre pasado, a partir de un trabajo de la Dirección de Estadística de la Municipalidad. “Se observa una pirámide con base más pequeña (primer escalón menor que los siguientes), situación que viene marcándose en los últimos censos y que se corrobora con un descenso de natalidad según el registro de estadísticas vitales de la ciudad. Este tipo de pirámide se denomina regresiva ya que refleja una natalidad en baja y es acompañada por una población adulta que alcanza edades más altas”, explica el informe técnico N30. Entre la población longeva predominan las mujeres.
Tareas de cuidado
“Es muy difícil pensar la maternidad si no llego a fin de mes o quiero tener éxito en mi carrera pero el embarazo y la crianza me lo impedirán porque no hay igualdad en las tareas de cuidado y éstas siguen recayendo mayormente sobre las mujeres. Veo que las clases altas sí se lo pueden permitir, parejas de clase media y trabajadora no”, insiste Scarione Avellaneda.
Esta perspectiva se refrenda cuantitativamente en las conclusiones del informe “Desigualdades de género en números”, que la Usina de Datos de la UNR difundió en marzo. Allí consta que en Rosario, “las mujeres siguen asumiendo el 70 por ciento de las tareas domésticas y de cuidado, lo que limita su acceso al empleo y a oportunidades de formación”. En 2024 “la brecha de ingresos en la ocupación principal entre mujeres y varones en el Gran Rosario alcanzó el 27,4 por ciento, reflejando la persistencia de desigualdades económicas”.
Integrante además del Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía, Lavih Abraham subraya la importancia de “jerarquizar oficios y espacios de cuidado de las infancias y de los adultos mayores porque son clave para sostener la sociedad del futuro. Lo que en la pandemia llamábamos trabajadores esenciales”. Advierte que, a nivel laboral, “la empatía y la motricidad fina son irreemplazables todavía”.
Por su parte, Scarione Avellaneda analiza que un número creciente de adultos mayores “presiona sobre los sistemas previsionales” y una menor cantidad de niños “parece ser culpa de las mujeres”. Ante este panorama, la planificación de la transición demográfica requiere “no perder la idea de comunidad, volver a pensar lo común, los espacios compartidos, los espacios para todo público y de encuentro intergeneracional”. El debate recién empieza.