La capital de Brasil fue ideada por Oscar Niemeyer, quien en 2008 había proyectado el Puerto de la Música en Rosario, su única obra en la Argentina. Un plan que no logra concretarse
Por Lucas Ameriso
El poeta de las curvas. Oscar Niemeyer fue el arquitecto del Puerto de la Música y un gran inventor.
(Brasilia. Enviado especial). Oscar Ribeiro de Almeida Niemeyer Soares Filho nació el 15 de diciembre de 1907 en Río de Janeiro y pasó su primera juventud como un típico bohemio carioca de la época, sin muchas preocupaciones. Falleció en diciembre de 2012: 104 años de una prolífica vida en la que "inventó" la capital de Brasil y dejó en 2008 la intención y los planos para montar en Rosario el Puerto de la Música.
Con solo repasar los icónicos edificios de Brasilia se advierte que el "poeta de las curvas" dejó una impronta que marcó un estilo arquitectónico futurista. Un potencial que la ciudad podría poner en marcha si se decide su traslado al nuevo sitio próximo a la cabecera del puente Rosario-Victoria. Niemeyer fue un adelantado a su época y el exgobernador Hermes Binner tuvo la visión de tomar el legado del único proyecto en la Argentina para darle a Rosario un salto de calidad.
El Puerto de la Música es una semilla que aún no germina en Rosario, pero si se mira el espejo de Brasilia se disfruta de un campo donde floreció a pleno gran parte de la obra de Niemeyer. La Capital estuvo allí para cubrir el trabajo de una delegación de entidades del campo y legisladores nacionales que participó de la primera cumbre agroglobal de Sudamérica 2024.
Brasilia fue inaugurada el 21 de abril de 1960 por decisión del expresidente brasilero Juscelinho Kubitschek. La ciudad se implantó desde cero y reemplazó a Río de Janeiro como capital del país con el objetivo de dar una idea de progreso, desarrollo y distribución del poder a lo largo de la geografía brasileña. Allí funcionan los tres poderes del Estado, aunque 60 años después esta ciudad, pensada originalmente para 500 mil habitantes, hoy tiene casi 3 millones con una lógica contraria a la que Niemeyer imaginó: barrios de ricos y zonas de embajadas; y en el otro extremo miniciudades satélites donde subsisten las clases trabajadoras.
El esqueleto de la ciudad se diseñó en torno a dos ejes perpendiculares, uno consagrado al poder público y administrativo, el otro a la vida particular. La circulación está asegurada por un sistema de calles que evita los cruces y separa el tráfico por categorías.
Sobresale la explanada del Congreso, las esferas de las cámaras de diputados y senadores, el museo nacional, y la única Catedral Metropolitana, un templo circular con la iluminación natural traslúcida a través de vidrios biselados e imágenes colgadas en el techo. Un carácter plástico al uso del hormigón, que marcó su impronta.
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Niemeyer calificó la construcción de la ciudad como “un momento de entusiasmo y de optimismo” que hizo muy bien a toda la nación brasileña. “Hablo con entusiasmo, pero no por mi trabajo ni por lo que lo hice, que fue como siempre sobre un tablero de dibujo. No obstante, construir una ciudad, sus plazas y sus calles, fue algo fantástico. Le dio una idea al pueblo brasileño de que podía lograr lo que se propusiera”, dijo Niemeyer.
El arquitecto, militante del comunismo, hombre allegado al PT de Lula, fue el mentor también de la plaza principal de La Habana para su amigo Fidel Castro y su diseño disruptivo de líneas ondulantes, que Niemeyer decía se inspiraban en las curvas de las montañas y ríos de su país, las olas del mar, las nubes y las "de la mujer preferida".
En 2008, el exgobernador y exintendente Hermes Binner participaba de un foro de mandatarios en Brasil y recibió la invitación para acudir al estudio de arquitectura del mentor de Brasilia en Rio de Janeiro. ¿Cuál fue la motivación? La elección de Rosario obedeció al interés de Niemeyer de plasmar una obra suya en la ciudad natal de Ernesto Che Guevara, el líder revolucionario de quien el arquitecto brasileño era un admirador declarado.
El diseño del Puerto de la Música de Rosario acumula valor arquitectónico con el paso del tiempo. Pensado sobre la ribera de Pellegrini y avenida Belgrano, el proyecto es una esfera de 80 por 120 metros, y una altura de 42 metros. Con sala de conciertos, centro de exposiciones y escuela de música, contempla una capacidad interna de 2.500 espectadores y una explanada externa para más de 35 mil personas.
Cuando Niemeyer murió, Binner lo despidió con unas sentidas palabras: "El mejor homenaje que podemos hacerle al poeta de las curvas, es construir el Puerto de la Música".
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Pero a doce años de sus planos, las idas y vueltas lo tienen en calidad de promesa.
A lo primero que se tuvo que enfrentar el proyecto fue a los los piquetes de los estibadores del puerto, que rechazaron la idea y marcaron el comienzo de la polémica, pero luego fueron los gobiernos nacionales quienes le dieron la espalda a su autorización. Luego se le fueron agregando los desmoronamientos de los viejos muelles en la zona donde está el puerto de Rosario. También los socavones de la propia terminal portuaria. Para hacerlo allí, muchos indican que se necesitan millones de dólares de rehabilitación de suelos.
Luego sobrevino el silencio, las crisis y todo quedó en la nada, hasta que durante la gestión del exgobernador Omar Perotti empezó la idea de mudarlo al parque de la Cabecera, en el sector del puente a Victoria.
Previamente había cosechado los reparos y críticas de las filas socialistas. Entre ellas, alzó su voz la arquitecta Silvana Codina (exesposa de Binner), ex funcionaria provincial, quien además también le envió notas al actual gobernador Pullaro para que escuche algunas alternativas sobre el proyecto original, ya que la idea de la mudanza cobró impulso en los últimos meses.
La crítica a la relocalización se hizo desde la Fundación En Obras, junto al arquitecto honoris causa de la UNR Mario Corea y en sintonía con el Colegio de Arquitectos de la ciudad.
Ahora está todo por verse nuevamente, pero de la mano de un proyecto más ambicioso: la refuncionalización del óvalo como la figura que contendría a un anfiteatro, con una capacidad de 4 mil butacas y un espacio abierto contiguo que pueda incluso ampliar la cantidad de público.
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