Casi 30 años de historias, anécdotas, agradecimientos, dos hijos que crecieron con mamá y papá en medio de pilas de libros y ese aroma a papel se van por ese torbellino arrollador que provoca la revolución digital y la crisis económica, que golpea a la clase media argentina desde hace años. Esa es la razón por la que Fátima Sadín, cofundadora de la librería Rayuela (Corrientes 551), decidió poner en liquidación todo el material dispuesto en la biblioteca del local y cerrar sus puertas para evitar seguir "cayendo en picada".
En declaraciones a La Capital, Fátima, una egresada de la carrera de Trabajo Social de la UNR, cuenta que trabajaba en el hospital Roque Sáenz Peña cuando junto a su pareja y padre de sus dos hijos, Rubén Fantini, decidieron expandir una pequeña librería que tenían la en zona sur de Rosario, para mudarse al centro y probar mejor suerte.
En la cuadra donde funciona el Enargás, a escasos metros de la city rosarina, también se respira cultura al igual que en gran parte del corredor de calle Corrientes de la zona céntrica de Rosario. Fue allí donde Fátima y Rubén, un apasionado en la materia, abrieron un lunes 25 de marzo de 1996.
Rayuela: militantes de la cultura
"Abrimos el 25 de marzo del 96', un día después del aniversario del Golpe. Estábamos limpiando para terminar de dejar todo acomodado y nos sumamos a la marcha que pasaba por acá. Quedó como una anécdota a recordar, pese a que no somos militantes. Nos sumamos por una cuestión de solidaridad y humanidad, ya que somos militantes de la cultura", comenta.
Y prosigue: "Él tomó el impulso a partir de una librería chiquita que teníamos en Garay y Gaboto. Es amante de los libros y, a partir de eso, tuve una relación apasionante con los libros".
Revela que le apasiona todo lo que significa la estimulación temprana en la lectoescritura. "Me fascina eso. Me encanta ponerme a buscar y asesorar cuando viene alguien. Tal es así que seguiría trabajando por lo que nos retribuye la gente que viene a visitar la librería, sobre todo a madres y padres que tienen hijos autistas, quienes después vuelven agradecidos", señala.
Rayuela, un antes y después de la pandemia
Más allá de eso, Fátima señala: "Tuvimos momentos buenos cuando abrimos y después fuimos teniendo problemas. Incorporamos material infantil y eso nos dio un empuje, pero después de la cuarentena (por la pandemia de coronavirus) comenzamos a caer en picada y este último año fue devastador con la gran recesión".
En ese sentido, asegura que "es muy difícil sostener una librería grande, por eso decidimos tomar la decisión de cerrar porque estábamos yendo a pérdida. No tengo porcentajes claros, pero sí te puedo decir que bajó muchísimo y se tornó insostenible. Tenés que trabajar el doble para ganar menos y mucho menos sostener un empleado porque no tengo margen para remontar la librería".
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Más allá de todo, su compañero Rubén seguirá al frente de Puerto Libro.
El libro y la crisis del papel
Otro de los factores que Fátima mencionó como determinantes para tomar la decisión definitiva de bajar las persianas fue la caída de ventas que comenzó a registrar producto de la crisis que acarrea la industria editorial.
"El libro está pasando por una crisis producto de la tecnología. Hoy tenés redes y otras formas de acceder de forma digital que hace que el papel en sí deje de comprarse", reflexiona.
Y, en ese contexto, evalúa: "Lo importante es saber a dónde vamos, porque el cerebro elige lo físico y el papel más allá de todo. Por eso siempre recomendamos sacar a los niños un poco de la pantalla y no perder ese contacto".
Cómo surgió la librería Rayuela
A la hora de pensar en Rayuela, obra cumbre del escritor argentino Julio Cortázar, hay que remontarse a los últimos años de la década del 90', cuando Fátima era empleada como trabajadora social en el Roque Sáenz Peña y su hija mayor tenía apenas meses y Rubén se subía al ómnibus para llevarla tanto a la librería como al efector público para que su mamá pueda amamantarla.
"Era trabajadora social en el Roque Sáenz Peña, tenía que ir a trabajar y hacíamos todo para que pueda cuidar a Yanina, que tenía meses. Era muy curioso porque un hombre subía con una beba al colectivo y más raro aún porque después la cuidaba acá en la librería", comenta con nostalgia.
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Y recuerda que "lo primero que agarró fue un libro; hoy tiene 31 años y está por ser profesora de Historia". También, algunos años menos, en esa librería también creció Lionel (tiene 26 años).
"Mis padres no eran de leer, pero en la escuela República del Perú nos reuníamos a hacer la tarea en la biblioteca Vigil, ya que además de compañeros de escuela éramos amigos del barrio, entonces todo era diferente y entretenido", rememora, visiblemente emocionada por lo que significa el cierre de una librería que formó parte de su vida.
Y concluye: "Hay algo que te toca en toda tu historia y toda tu vida, pero esto es así y veremos cómo seguimos".