En el siglo XXI, la cotidianidad se nutre y permea como nunca antes de imágenes —fotografías, dibujos, comics, símbolos o emoticones— que emergen de celulares, vestimentas, comercios, cuerpos tatuados, y que cada uno manipula para comunicarse o personalizar su experiencia de estar en el mundo. En Rosario, al igual que en otras grandes urbes, estas marcas visuales se plasman también en el espacio común: en especial en el último año afectan a las señales de tránsito, de nomenclatura de calles y paradas de transporte, intervenidas o directamente tapadas por calcomanías.
Por lo general, los autoadhesivos que se observan en la ciudad aluden a los equipos locales de fútbol. Más allá de su temática, cuando los calcos cubren la señalética urbana y en consecuencia dificultan o impiden su interpretación, complican a transeúntes, automovilistas, vecinos y turistas. “Es una práctica lamentable porque genera un daño que no tiene sentido y un perjuicio económico”, califica la tendencia el secretario de Ambiente y Espacio Público de la Municipalidad, Luciano Marelli.
Pegatina: fenómeno en expansión en señales viales
Los stickers están de moda. Resultan baratos y accesibles, además de fáciles de colocar rápidamente en cualquier superficie. La acción de estamparlos en elementos del mobiliario urbano de gran visibilidad e importancia social es tan instantánea como anónima y disruptiva. Dado que se extiende sin distinción de barrios, el municipio debió reforzar las tareas de limpieza y remoción, de reimpresión o reploteo de los carteles, e incluso reemplazarlos en casos de vandalización.
“Es una práctica que venimos viendo desde hace más de un año en distintos puntos de la ciudad. Retirar esas calcomanías y dejar en condiciones cada poste está dentro de la rutina de mantenimiento de la señalética”, explica Marelli. Agrega que los stickers aparecen en carteles de “pare”, “prohibido estacionar”, “ceda el paso” y “estacionamiento medido”, entre otros soportes. De la limpieza de la señalética municipal se encargan equipos de su repartición y de las torres de estacionamiento medido (ubicadas en el macrocentro), la empresa concesionaria.
Con dar un paseo, cualquiera puede comprobar esta serie de intervenciones a cielo abierto, cuyo “diseño” muta permanentemente a causa de las inclemencias climáticas, por la remoción periódica de las pegatinas o porque distintas manos van sumando nuevas capas. En señales viales, en postes, en carteles metálicos de transporte urbano e interurbano, los autoadhesivos a veces se superponen y se combinan con pequeños graffitis y stencils (pinturas en base a plantillas), lo que configura verdaderos collages. Proliferan los escudos, las frases y las figuras del folclore leproso y canalla.
>> Leer más: Recrudece la guerra de pintadas entre hinchas de Newell's y Central
“No se entiende demasiado esta práctica. No podemos atribuírsela a algún club directamente, no marcamos a un único responsable porque se ven distintos tipos de calcos, algunas de clubes y también de comercios y de temas en general”, finaliza Marelli, y en ese sentido califica el fenómeno de “lamentable, porque genera un daño que no tiene sentido y un perjuicio económico”.
Pegatina: prevención y sanciones
“Nadie va a ir preso por poner un sticker. Sin embargo, lógicamente, quien vandaliza el espacio público se expone a una sanción. Y aun cuando su conducta reprochable no pase de una contravención, se hace pasible de una multa o sanción económica”, aporta el abogado Osvaldo Burgos, especialista en derecho de daños. En rigor, el delito de daño se encuentra tipificado en el Código Penal y se agrava cuando afecta bienes de uso público.
Situándose en la esfera civil, Burgos explica que en la Argentina la perspectiva del juicio de reproche cambió desde la vigencia del Código Civil y Comercial de la Nación, en 2015. “Hoy el principio es el de la reparación integral, la idea de que todo daño no justificado a los intereses legítimos de otros debe ser prevenido y luego resarcirse. Esta perspectiva se centra en garantizar al dañado el derecho a no tener que convivir con los efectos negativos de la acción reprochable”, explica y admite que el problema reside aquí en determinar quién ejecuta los hechos.
“Dado que la enorme mayoría de este tipo de vandalismo difunde mensajes relativos a los dos clubes de fútbol profesional de la ciudad, sería muy bueno que ambos se comprometieran a adoptar medidas prácticas de concientización entre sus hinchas”, concluye el abogado. Y advierte: “Una cosa es el umbral de tolerancia a las incomodidades que todos debemos aceptar para gozar de la vida en sociedad y otra es exponernos, por banalidad y desidia, a la ocurrencia de daños fácilmente evitables”.
Las pintadas, escrituras, manchas y cualquier vandalismo sobre bienes, instalaciones y mobiliario urbano público o privado en la vía pública se sancionan con multas que van de 150 a 1.900 UF (cada unidad fija o UF equivale a un litro de nafta súper, que hoy cuesta 1.237 pesos), sin perjuicio de las acciones legales para la indemnización civil de los daños ocasionados. Así lo establece el artículo 132 del Código de Convivencia Ciudadana, sancionado en 2021.
Desde el Palacio de los Leones conciben las pegatinas en la señalética de tránsito y de dirección vehicular más como una falta que como un delito. Por lo pronto, vecinos que adviertan carteles cubiertos total o parcialmente al punto de que no se interpreta su mensaje, pueden comunicarse a la línea 147 o a través de la aplicación MuniBot para solicitar la remoción de las calcos.
El fenómeno no es privativo de Rosario, sino que se registra en ciudades grandes desde los años setenta, en la tradición del graffiti pero con la ventaja de realizarse con piezas de tamaño reducido, producidas en serie o personalizadas, y a una velocidad que impide la identificación de sus autores (que la mayoría de las veces no se conocen entre sí). Se trata de prácticas que algunos encuadran ya como arte callejero efímero (sticker art o paste up por sus nombres en inglés), ya como expresión de rebeldía y desafío a la autoridad en tanto vehiculizan mensajes sociales, culturales y políticos. O directamente se plasman en lugares que incomodan, y pegan, en todo sentido.