En fenómeno que comenzó en la pandemia creció y se consolidó en Rosario: el llamado "furor verde". Tras el aislamiento y con la crisis ambiental de fondo, se multipliaron en la ciudad las ventas en los viveros y la participación de personas en cursos de jardinería y paisajismo.
Desde tiempos inmemoriales los poetas le han cantado a la naturaleza. Cuando los habitantes de grandes ciudades están más desconectados que nunca de la tierra, perdiendo superficie verde (jardines delanteros y traseros, arbolado urbano, pulmones de manzana), algo de ese canto parece reponerse en un interés que se generaliza también en la ciudad: tener y cuidar plantas en habitaciones, patios, balcones, terrazas e incluso hacer en ellos huertas y espacios de cultivo de hierbas aromáticas y medicinales para el consumo propio.
La pregunta es cómo este “furor verde”, que multiplicó las ventas en los viveros, los cursos de jardinería y paisajismo e incluso impactó en disciplinas como el interiorismo y la arquitectura o en el mercado inmobiliario, puede contribuir a la oxigenación de la ciudad y a la producción de alimentos, por cierto saludables, más allá de los aspectos ornamentales o estéticos.
Un antes y un después de la pandemia
Roxana Wolojviansky está en el rubro desde hace tres décadas, con planterías en distintas zonas _ahora también en Roldán_ y en los últimos 15 años dicta talleres y workshops de jardinería a los que asisten “desde amas de casa a jueces y empresarios o mujeres jóvenes que han perdido un hijo y el psicólogo les sugiere hacer esta tarea como terapia”. Más conocida como Roxi, por los consejos que brinda a través de sus redes sociales, cuenta que la cuarentena de coronavirus “fue un antes y un después porque la mayoría de la gente no estaba acostumbrada a pasar tantas horas en sus domicilios, y en esos momentos se enamoró del cuidado de las plantas y de la jardinería”.
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“Tradicionalmente había un nicho para esta actividad, se la asociaba a quienes permanecían más tiempo en la casa. Hoy se hizo un abanico de edades y profesiones, y a su vez hay más gente en sus hogares trabajando en home office, a lo que se suman cuestiones de defensa del ambiente”, resume el clima de época. Los interesados se rodean de ejemplares vegetales por razones decorativas pero también alimentarias, ya que así obtienen víveres más seguros y sanos -libres de agrotóxicos- para su dieta.
Rosario es pionera
“Está de moda consumir cosas saludables que se cultivan en la casa. En buena hora que los vecinos, la provincia y la Nación tomen la idea de la agricultura urbana en la que Rosario fue pionera y se destaca”, dice con conocimiento de raíz Mario Orué, el responsable del Centro Agroecológico de Rosario (CAR) de la Municipalidad. Paisajista y promotor técnico de 45 años, sobre todo “apasionado”, se dedica a estos oficios desde los 13. En el centro de estudios, investigación y ensayo inaugurado en 2017, capacita a rosarinos y rosarinas que llegan a Lamadrid 250 bis en busca de entrenamiento para sembrar en espacios reducidos y se empapan también de conceptos vinculados con la ecología, la sustentabilidad y la soberanía alimentaria.
“Acá se aprende haciendo. Todo se puede aunque la casa sea chica, lo importante es la voluntad”, sintetiza Orué, y nombra a su referente: el ingeniero agrónomo Antonio Lattuca, precursor de la agroecología en la ciudad y en el mundo, impulsor de centenares de huertas desde los durísimos tiempos del 2001. “Comer lo que cultivás es más saludable porque no tiene herbicidas. Cocinar con la planta verde y no disecada a la fuerza, por ejemplo romero, orégano y tomillo, no solo aporta un sabor más intenso sino que se conserva el principio activo de la planta”, desasna Orué en el CAR, entre plantines de tomate, pimiento, acelga, lechuga y escarola. Sí, es posible producir todo eso y más a nivel domiciliario, en macetones o en pequeños terrenos, bajo techo o al aire libre.
Demanda según los barrios
“Es distinta la demanda según los barrios. En el centro yo vendía muchas plantas para interior, balcones o patios internos, porque en general ya no hay jardines”, sigue Roxy y recuerda que un grueso de clientes prefería “la torta Exquisita”, figura que utiliza para graficar el requerimiento de rapidez, instantaneidad y todo resuelto. “Querían que les armara la planta, la maceta, que luego garantizara el cuidado. A veces no tienen el tiempo o el espacio para hacerlo (trasladar macetas, tierra). En cambio, en zona sur todavía está la mujer que se dedica a la casa y me compraba cosas para hacer las plantas. Mientras que en el vivero de bulevar Seguí y Pueyrredón (barrio Cura), la gente suele comprar la planta y tiene jardinero”, distingue y recomienda combinar “ornamentales y aromáticas”. También que en los hogares donde hay niños y niñas emprendan la experiencia de la huerta porque “está bueno que los chicos las vean crecer (a las verduras)”.
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“Es bueno cortar puentes cuando hay ecocidio pero también realizar acciones concretas, como plantar árboles, con criterio”, retoma Orué y propone: “Tratemos de ser más verdes”. Celebra que esté volviendo de a poco la costumbre de cultivar en el ámbito residencial, como sucedió en generaciones anteriores, cuando muchos vecinos producían en todo o en parte lo que la familia consumía. Orué señala que, paradójicamente, se valora poco el trabajo de los huerteros, ése que se realiza con las manos, con la tierra. Lleva esfuerzo, dedicación y paciencia. Pero da sus frutos.
Para cultivar en casa
Muchos aficionados a las plantas se inician en el cultivo de aquellas que van a consumir a través de “las aromáticas”, cuyo nombre obedece a que irradian abundante aroma. Algunas son comestibles, como la salvia, el orégano y el romero, por lo que es recomendable tenerlas cerca de la cocina, dice Mario Orué, para usarlas como condimento. Otras se aprovechan en infusiones, en tés o para acompañar el mate. “Por ejemplo el poleo, el burrito, la menta, el cedrón. Y están las que ayudan con alguna dolencia, como la cola de caballo o la carqueja. Con las mentas se hacen aguas saborizadas, se decoran postres”, agrega el responsable del Centro Agroecológico de Rosario, que depende de la Subsecretaría de Economía Social del municipio. El Programa de Agricultura Urbana (PAU) ha sido reconocido internacionalmente desde sus inicios y, según datos oficiales, los ocho Parques Huerta y las nueve huertas comunitarias en las que trabajan más de 350 personas producen más de 650 toneladas de verduras agroecológicas al año.
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“Las hierbas aromáticas necesitan sol”, sentencia Roxana Wolojviansky, propietaria de varios viveros e instructora de jardinería. No se necesita mucho espacio para plantar lechugas, revela, sí que la huerta reciba por lo menos seis horas de sol y se ubique cerca de una fuente de agua. “Se pueden hacer huertas ornamentales, no necesariamente la huerta debe ser fea. Lo importante es evaluar qué vas a consumir para aprovechar el jardín. Si son solo dos personas, no sirve hacer 15 plantas de lechuga”, advierte, y cuenta que, entre sus clientes, una buena cantidad ha transformado las terrazas en verdaderos jardines o huertas en macetas. “Antes las terrazas eran depósitos de cosas que se acumulaban, por suerte ahora también hay una tendencia a no acumular”, observa Roxy.