Los hogares unipersonales, aquellos habitados por una personas sola, son cada vez más. Es un fenómeno que ocurre en todas las grandes ciudades del país y Rosario no es la excepción. En la ciudad, las viviendas ocupadas por solos y solas ya representan el 30 por ciento, alcanzando la paridad con aquellas donde residen parejas con hijos. Para los especialistas se trata de un "cambio de época", marcado por un mayor individualismo, nuevas formas de relaciones y la reducción de la natalidad.
Lo cierto es que se trata de una tendencia que está en aumento. De acuerdo a un informe elaborado por la Usina de Datos de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) en base a Microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (Indec), en los últimos 27 años los hogares unipersonales del aglomerado Rosario crecieron al doble. En 1996, primer año de la serie, las viviendas ocupadas por una sola persona eran el 14,6%, en 2023 representan el 29.2%.
Qué dice la Encuesta de Hogares
Hay más datos. Según la primera Encuesta de Hogares que realizó el organismo que depende de la UNR, la mayoría de los hogares rosarinos está habitado por más de una persona, entre los que se destacan aquellos conformados por parejas con hijos (30%), seguidos por los habitados por parejas sin hijos (16%), hogares extendidos (13%) y hogares sin cónyuge con hijos (11%). En tanto, los hogares unipersonales alcanzan un 30%.
Una mirada de género permite una mejor caracterización de estas viviendas. Entre los hogares donde el jefe de hogar es un varón predominan aquellos compuestos por parejas con hijos. En cambio, en el caso de las unidades de convivencia con jefaturas femeninas predominan los hogares unipersonales, seguidos por los de mujeres sin cónyuge con hijos.
Estos cambios reflejan una transformación en cómo las personas definen las relaciones.
Personas solas: un cambio de época
El aumento de hogares unipersonales "es un tema que, en principio, está muy relacionado con la sociedad actual", destaca Cecilia Pedro, psicóloga especializada en clínica y señala que las transformaciones que experimentan los vínculos entre las personas son siempre materia de análisis.
"En psicoanálisis trabajamos desde la singularidad de cada paciente. Hay personas que eligen genuinamente estar solas porque han desarrollado esa capacidad o esa actitud y generan una linda vida a solas, que tienen una vida que les gusta y con un núcleo de vínculo de amistades que eligen. Hay otras que optan por estar solas por decepción o porque están atravesando algún conflicto, personas que han estado casadas o en pareja y eso no ha funcionado. No se puede generalizar, también hay personas que siguen conviviendo con otros, aun estando mal con ese vínculo, pero no pueden cortarlo", señala.
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Aun con todas esas particularidades, reconoce que el crecimiento de hogares unipersonales está ligado con los vertiginosos cambios que experimenta la sociedad actual, "donde hay mucho individualismo, mucha compulsión a disfrutar el presente, donde no existen proyecciones a largo plazo. Una sociedad de consumo y de placer inmediato, donde se le da mucha importancia a los proyectos personales", describe.
Hasta mediados del siglo XX, advierte, había mandatos claros como el matrimonio endogámico y para toda la vida. "Ahora tenemos distintas formas de familia y mucha diversidad en cuanto a los vínculos y en el modo en que cada uno proyecta su vida. La soltería se ha resignificado, antes estar soltero era mal visto, ahora vemos que hay personas que eligen vivir otra vida, vivir solas", apunta.
Para Pedro, la mediación de la tecnología es otro de los aspectos que permea los vínculos. "Las redes pueden favorecer algún acercamiento pero también los dificulta: mucha gente trata de sentir que no está tan solo conectando en las redes, pero chatear con alguien no es lo mismo que generar un vínculo genuino", dice.
Los nuevos solteros
El aumento del número de los hogares unipersonales no es un fenómeno exclusivamente rosarino, coincide con las tendencias de las ciudades más importantes del país. De acuerdo a los datos de la UNR, se ubica por encima del total de los 31 aglomerados urbanos (21,1%), Gran Santa Fe (19,2%) y Córdoba (27,5%); mientras que se acerca al valor registrado por la Ciudad de Buenos Aires con un 31,4% de hogares unipersonales, siendo ésta la más alta a nivel nacional.
Durante la pandemia, una investigación del Conicet indagó sobre la composición de los hogares unipersonales de la capital del país. El estudio demuestra que el mayor porcentaje de hogares de este tipo se concentra en personas de 65 años o más; una población mayormente viuda y principalmente feminizada. Un segundo grupo se compone en su mayoría por adultos varones, separados o divorciados. Finalmente, el tercer grupo que caracteriza el estudio, presenta equidad de género y se conforma por jóvenes cuya situación conyugal predominante es la soltería.
El trabajo advierte que el aumento de los hogares unipersonales se vincularía con el estado civil y las modificaciones que se introducen en los patrones de reproducción de las familias, la nupcialidad y la fecundidad. Así, en los varones o mujeres jóvenes que viven solos se suele aplazar la constitución de una pareja estable, convivencia incluida, como la decisión de tener hijos o la elección de no tenerlos.
Para la población avanzada en edad, en tanto, existirían expectativas y proyectos de vida que se distancian de la construcción conjunta el hogar y la preferencia de relaciones y vínculos afectivos sin convivencia.
Lo micro y lo macro social
Belén Rana es psicóloga, dedicada a temas de sexualidad y perspectiva de género. Según considera, pensar las relaciones vinculares implica revisar dos aspectos: lo micro y lo macro social o cómo se condicionan los afectos y los mandatos.
"Antes, hablar de hogar implicaba la constitución de una familia. Lo que se escucha mucho en la clínica individual es que el hogar se conforma como un lugar seguro, lo que imprime la idea de que afuera hay un riesgo. El hogar termina siendo una trinchera, más que un hogar", señala y apunta que "la causa de eso es el agotamiento por la superproducción en la que estamos inmersos todo el tiempo, las expectativas muy elevadas de rendimiento en el trabajo, el individualismo y el aislamiento que se manifiesta incluso en el aplazo en la fecha de inicio de las relaciones sexuales entre los jóvenes".
Todo esto, apunta, habla de cómo una mecánica de producción se traslada a la forma en que se establecen los vínculos: "El emprendedurismo, que es el ideal neoliberal de autonomía absoluta, rompe los lazos sociales y produce una determinada subjetividad, con sus verdades, que son producto de una época".
Lo que cuesta, dice, es el encuentro con el otro. "No hace falta pensar en una pareja, lo podemos ver en algo tan cotidiano como viajar en colectivo. Antes mirábamos a quienes teníamos al lado, hoy no levantamos la vista del celular", ejemplifica.
En el medio, "lo que se desarma es la agrupación, lo colectivo, el lazo social. Porque en las redes sociales, lo que aparece es una comunidad como una ilusión, en una sociedad que vive en un individualismo extremo que hace que a la hora del encuentro con el otro no te puedas encontrar", cierra.