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Luna Corvalan, Micaela Portero, Esteban Corvalan, Silvia Gómez, Camila Zambrano, Memé Borgatello, Graciela Ghidinelli y Paola Streuli
Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
Parte de la casa
Silvia es introvertida. La muela parece salirse de su cara y sus ojos cansados muestran la larga noche que pasó. “Ya me tomé algo, pero no pude dormir nada”, le confió a La Capital. Mate en mano, la mujer de Villa Cañas está firme para su hija Agustina, que cuando no está mirando la televisión o Chicas Indiscretas (serie para adolescentes de Netflix), se la puede ver escuchando Laura Pauzzini o Luis Miguel, aunque no falta la oportunidad en las que se sienta frente al espejo para maquillarse o pintarse las uñas. La mujer de 44 años pasa sus días limpiando y cocinando, es que Agustina prefiere lo casero y mamá cumple: el menú de hoy consistió en unos churrascos con arroz.
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Primero por el Samco local, más tarde por el Eva Perón en Baigorria y finalmente en el Vilela, desde allí la recomendaron Faohp y los 200 kilómetros que separan Rosario de Villa Cañas sólo fueron transitados para pasar las fiestas de fin de año junto a sus otros cuatro hijos y esposo.
Paola, en cambio, es extrovertida. Su raudo hablar marca su estado. Apodada “la chica lavandina” ayudó a la convivencia en la casa movilizándola desde la limpieza y no es extraño verla los sábados por la mañana comandar al grupo al ritmo de la escopa y los cepillos. Madre de otros dos hijos, aborrece que relacionen al cáncer con la lástima: “Es lo peor que te puede pasar y nosotros necesitamos el aliento de los pares. Es de vital importancia”.
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Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
Ella empuja a Lautaro. El niño hace dos meses está en silla de ruedas atravesando la mitad de su tratamiento. Su tiempo en la casa Faohp no le impide jugar Fornite, PES, coleccionar camisetas de fútbol y hasta batirse a duelo sobre un tablero de ajedrez con Hugo, una de las 35 personas entre colaboradores y trabajadores que conforman la Casa Faohp.
Para Lautaro tampoco difícil hacerse de amigos, recordó a Gonzalo, un niño salteño que pasó por la casa y la dejó a principios de febrero con el alta en la mano y aplausos de fondo, y Santino, con quien pasaba las horas en su escuela de Reconquista y lo vino a visitar semanas atrás. Es también el creador del grupo de WhatsApp de los pacientes del Italiano, que el mismo se encarga de activar con mensajes. Le esquivó a las fotos, pero cuando las palabras giraban en la mesa, se fue acomodando a la conversación y cayó de su boca con la simpleza de un niño: “Acá estoy mejor que en el hospital”. Además, recordó la vez que fue víctima ante un estafador rosarino que le arrebató 10 mil pesos de manera virtual y no se olvida del taxista que los trajo desde Barrio Banana y no les cobró el viaje: “Este es mi aporte nos dijo. O sea, también te encontrás con este tipo de gente”, recordó Paola.
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En sus distancias se encuentran. Ambas muy creyentes, pulseras en sus muñecas y sentadas a la par tienen una sintonía a partir de un duro presente. “Tenés que estar fuerte para tu hija”, dijo Silvia sin titubear. “No podés demostrar debilidad”, sumó Esteban Corvalan, el papá de Mateo de 12 años, otro de los niños atendidos en el Vilela.
Esteban, de 34 años, está junto a su esposa Eryka. Ella acompaña a Mateo en la internación y Esteban quedó a cargo de Luna, la hija menor de la familia de tan solo 8 años. Llegaron desde Santa Fe luego de un periplo de médicos. Primero el Hospital de Niños "Dr. Orlando Alassia", en su ciudad natal, luego Hospital General “Ricardo Gutiérrez” en Buenos Aires y por último el Vilela ya en Rosario, desde hace 45 días, aunque combaten con idas y vueltas al cáncer de Mateo desde hace 7 años. Fanáticos de Unión, Esteban y su hijo siguen al Tate en cada partido, mientras tanto Luna, donante de medula ósea, vive los días en el hogar desafiando a quien se le cruce a derribar pingüinos, un juego de mesa que consiste en martillar una superficie de bloques evitando que se caiga el ave. No hace trampa, respeta las reglas y su mirada controla el tablero con una minuciosa atención y es así pasan los rivales sin poder derrotarla.
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Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
De puertas abiertas
En 2018 la Fundación Argentina Onco Hematológica Pediátrica (Faohp) recibió en comodato por 20 años un terreno en Virasoro 870, entre Maipú y Laprida frente a la sede de Gendarmería en la zona sur. Durante cinco años estuvieron trabajando sobre el lugar y finalmente, en abril de 2023 cortaron cintas y el objetivo estaba cumplido.
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A partir de allí, la puerta de la casa y sede de la fundación se abrió para recibir a las familias que atravesaban un tratamiento oncopediátrico. “Cuando un chico está enfermo, toda la familia lo está”, dijo la vicepresidenta de Faohp, Memé Borgatello a La Capital. Acompañada de la presidenta de la organización, Graciela Ghidinelli guiaron la visita del medio a una casa dominada por un blanco resplandeciente, sólo interrumpido por juguetes y los nombres de las habitaciones rojo, azul, celeste, violeta, verde, rosa, naranja, amarillo y turquesa, es decir, colores.
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Memé Borgatello y Graciela Ghidinelli
Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
Por los pasillos de la casa pasa gente todo el tiempo y es un refugio para las familias de afuera de Rosario que enfrentan al cáncer, aunque también pueden abrir sus habitaciones a los rosarinos que no cuentan con un espacio acorde para transitar el tratamiento. Chicos de Río Negro, La Pampa, Salta, Córdoba, Chaco, Santiago del Estero y varias localidades de Santa Fe pasaron por Faohp. En el peor de los casos la fundación ayuda, acompaña e intenta que sea menos doloroso el desenlace apoyándose en un “trabajo con el corazón”, expresó Borgatello.
Pero también hay lugar para el festejo. Cuando un pequeño llega con el alta los aplausos se hacen escuchar en todo el barrio, abrazos, sonrisas, lágrimas de misión completada. Una despedida, con asado de por medio, y alegría. Mucha alegría. Un diagnóstico temprano del cáncer infantil tiene un 70% de probabilidades de cura, Faohp refuerza eso y ofrece un castillo de optimismo para que los pequeños soldados le den batalla a la enfermedad.
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Quienes pasan por la casa de zona sur suelen permanecer entre dos y doce meses, sin embargo, la fundación no pone fecha límite. Con el alta regresan a sus ciudades y continúan con los controles rodeados de sus familias y amigos, pero todos ellos se llevan una parte de la casa consigo. Un cuadro con múltiples fotos de Jeremías, un niño santafesino que dejaba ver su amor por Colón recibe a todo aquel que pase por la puerta. “El amor sana. Las palabras que busco no existen, pues mi agradecimiento hacia ustedes no tiene comparación. Gracias Faohp”, firmó el niño.
La Casa Faohp es otro mundo. No se escuchan bocinas, gritos, ni mascotas de los vecinos, mucho menos ruidos molestos, es lo más parecido a vivir dentro de un tanque de agua. La rutina mansa sólo se interrumpe cuando llegan Fabiana Correa, Micaela Portero y Camila Zamorano, las primeras dos psicólogas y la última estudiante avanzada.
Ellas todos los viernes llevan adelante un trabajo solidario de escucha, acompañamiento, apoyo e inyectan una dosis de ánimo a una casa en una turbulenta armonía. Micaela juega con Luna, Camila se sienta a un lado de Agustina a pintarse las uñas, mientras tanto Fabiana se sienta y pide un mate. Si bien no hay cebadores oficiales, Silvia se encarga de la ronda. “Cuando vienen ellas te sacan de todo, de las pastillas, de los horarios. Cambia el aire son caras nuevas”, explicó Paola. La mirada de ella dejaba en claro el importante trabajo desinteresado que ejecutan estas tres mujeres, a veces con actividades grupales para mejorar la convivencia otras a solas para contener el río desbordado de emociones que significa combatir al cáncer o simplemente para ser un odio más en el día a día.
Cómo es la Casa Faohp
Un frente sólido presenta la casa construida entre 2018 y 2023. Un tono claro que no llega a ser blanco, una franja naranja y una puerta de color madera se abre para darle paso a dos oficinas, una administrativa y otra donde se llevan adelante las reuniones de comisión directiva. Allí hay cuadros, reconocimiento, pañales y hasta electrodomésticos donados para un futuro bono con el que recaudan fondos para sustentarse. El blanco de las paredes nunca deja de estar.
Un pequeño pasillo de no más de un metro da a una puerta blanca. “Esta puerta es espectacular”, dijo Borgatello mostrando los dientes de alegría. Para las voluntarias es el paso a la casa, al objetivo cumplido.
Luego de transitar por diferentes sitios, en 2023 se inauguró. La casa cuenta con tres niveles (planta baja y dos pisos) y una terraza donde se instalaron 16 paneles solares en busca de sustentabilidad.
Una vez que se cruza la puerta hay un espacio en común con un respiradero lleno de plantas. Despensa y baño adaptado a la izquierda y cocina a la derecha dan paso al gran salón donde un sillón mira hacia la televisión, que custodia las consolas de videojuegos. Dos mesas largas conforman el comedor decorado con trabajo manuales donados por los exintegrantes de la casa. Casi como una metáfora un Iron Man se posa en el centro de la sala y reafirma que en la Casa Faohp hay más de un hombre de acero.
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Más atrás está la sección lúdica: una cocina, una mesa para niños, juegos de mesas, bloques y una pared multicolor que reza con una contundencia que resuena: “Porque vivir es jugar y yo, quiero seguir jugando”. Ya en el fondo, el patio, colmado de verde, tiene un parrillero y juegos de plaza, tobogán, hamaca y una calesita.
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Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
La casa cuanta con nueve habitaciones, cuatro de ellas adaptadas. Todas tienen dos camas, un baño, un escritorio, dos placares, sabanas, toallas y frazadas, además de un tupper gigante con vajilla y elementos de higiene para mantener la asepsia necesaria para los pacientes oncopediátricos.
Tanto en el primer y segundo piso hay habitaciones para depósito de juguetes, pañales, libros y hasta un arbolito de navidad. También ventiladores recientemente donados.
Aunque las familias pueden cocinar, Faohp recibe ayuda de Marshall Catering que de lunes a viernes entrega almuerzo y cena. El gobierno de la provincia de Santa Fe también aporta desayuno y merienda en la semana y las cuatro comidas los sábados y domingos. “Las entidades que nos acompañan vieron cómo íbamos mostrando todo nuestro trabajo. También le pedíamos a todos con transparencia y abriendo las puertas”, remarcó Graciela Ghidinelli, presidenta de Faohp.
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Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
Son más de 400 metros cuadrados de una obra que llevó años de dedicación y que está construida con la fuerza de las decenas de voluntarias, tal es así que el fuerte temporal del 5 de febrero no corrió ni un tornillo de la casa.
El pasado domingo 9 de febrero realizaron la tradicional caminata desde Oroño y Pellegrini hasta los Silos Davis para mostrar la importancia de una detección temprana del cáncer, solicitar colaboración con la construcción de la Sala de Día del Vilela e insistir con la adhesión de Santa Fe a la ley nacional oncopediátrica, que beneficirá a unos 300 niños en Santa Fe.