“¿Tomamos un café?”. Quien responda afirmativamente podrá elegir entre una oferta cada vez más variada de locales donde no solo se beben infusiones sino que se consume un combo conceptual, por momentos inmersivo. La clave radica en “vivir una experiencia”. Mientras se degusta una merienda o un desayuno es posible leer libros o admirar plantas, y en ambos casos luego comprarlos, o transportarse gracias a las ambientaciones al País de las Maravillas de la Alicia de Lewis Carroll o a la Cuba de El Viejo y el Mar, pasando por el primer cat-café de la ciudad, repleto de felinos en el barrio Abasto. Solo algunas propuestas de los bares temáticos que en la ciudad le pelean clientela a la crisis, de la mano de la creciente demanda de los públicos para acceder a una vivencia especial, diferenciada, única.
“Un bar con cuatro mesas, dos heladeras y una pantalla se terminó. Queda para una clientela cautiva, de un club, de una escuela. Cuando entrás al mercado, tenés que innovar”, analiza Carlos Mellano, vicepresidente de la Asociación Empresaria Hotelero Gastronómica de Rosario (Aehgar). Ahí viene la apuesta a la sorpresa, a la generación de un rasgo distintivo en el que van a converger factores como la decoración, la música, la iluminación y, por supuesto, la carta.
“El precursor de esa mirada fue O’Connell’s, el pub irlandés de Salta y Paraguay. Fue uno de los primeros lugares (en 2000). Luego vinieron a instalarse las franquicias, principalmente desde Buenos Aires. Por otra parte están los antiguos bodegones, que no siempre logran transformarse en lo que ahora, sobre todo los jóvenes, quieren vivir en términos de experiencia”, completa Mellano sobre una de las claves de la época.
Es cierto que existen restaurantes o comedores temáticos, pero en la pospandemia el auge se verifica más intensamente en el rubro de los bares, donde el mayor consumo de cafetería de autor o de especialidad va acompañado por nutritivas colaciones que escapan al tradicional café con leche con medialunas. “La gente se volcó a las meriendas porque cenar sale muy caro”, opina Carla Musillo, al frente de un original vivero-café en el barrio Lourdes.
Una vieja casona tipo chorizo en Alvear al 1000, con varias habitaciones y patios, arrancó a fines del año pasado como sede del vivero Begonia, regenteado por Nadia Ojeda. Junto a Musillo habían sido empleadas en un negocio del rubro y apreciaron que después de la pandemia de Covid personas de todas las edades se interesaron en las plantas como nunca antes. En marzo Musillo se sumó a Begonia y la oferta del negocio se completó así con cafetería y pastelería artesanal. “Todo es casero y fresco”, relata la joven entre plantines, flores, macetas y accesorios. Todo se vende.
“La gente se enganchó con la propuesta, en pocos meses ya tenemos habitués. Estamos en el centro, rodeados de cemento, y esto es un pulmón verde para relajarse y conversar. Es un lugar muy tranquilo, no para apurados: la gente viene a leer, a encontrarse, suele haber mesas grandes”, describe la joven y anuncia que si bien solo funcionan en horario diurno, “ya añadimos coctelería, así que tenemos ganas de abrir de noche cuando llegue el verano, incorporando picadas y platos fríos”.
También por la tarde levanta la persiana de su inédito Gatogasinos la terapeuta holística Cecilia Mansilla, que en octubre de 2022 inauguró el primer cat-café de la ciudad, ubicado en Cochabamba 1488. “Es el único en su tipo y costó mucho conseguir que lo habilitaran porque era algo nuevo en Rosario, no en el mundo, de hecho yo lo conocí viajando”, recuerda. Cree que Gatogasinos va más allá incluso del concepto de bar temático porque constituye directamente “una experiencia mística” que incorpora “la energía sanadora” de los felinos, la musicoterapia (que ella misma programa a través de la frecuencia de los cristales) y la aromaterapia.
“Siento que abrimos un camino. Ojalá hubiera más barcitos como estos, siempre con mucho respeto y empatía. Acá se viven experiencias muy profundas”, asegura rodeada de gatos y de murales que los representan. En el local viven ocho ejemplares que fueron rescatados tras sufrir abandono. “Esta es la casa de ellos, así que si uno viene acá, viene a visitarlos”, explica con entusiasmo. “Son resimpáticos, se brindan pidiendo cariño o subiendo encima de los clientes. Les encanta estar con gente”, describe Mansilla, contenta porque el ingreso que le reporta el negocio le alcanza para garantizar la manutención y asistencia de los animales. Uno de los efectos del emprendimiento es que se generó “una hermandad” con entidades protectoras y personas que aman a los gatos, incluso quienes buscan a las mascotas que se pierden o a humanos que puedan albergarlas en tránsito.
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Otra particularidad de Gatogasinos es que las infusiones se pueden repetir todas las veces que el comensal desee. “La gente se queda dos horas promedio. Tenemos chicos que vienen a estudiar con sus compus porque acá bajan el ruido mental. Es un lugar simple pero especial, donde hay armonía”, sonríe, y se disculpa porque las palabras no alcanzan para definir lo que cada uno vivencia.
Bares temáticos: para muestra basta un botón
Algunas de las actuales propuestas temáticas en Rosario están relacionadas con el rock (Beat Memo y Rock&Feller?s, que tiene tres locales), los libros (la tradicional librería Homo Sapiens y el bar cultural Gato Eterno, que inauguró en mayo), las plantas (además de Begonia, el vivero café Buglé), los personajes (la cafetería y pastelería Sophie?s recrea el mundo de Alicia en el país de las maravillas frente al parque Independencia, y El Viejo y el Mar la novela de Ernest Hemingway, y por extensión la cultura cubana) o las antigüedades, en el ecléctico y clásico Viejo Munich de República de la Sexta.
Ya en el terreno de la coctelería, se suman el Bar Consultorio, donde los tragos y los menús están presentados en clave de tratamientos y de curas, y La Gintonería, especialista en gin tonic desde hace seis años, en un local ambientado al estilo de las cafeterías americanas de la década del 50.
Que estos bares ofrezcan fondos “fotografiables” no es menor en un mundo donde casi todas las actividades humanas necesitan ser registradas. Y mostrarse luego en las redes.