El teatro El Círculo se transformó en un túnel del tiempo. Flotaba en el aire la sensación de que aquel recordado Congreso de la Lengua de hace 20 años atrás. Es qué al igual que aquella vez, cuando el querido Negro Fontanarrosa reivindicó con altura y humor a las malas palabras, se olfateaba que algo maravilloso iba a ocurrir. Algo que de seguro quedará en las crónicas, en los celulares y en cualquier tipo de registro que de ahora en más ya no le pertenecen ni siquiera a esta ciudad, sino al mundo entero.
Es que la emotiva charla entre el entrañable amigo del negro, Joan Manuel Serrat y el escritor Eduardo Sacheri, no solo se transmitió en vivo para 7 países diferentes, sino que recorrió y recorrerá el mundo como un canto a la amistad, a la poesía, al talento y a la risa, todos elementos comunes entre ambos.
Pasadas las 19.15 el cantautor español llegó a los camarines tras haber visto por televisión en el hotel el agónico empate sobre la hora de su querido FC Barcelona. Si bien el desenlace futbolístico con los dos goles del Celta de Vigo en los últimos 4 minutos de partido no oficiaron de antesala ideal, rápidamente el Nano se quitó las penas futboleras y se adentró en la premisa que lo hizo recorrer miles de kilómetros solo para homenajear a su amigo. De forma desinteresada, Serrat llegó a Rosario con el único objetivo de hacer aún más grande a Roberto Fontanarrosa.
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A las 19.45 las luces se apagaron, los palcos empezaron a vitorear, y en la pantalla el tiempo volvió hacia atrás. No había otra manera posible de iniciar que no fuera con la tan recordada intervención del Negro en el Congreso de la Lengua, en ese mismo teatro, y seguramente ante más de un espectador repetido. Esa fue la introducción para que primero Sacheri, y automáticamente después Serrat, pusieran un pie en el escenario para arrancar la primera ovación del público.
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En una mesa que emulaba una de El Cairo, comenzaron a desandar la charla con un hilo conductor. Una formación de 11 tópicos, que sirvieron para que no quede nada afuera, y para poder tener algún tipo de control de tiempo y espacio, porque como era predecible, sin limitante alguna la charla podría haber durado días, y nadie se habría movido de su butaca, como ocurrió en la hora cuarenta que duró la alocución.
“Al Negro lo conocí en el Mundial de España 82. Primero conocí a Menotti, y después del debut de la selección fuimos a un bar que estaba plagado de argentinos. Al entrar, vi a aquel tipo barbudo, greñudo. Negro. Y ahí comenzamos a conversar y nunca más dejamos de hacerlo”, comenzó a contar Serrat en detalle aquellas primeras palabras cruzadas.
“Al primer lugar fuera de Buenos Aires que fui a tocar en Argentina fue a Rosario, y a la primera persona que fui a ver fue al Negro. Pudimos disfrutar de las charlas y de un asado muy bueno, que no hizo el Negro, no era muy bueno para esos menesteres”, continuó con sorna.
La charla fue transcurriendo: Amistad, Rosario, Argentina, Poesía, Fútbol, fueron algunos de los principales momentos, todos con algún guiño del Negro. Alguna viñeta, algún tramo de un cuento, algún video o simplemente alguna anécdota que no hacía más que refrendar lo unidos que fueron. Lo unidos que aún siguen siendo.
“La fidelidad del Negro con Rosario solo es equiparable a la de los rosarinos con el Negro. Cada vez que me cruzo un rosarino en Barcelona me paran y me dicen: "Somos de Rosario, muy amigos del Negro". Si tuviera que anotar cuantos habitantes tiene Rosario en función de los que me han dicho esto, esta ciudad sería Nueva York”, contó con altura y tono socarrón, para inmortalizar uno de los momentos más divertidos y resonantes de la noche.”
“Me hace muy feliz haber sido amigo del Negro, seguirle siendo fiel a su recuerdo y a su memoria”, cerró luego de casi dos horas de charla el enorme Serrat. Un tipo que a sus 80 años hizo 10.433 km solamente para venir a hablar de su amigo, para estar presente en su ciudad, en su hogar, en su lugar en el mundo.