La Isla de los Mástiles, frente a Granadero Baigorria, nació hace un poco más de 80 años. Para la historia de la geografía es un tiempo relativamente corto: se podría decir que la isla que sufrió incendios este jueves es un territorio nuevo, que debe su aparición —y su nombre— a un choque entre una barcaza y un buque petrolero.
Lo cierto es que, previa a su aparición en 1943, en aquel espacio existía una pequeña isla que comprendía tres islotes y no llegaba a las 25 hectáreas. Se conocía, por entonces, como Los Mudos y el primer indicio de su existencia fue registrado en 1888 cuando un empresario rosarino se adjudicó la compra de aquellas tierras al gobierno provincial.
Mucho tiempo después, el viernes 8 octubre de 1943, una barcaza que transportaba trigo y maíz encalló en un banco de arena, siendo imposible moverla. La barcaza se llamaba “Plaza Libertad” y era una embarcación chata, sin proa ni popa, que cargaba 1.580.000 kilogramos de trigo a granel.
Unos días antes había partido desde Puerto General San Martín con destino a Buenos Aires cuando aquel banco de arena detuvo su andar a 180 metros de su canal de navegación.
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En la vieja cartografía se señalaba el lugar de hundimiento del Plaza Libertad
Una isla frente a Granadero Baigorria
Para colmo de males, fue embestida por el buque petrolero “Presidente Figueroa Alcorta” de la flota de YPF que navegaba aguas abajo y vacío. El impacto provocó destrozos en el Plaza Libertad y, finalmente, quedó sumergido en el río Paraná, frente a lo que en aquel momento era el Pueblo de Paganini (hoy Granadero Baigorria).
Por su parte, la embarcación de YPF, que era considerada el mayor buque mercante construido en Argentina y Sudamérica, incorporado a la petrolera en 1937, pudo seguir su curso.
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La Isla de los Mástiles con el paso del tiempo. A la izquierda, la isla en 2020, a la derecha una imagen aérea de 1984.
La zona comenzó a acumular sedimentos que, lentamente, incrementaron la superficie del terreno, que hoy cuenta con 916 hectáreas. En este sentido, la corriente produjo remolinos sobre el casco del barco que formaron un banco de arena en el cual, progresivamente, fue alojando vegetación hasta convertirse en lo que es en la actualidad.
Por supuesto, su nombre resulta bastante evidente. Durante varias décadas, cuando el río bajaba, los mástiles volvían a salir a la superficie. Los isleños, pescadores y quienes tenían algún medio navegable fueron testigos de aquel fenómeno, hasta que la embarcación desapareció por completo.