En 1951, en pleno auge ferroviario, María Juana se convirtió en un polo industrial con la creación de la fábrica de vagones de trenes Buriasco. La planta, que en sus mejores años llegó a ser la más grande de Sudamérica, dio origen al primer vagón de carga argentino y generó empleo para cerca de mil trabajadores, muchos de ellos migrantes de distintas provincias que encontraron en sus galpones una fuente de sustento y progreso. La industria ferroviaria marcó la identidad del pueblo santafesino, que creció al ritmo del sonido del metal y la soldadura, con la fábrica como motor económico y símbolo de desarrollo.
El declive llegó en la década del 90, cuando la privatización del sistema ferroviario dejó a Buriasco al borde de la desaparición. Sin embargo, el recuerdo de aquellos tiempos sigue vivo en María Juana, donde extrabajadores como Jorge González, heredero de una tradición familiar ligada a la fábrica, mantienen la memoria activa. En su pequeño taller de carpintería, lejos del esplendor de los antiguos galpones, el hombre construye réplicas de los vagones y locomotoras que alguna vez salieron de su pueblo rumbo a las vías del país. Un homenaje silencioso a una época en la que María Juana fue protagonista de la historia ferroviaria argentina.
Algunas tardes, Jorge sale con su cámara y se instala en el predio del ferrocarril, ese espacio que, como en tantos pueblos de la llanura argentina, acompaña las vías. Fotografía las formaciones que hacen una pausa o los trenes que, de vez en cuando, atraviesan el paisaje. Luego, traza los planos sobre una plantilla y da inicio a su labor de artesano. En el marco de Compás 150, el ciclo audiovisual de La Capital, Nachi Saieg e Ignacio Noviski visitaron su taller y descubrieron junto al hijo de ferroviarios los encantos de los trenes más representativos del pueblo.
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