Cinco meses y 18 días. Ese fue el tiempo que la poetisa Alfonsina Storni, una de las más grandes exponentes del modernismo argentino, vivió en Bustinza. De esta breve estancia no queda ningún registro gráfico, no hay fotografías suyas allí, la casa que habitó fue derrumbada en la década del ‘70 y apenas si sobrevive, en el Museo Histórico local, el escritorio que utilizaba.
Todo lo que se conoce de esos pocos meses lo describió el historiador Domingo Demarchi y acaso quien fue el mejor biógrafo de Storni: Carlos Andreola. Incluso, la presencia de Alfonsina en Bustinza no figura en muchos escritos de quienes investigaron su vida. Eso sí, cada habitante de la pequeña localidad del departamento Iriondo la nombra con orgullo por lo que le enseñaron en la escuela o por el relato oral que se transmitió por generaciones. Sienten que, al menos por un ratito en la vida de la genial poetisa, Bustinza fue su lugar.
Llegó un 24 de agosto de 1908 para vivir junto a su madre, Paolina, quien luego de enviudar se había casado con José Perelli, un tenedor de libros que trabajaba en un comercio de Bustinza. Alfonsina había renunciado a la compañía de teatro itinerante del español José Tallavi a la que pertenecía. Si bien estaba a punto de ser nombrada primera actriz, se encontraba abatida y triste y decidió abandonarlo todo. Llegó desde San Juan buscando el calor del hogar materno.
Bustinza, un pueblo apacible
Por aquel entonces Bustinza era un pueblo apacible, de calles polvorientas. No más de 500 almas vivían en la zona urbana y otras tantas en la rural, de acuerdo con un censo de la época.
Respecto a lo que se conoce, Alfonsina se integró rápidamente con los habitantes porque colaboraba en todo lo que se organizaba en el pueblo.
“Tuve la suerte de conocer a Primitiva Correa, una jovencita con la que (Alfonsina) jugaba y guardaba un lindo recuerdo de ella y la gente del pueblo también”, relató Teresa Zeballos, bustincera por adopción y apasionada por la cultura y la historia en general y en particular por su interés y conocimiento sobre la vida de Storni.
“Creo que la gente sentía una gran admiración por ella, primero porque era una jovencita, un poco más adelantada al tiempo, venía de una ciudad más grande, y entonces estaba más desinhibida que las demás chicas del pueblo. Aparte, su vida teatral. Es por eso por lo que les transmitía a sus amistades la picardía de la gran ciudad, lo que ningún adolescente pueblerino conocía”, agregó Zeballos.
Probablemente en esos días de paz pueblerina haya nacido la vocación docente de Alfonsina, colaborando en la escuela que su madre tenía.
“La mamá tenía una escuela en la casa. Era privada porque la señora era suiza y no pudo revalidar su título aquí y puso una escuela, ella por supuesto enseñaba todo los contenidos oficiales. Entonces, Alfonsina buscó la forma de ayudarla”, contó Teresa. Así es que la joven se inició en la tarea de corregir deberes o incluso dictar alguna clase.
También es posible que en el transcurrir de aquellos días, de aquellas caminatas o cabalgatas por los caminos cercanos, en aquellos atardeceres multicolores que el campo ofrece, en las sombrías oscuridades de las arboledas, Alfonsina se fuera haciendo, sin querer, enteramente poeta.
“Dicen que ella era una mujer muy alegre pero cuando se transformaba en la poesía y en la declamación era muy histriónica, dicen que de bien que estaba diciendo un monólogo muy triste o al revés, irrumpía en carcajadas y si era algo muy alegre irrumpía en llanto. Seguramente leía mucho, escribía mucha poesía muy triste, que la madre rompía, a medida que las iba encontrando las iba rompiendo”, aseguró Zeballos.
Hubo una poesía, “Jamás podré olvidarte”, escrita probablemente en uno de esos días de tristeza y melancolía acosada por el recuerdo de la muerte de su padre, ocurrida dos años antes, que se salvó de su madre y que se conserva hoy como uno de sus primeros poemas.
Mejores horizontes
Sin embargo, a pesar de tener un buen pasar en Bustinza, Alfonsina parecía no estar hecha para aquella vida pueblerina y más bien estaba sedienta de mejores horizontes. Así, una situación casual le abrió las puertas para emigrar. “Ella vio en el diario La Capital que decía que abrían en Coronda la escuela de maestros rurales. Entonces ella vió ahí la forma de seguir estudiando y de salir del pueblo. Ahí se entusiasmó”, comentó Zeballos.
Para poder ingresar a esta escuela, Alfonsina debía rendir un examen. Sin embargo, a pesar de no tener los recursos suficientes para hacerlo, contó con el apoyo incondicional de todo el solidario pueblo.
“Había un señor, Daneri de apellido, que le prestó un libro para que ella se prepare mejor, para ingresar a esa escuela y bueno, eso estaba resuelto, ella se preparó, pero había otro inconveniente, que era el viaje a Coronda, que era costoso. Cuando el pueblo se enteró hizo una colecta, reunió 30 pesos que a ella le era más que suficiente y se lo entregaron para que pueda partir”.
Así, Alfonsina se fue de Bustinza un 11 de febrero de 1909. Unos meses después su familia también dejó el pueblo, lo que confirma la teoría de que Alfonsina nunca más regresó por estos lados. Breve fue la presencia de Alfonsina en Bustinza, pero grande su impacto.
Quedan como recuerdos de su paso su nombre impuesto en la biblioteca de la escuela secundaria y en el patio cubierto de la escuela primaria, un mural ubicado en este patio de esta institución realizado por Héctor Disantis, un busto hecho por el artista local Domingo Demarchi y, por supuesto, el escritorio que utilizaba.
Por Pablo Amadei, especial para La Capital