¿En qué actos se resume el paso por la vida terrenal de una persona? ¿Y si esa persona fue nada más y nada menos que el Papa Francisco? ¿Cuáles son los hechos que lo harán pasar a la historia? ¿Cuáles los factos (y lanzó muchos durante su papado) que harán que nunca lo olvidemos?
Hoy amanecí con la noticia de la muerte del Papa Francisco y sentí que todo era un poco menos lindo para los argentinos y argentinas. Que el cielo protector se había encapotado para siempre.
Las redes sociales se llenaron de comentarios, frases, videos, fotos donde todos parecían hacer fuerza para alargarle la vida al Papa argentino, al nuestro. Así, se me apareció Bergoglio leyendo en el subte A antes de ser Papa, Francisco invitando a los jóvenes reunidos en Lisboa a “hacer lío”, o diciendo que lo importante es soñar y contarlo (“Soñá que el mundo con vos puede ser distinto”) o llamando a no perder el humor porque “hay muchos obispos avinagrados” y eso está mal.
Me llamó la atención que no todos los que lo lloraron esta mañana fueran particularmente creyentes y me incluyo. No todos los que compartieron su pesar y sus recuerdos se asumen católicos apostólicos romanos o simplemento cristianos. Y eso en un punto que no deja de sorprender.
En un país de grietas históricas, ¿habrá sido Francisco el que ayudó a cerrar al menos una: la que separa a ateos de creyentes?
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Un Papa no europeo, humilde y de puertas abiertas
Por empezar, fue el primer Papa no europeo y latinoamericano (“Hasta el fin del mundo me vinieron a buscar”, dijo cuando fue pontificado) que devolvió los valores comunitarios al catolicismo y eso en este mundo individualista y neoliberal lo hace todavía más grande.
Eligió su nombre inspirado por San Francisco de Asís el gran predicador de la humildad y así fue él: humilde. Y en estos doce años fue cabeza de grandes cambios en una institución clerical que había perdido imagen, credibilidad y sobre todo fieles.
Llevó adelante una actualización de la doctrina social católica atendiendo al “cuidado de la casa común” y denunciando el obsceno crecimiento de la desigualdad envuelto en las banderas de la justicia social.
Hizo de la Iglesia un lugar de puertas abiertas y como un Jesús recibió a todos y cada uno. Sí, aún a aquellos que hasta el momento estaban manchados para la institución religiosa: trabajadoras sexuales, gays, lesbianas, feministas. Incluso, las mujeres de Católicas por el Derecho a Decidir le llegaron a entregar un pañuelo verde de la Campaña por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito cuando fueron recibidas por él.
“El Señor no señala con el dedo, sino que abre sus brazos; es curioso, el Señor no sabe hacer eso (señalar con el dedo), sino que hace esto. Nos abraza a todos. Él nunca cierra la puerta, nunca”, dijo.
Habitar las propias contradicciones
Una amiga feminista me escribe desde Europa muy compungida. Me dice que la entristeció la noticia pero que no tiene con quién compartirla. Que ninguna de sus amigas, casi todas feministas, entiende su pesar. Le digo que le falto ahí para defender toda causa injusta. Nos reímos. Entonces me pregunto: ¿Qué decimos hoy las feministas?
Me animo a pensar que como la propia Iglesia, Francisco también cambió en estos años. O, como nos gusta decir a las feministas, aprendió a habitar sus propias contradicciones.
Es que, el Papa pasó de estar en contra del matrimonio igualitario a decir que “ser homosexual no es un delito, es una condición humana y quien penaliza la existencia del otro no tiene corazón”. También, llegó a permitir la bendición de parejas del mismo sexo y las personas trans sean padrinos o madrinas en bautismos. Pidió perdón por los miles de abusos sexuales dentro de la Iglesia, y ordenó investigar y atender a las víctimas. Como si fuese poco, trabajó para modificar el Derecho Canónico y que los curas acusados sean juzgados penalmente.
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Un fiel sostiene un retrato del difunto papa Francisco en la Basílica de San José de Flores, donde rezaba en su juventud, tras el anuncio del Vaticano de su fallecimiento en Buenos Aires, Argentina, el lunes 21 de abril de 2025. (Foto AP/Gustavo Garello)
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A lo largo de todo su pontificado denunció la violencia de género y la explotación sexual de las mujeres. “Toda violencia contra la mujer es una profanación a Dios”, aseguró en 2021.
Para él, la mujer era imprescindible en la Iglesia. Y promovió una mayor presencia femenina en el Vaticano: hizo nombramientos históricos como el de la religiosa francesa, Nathalie Becquart, laprimera mujer con derecho a voto dentro de los Obispos, y encargó a seis mujeres las finanzas del Vaticano que estaban bajo la mira cuando él asumió.
En enero de este año, ungió por primera vez en la historia a una mujer al frente de una las principales instituciones religiosas del Vaticano. Se trata de la monja Simona Brambilla, nombrada prefecta del Dicasterio, un organismo de la Santa Sede. “Y en adelante que las mujeres vayan entrando”, auguró Francisco.
Es cierto, entre el Papa y los feminismos hubo espinas, conflicto y tensión. El tema del aborto tal vez sea una de las enormes diferencias. Pero que el Papa haya elegido no condenar a las mujeres que pasan por esa práctica no es un dato menor.
Murió la noche después de la Pascua y el pasado Miércoles Santo en un saludo al personal médico del Hospital Policlínico Gemelli donde era atendido dejó un mensaje en línea con la apertura femenina: “Cuando mandan las mujeres, las cosas funcionan. Gracias, y gracias a todos ustedes”. Que llegue la hora de la Papisa. Amén.