Aún antes de conocerse el resultado final de las elecciones de Estados Unidos bastaba con ver las caras de tristeza y decepción de los militantes (en su mayoría afroamericanos), en el búnker de Kamala Harris en la ciudad de Washington para darse cuenta de que la remontada necesitada ya entraba dentro del terreno de los milagros. Por el contrario, en el búnker de Donald Trump los militantes vivían esa misma realidad con una moderada alegría que esperaba un grito contenido de triunfo que los depositara 4 años después, y nuevamente, en la Casa Blanca.
A pesar de todos los análisis (algunos malintencionados y otros no tanto) de periodistas y consultores políticos que decían que la elección de Estados Unidos iba a ser pareja o iba que esperar varios días para conocer el resultado definitivo, nada de eso sucedió: Donald Trump ganó con comodidad las elecciones y se convertirá en el 47 presidente de los Estados Unidos.
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El candidato presidencial republicano y expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, asiste a un evento conmemorativo en el Trump National Doral Golf Club en Florida, Doral, Estados Unidos. Fotografía: Joe Raedle/Getty Images
Alrededor de la 4.30 de la madrugada (hora de Washington), a partir de la declaración del triunfo republicano en el Estado pendular de Wisconsin se hizo cosa juzgada el triunfo del candidato republicano por sobre la candidata demócrata quien no salió a hablar con sus militantes, quienes poco a poco abandonaron el búnker. Incluso ni siquiera en redes sociales reconoció el triunfo de su contrincante.
¿En que se basó este triunfo de Donald Trump?
Primero que nada y desde el aspecto formal, se proyecta que Trump va a terminar ganando en todos los estados péndulos (Swing States), es decir, aquellos estados más determinante en este proceso eleccionario.
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El sistema electoral estadounidense hace que repetidamente haya Estados que históricamente votan al candidato demócrata o republicano de turno, independientemente del nombre de quien se postule por uno u otro partido. Pero hay varios distritos (en este caso siete) en el que las proyecciones decían que los electores podían votar por uno u otro partido siendo una intriga para que partido se inclinarían finalmente.
Así, el magnate inmobiliario se proyectaba que ganarría en Wisconsin, Pensylvania, Georgia, Carolina del Norte, Michigan Arizona, es decir, en siete de los siete que definían la elección.
Como posteo en su plataforma X, el millonario Elon Musk, amigo personal del próximo presidente estadounidense y uno de los que siempre manifestó su apoyo incondicional al republicano, en clara referencia a una contienda de tenis "Game, set. Match".
Pero si vamos a un análisis mas profundo del porqué de lo determinante de este triunfo republicano pero más específicamente de la derrota del oficialismo demócrata podemos llegar a varias conclusiones.
Kamala Harris, a mitad de camino
Primero que nada, no dejemos de recordar que Kamala Harris fue candidata presidencial apenas poco más de tres meses luego que Joe Biden, quien parecía evidenciar algunos signos de deterioro cognitivo en julio de este año, cediera ante la presión del partido para que desista su candidatura, tratando de evitarle al octogenario presidente una derrota inevitable.
En la otra vereda, el otrora conductor del reality televisivo "The Apprentice" inició su campaña el día después de haber reconocido su derrota en las elecciones del 2020, casi 4 años donde no perdió oportunidad de contarle las costillas a la administración Biden y de mostrarse como una alternativa para retomar su lugar en la Casa Blanca.
En segundo lugar, Harris, de la misma manera que le ha pasado a más de un candidato en Argentina, quedó a mitad de camino entre mostrarse como continuidad o como cambio.
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La candidata presidencial demócrata a la vicepresidenta Kamala Harris (derecha) abraza a su sobrina nieta Leela Ajagu, rodeada de su familia, durante la Convención Nacional Demócrata el jueves 22 de agosto de 2024 en Chicago. (Foto AP/J. Scott Applewhite)
Su condición de vicepresidenta la puso siempre en una posición incómoda donde, por más que intentó, no pudo sacarse la mochila de ser parte de una mala administración como la de Joe Biden en los ultimos 4 años.
Del otro lado, Trump se mostró certero en sus mensajes, especialmente en el tema de mayor preocupación en la mayoría de las cabezas norteamericanas. Como diría el expresidente demócrata Bill Clinton: "¡Es la economía, estúpido!".
La inflación, los altos niveles de desempleo, la dubitativa política exterior relacionada con la inmigración, fueron un combo demasiado difícil para digerir para el votante estadounidense, que comenzó a extrañar la gestión anterior y a pedir por el regreso de los republicanos al poder.
El errático mensaje de "La democracia está en peligro", impulsada por Harris y muchos militantes demócratas (incluso reconocidos actores de Hollywood), fue tan poco efectivo en el país del norte así como lo fue en Argentina para persuadir de votar a miles en su momento.
Subestimar al votante, tratando de infundirle temor, esta empíricamente comprobado que no sirve. Por lo general, el votante tiene perfectamente en claro a dónde quiere ir con su voto y los riesgos que asume.
El renacimiento de Donald Trump
Para Donald Trump es un renacimiento, una revancha personal, no sólo contra el sistema que él considera que, pandemia y fraude mediante, lo expulsó de la Casa Blanca sino contra aquella particularidad del 2016, de haber ganado la elección sin haber conseguido la mayoría de los votos estadounidenses.
Esta vez no sólo consiguió ganar la mayoría de los electores; obtuvo, con una notable diferencia, la mayor cantidad de votos americanos y llevó al Partido Republicano a recuperar la mayoría en la Cámara de Senadores y posiblemente retener la mayoría en la Cámara de Representantes.
Nada mal para alguien que para muchos analistas daban por muerto después de los ataques de militantes al Capitolio y su fallida denuncia de fraude.
Cuenta la historia que alguna vez le preguntaron a Juan Domingo Perón: "General, ¿qué piensa hacer para volver al gobierno?" A lo que Perón contestó: "Yo no haré nada, todo lo harán mis enemigos". El magnate inmobiliario, candidato republicano y próximo 47° presidente de los Estados Unidos, tranquilamente, podría decir lo mismo.
(*) Presidente del Instituto de Derecho Electoral del Colegio de Abogados de Rosario