El futuro llegó hace rato. Internet, el desarrollo de la computación a niveles inimaginados, los smartphones y hoy la Inteligencia Artificial Generativa (Chat GPT y sus pares) llevó al mundo al tiempo de las sociedades algorítmicas. Estamos atravesados por sistemas que se rigen por la Inteligencia Artificial y la gestión de datos. En un planeta hiper urbanizado, las ciudades se han convertido en polos tecnológicos que todo lo miden con los dispositivos conectados. Desde la regulación del tráfico, el puntaje bancario para la concesión de un crédito, las decisiones de finanzas públicas, la gestión ambiental según indicadores urbanos, la videovigilancia con visión computacional que reconoce rostros o patentes, el análisis de la seguridad social para otorgar asistencias, la prevención del lavado de activos e infinitas acciones más que gestionan una ciudad mediante algoritmos.
Estas decisiones automatizadas (con mayor o menor autonomía) son desarrolladas con sistemas que aprenden, que se entrenan con nuestros datos, que son enteramente digitales y que interactúan con entornos físicos (ciudades) o virtuales (internet, apps, plataformas, redes sociales, etc). La cuestión es, ante la complejidad creciente del mundo, ¿podemos gobernar, mejorar la calidad de vida y tomar esas decisiones, sin la ayuda de la tecnología?.
La respuesta cada día es más evidente. La Inteligencia Artificial llegó para quedarse. Su desarrollo exponencial genera altos niveles de incertidumbre frente a cada salto tecnológico. Esto desata una carrera por innovar que determinará mucho del futuro de los países.
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La tecnología emergente es uno de los carriles por los que transcurren las nuevas tendencias de consumo.
A la vez, se inicia otra carrera por regular una tecnología que expone derechos fundamentales y pone en riesgo nuestras libertades. Si los gobiernos no promueven la innovación, estarán tan en problemas como si no promueven la regulación.
A problemas complejos, preguntas importantes. ¿Podemos librar la suerte de derechos fundamentales como la privacidad de nuestros datos al accionar de empresas cuyo valor supera los PBI de países con niveles altos de desarrollo? ¿Qué poder de veto, oposición o regulación tendrán los gobiernos, frente a esas empresas que acrecientan su cotización perfeccionando sus con nuestros datos?.
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De las 10 empresas mejor valuadas en el mercado mundial en dólares (hablamos de hasta 4 trillones de dólares), 9 son estadounidenses, y la restante es china. En 2024, el 42 % de los unicornios del mundo son empresas de Inteligencia Artificial. El sector disruptivo siguiente es fintech y cripto, con 28%. Lejos quedan los medios digitales o las farmaceúticas, incluso las empresas de software empresarial.
Según el índice de Stanford, en 2023, los desarrollos más disruptivos en tecnología IA corresponden a Estados Unidos, con 61 desarrollos con saltos tecnológicos, le sigue China con 15. ¿América Latina? Lejos otra vez.
Es decir, estamos ante un panorama en que la innovación viene de la mano del norte mundial, de países desarrollados con estrategias asentadas en promover la industria de la Inteligencia Artificial.
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Las herramientas basada en Inteligencia Artificial vienen siendo una aliada estratégica para el sector turístico.
Las economías que constituyen el G7 han incrementado de manera exponencial su inversión presupuestaria en el desarrollo de tecnologías de Inteligencia Artificial. El nivel de concentración en el desarrollo de esta tecnología es alarmante.
El escenario describe compañías tecnológicas líderes en Inteligencia Artificial como Apple, Nvidia, o Microsoft, cuya valuación este año supera los 3 trillones, frente a la estimación del PBI para países de los más desarrollados del mundo como Francia o el Reino Unido que ascienden al mismo número. Ni que hablar de los países en desarrollo. Argentina, está aún lejos de alcanzar el billón de dólares para su PBI.
La gran dicotomía entonces es qué ocurrirá con nuestra estrategias de regulación nacional, en la carrera por la innovación en tecnologías de IA. Actualmente, el Congreso de la Nación tiene en estudio 18 iniciativas (hasta hoy, pues aparece cada día más interés por promover proyectos de IA) y una comisión conformada a los fines de crear una iniciativa de ley compatible con resolver este dilema.
¿Adoptaremos una posición más cercana a la Unión Europea y protegeremos los derechos del ciudadano con un enfoque de riesgos y limitaciones? ¿Iremos hacia un modelo similar al norteamericano, con incentivos fuertes y pocas regulaciones a la industria de la Inteligencia Artificial?
La Inteligencia Artificial posicionó al mundo ante un escenario de reparto. El mapa geopolítico como lo conocíamos está cambiando. Hay que barajar y dar de nuevo. Alguna vez en la posguerra, esto permitió el despegue de Estados Unidos. Algo similar ocurrió con el reparto colonial unos 30 años antes a eso.
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Argentina tiene condiciones de crecer a la par de esta tecnología, pero hay decisiones determinantes a tomar, y en poco tiempo. Desarrollar talento académico disponible para la innovación en esta industria. Crecer en infraestructura tecnológica de calidad. Disponer de datos con una política de protección y seguridad. Estos factores habilitantes debe ser nuestro norte.
El primer paso, sin dudas, es resolver como país la disyuntiva de innovación vs. regulación para adelantarnos a la carrera por la Inteligencia Artificial.
Es un punto de inflexión histórico, y lo que está en juego es la soberanía tecnológica argentina ante la revolución más importante de los últimos 200 años.