La fiesta comenzó temprano. Primero con la salida de De Paul y Paredes, cumpliendo con la cábala de los caramelos y el tierno abrazo de la hija de De Paul a su padre. El show siguió en el calentamiento previo con el baile del Dibu a pedido de la hinchada y terminó de explotar cuando apareció Messi, dueño una vez más de todos los tributos. Pero la gran emoción se vivió con ese tremendo zapatazo de Lautaro Martínez tras el centro de Messi, que fue el gol con el que Argentina derrotó a Perú por la mínima para cerrar el año a toda orquesta, el año que lo vio bicampeón de América y que lo tiene como líder absoluto de las Eliminatorias Sudamericanas.
Uno de las máximas emociones estuvo en el momento del himno nacional, ya que la gente lo cantó en forma completa y sin ninguna deformación donde el “oh, juremos con gloria morir” sonó más fuerte que nunca.
La selección necesitaba ponerle la frutilla del postre a este 2024. Porque de los últimos cuatro partidos solamente había podido sonreír una vez (6 a 0 con Bolivia) en el Monumental y la derrota en Paraguay tocó un poco el orgullo de Scaloni, a quien no se lo notó cómodo en las últimas conferencias de prensa.
La inquietud pasaba sobre cómo iba a responder la defensa con las bajas de Molina y Cuti Romero, más que nada por la de este último, ya que su reemplazante, Balerdi, no tenía tanto rodaje en este equipo.
Embed - https://publish.twitter.com/oembed?url=https://x.com/TyCSports/status/1859045517998612689&partner=&hide_thread=false
Los primeros minutos se jugaron con una alto porcentaje de posesión de la pelota por parte de Argentina, sin arriesgar demasiado, haciendo circular la pelota entre los defensores para luego acelerar de tres cuartos en adelante.
Así lo pensó Lionel Scaloni
Con Enzo Fernández plantado como volante central, De Paul como volante interno por derecha, Mac Allister por izquierda, y arriba el tridente ofensivo de Messi, Lautaro y Julián, Argentina intentó siempre, con un dominio absoluto que no lograba trasladarlo al resultado.
Intentaba ser un equipo corto que achicaba para atrás, con escaso juego asociado y daba la sensación de que el partido se iba a terminar cuando Argentina lograra el primer gol.
Algo que pudo hacer Julián Alvarez a los 21’ con un remate en el palo, cuando los incaicos, con el transcurrir de los minutos, se iban refugiando más cerca del arco de Gallese.
Los de Scaloni se transformaron en un equipo monotemático y previsible a la hora de atacar. Algo que también repercutió en el ánimo de la gente que ya no alentaba con el entusiasmo del principio.
Para colmo, cada vez que Messi se quería rebelar, sufría una falta táctica que no lo dejaba progresar.
Toro.jpg
¡Golazo! Lautaro mete una tijera increíble y pone la pelota contra el palo izquierdo de Gallese.
La segunda mitad comenzó sin variantes y con el mismo formato. Aunque a diferencia de la primera mitad Tagliafico se proyectó por su sector, algo que en la primera parte sólo hizo Montiel, pero Argentina carecía de profundidad.
Argentina siempre tiene un conejo en la galera
Pero el campeón de América y del mundo siempre saca un conejo de la galera. Y a los 55’, tras una jugada de Tagliafico, vino un centro de Messi para que Lautaro Martínez, con una pirueta hermosa, pusiera el 1 a 0 para la albiceleste.
Desde allí comenzó otro partido. Porque Argentina, que encontró la apertura del marcador pero no el rendimiento, se sacó el lastre que significaba ir empatando de local contra uno de los peores equipos de las eliminatorias.
El gol sirvió de aliciente y de contagio. Lautaro casi anota el segundo en una pelota parada que ejecutó De Paul.
El equipo visitante tuvo su primera aproximación con tiro libre del ingresado Lapadula por un flojo Paolo Guerrero, pero su remate se fue muy por encima del travesaño.
Pero los últimos 20 minutos nuevamente el partido mostró la misma película que en el primer tiempo. Perú mostró mucha inoperancia en ataque y Argentina entendió que despedir el año en casa con los tres puntos en el bolsillo era un gran negocio. Lo hizo sin brillar y desde el juego quedó en deuda, pero así como la noche empezó con emociones, terminó con el mismo tenor, con el dulce sabor del triunfo.