Es difícil establecer si el empate en Mendoza le suma o le resta a Central, pero de lo que no quedó dudas es que al menos recuperó un mínimo de competitividad. Es cierto, la vara estaba tan baja que con poquito podía lograrlo, pero así como pudo perderlo, también pudo volverse a Rosario con los tres puntos en el bolsillo.
Fue poco lo que hizo el Canalla y por eso el empate fue lo más justo, un empate que no le permitió pegar un salto cualitativo en medio de este calvario que venía viviendo, pero al menos sumó de visitante después del porrazo que se había pegado en el Gigante ante Barracas Central.
El momento que vive Central ameritaba cualquier cosa, menos lo que sucedió en el amanecer del partido, con un gol cuando apenas iban 2’. Sí, como tantas otras veces, el Canalla lo empezó a perder casi desde el vestuario. Córner de Villa y cabezazo de Ramis en el primer palo que Broun no pudo contener.
Pareció un golpazo emocional fuerte sobre un Central que venía tocado desde lo anímico. Las sensaciones fueron las peores. Pero esta vez el Canalla tuvo la sabiduría como para frenar el ímpetu de Independiente Rivadavia. Fue con ganas y empuje más que con fútbol, pero al menos era algo.
Malcorra empezó a recibir y a intentar jugar, Sández aguantaba como podía, el doble 5 batallaba y el equipo intentaba ir, aunque con muy poca generación y peso en la ofensiva. En otro tiro libre peligroso de Villa nadie alcanzó a tocarla y eso le facilitó la tarea a Broun. Igual, lo mejor de Central, en medio de sus limitaciones, fue capear el temporal. Lo hizo con un soberbio cabezazo de Quintana tras el tiro libre de Malcorra. Alcanzaba para emparejar las cosas al menos desde lo futbolístico. Y fue el momento en el que el Canalla más y mejor disputó el partido.
Ruben ensayó una media tijera que se fue muy alta y ahí se terminó todo en la ofensiva canalla frente a un Independiente Rivadavia que ganaba las divididas, que encontraba callejones por todos lados, que tocaba corto en el medio y metía el pelotazo profundo. Así fue como se generó ese bombazo de Sequeira que reventó el palo derecho de un Broun que nada podía hacer. Antes, un atajadón de Fatura cuando el tiro libre de Villa viajaba al ángulo.
Y en esa superioridad comenzó el desnivel de Villa, que se recostó sobre el andarivel de Sández, aunque todas esas buenas intenciones finalizaron con una mala resolución de la jugada. ¿Central? Le costaba mucho, con rendimientos dispares, como el de Beltrán, que ya jugaba amonestado. Fue buena la reacción del Canalla, pero además de eso casi nada para rescatar en un primer tiempo en el que el empate transitorio era un excelente negocio.
Lo del complemento fue mucho más entretenido porque fue lo más parecido a una pelea callejera. En ese intercambio Central se animó a ir, aún con sus defectos. Al menos intentó ser competitivo. Ruben avisó con un cabezazo al minuto, Malcorra con un remate (débil) de frente al arco, Sández con un zurdazo apenas alto y el chico Segovia con otro remate endeble. Pero en esa propuesta comenzaron algunos problemas. Afuera Mallo y Quintana (ambos por lesión), también Solari y Duarte (ya no estaba Beltrán). Medio equipo nuevo que tuvo que contener algunos embates importantes del local. Broun se hizo gigante ante un remate de Studer, Barbieri se impuso a Villa cuando el colombiano arremetía e Imanol Segovia de cabeza la tiró muy alta. Parecía que el Canalla no lo iba a aguantar. Pero no sólo lo hizo, sino que metió un par de acciones de riesgo que pudieron darle el triunfo. La más clara estuvo en la cabeza de Marco Ruben. Tuvo también una contra en superioridad numérica y un remate de Malcora muy alto.
A esta altura ya casi nadie pensaba en un triunfo para mantenerse en la pelea por la Sudamericana, pero sí para recuperar algo de confianza en un presente que lo tiene a maltraer (ganó 1 partido de los últimos 9). Estuvo cerca de lograrlo, pero lo que le quedó a este equipo fue el sentir que recuperó un mínimo de competitividad. Suena a poco, quizá sea mucho.