La fiesta terminó. El legado de convivencia quedó por siempre. Rosario necesitaba poder vivir un megaevento de la características que tuvo el homenaje del sábado por la noche a Maximiliano Rodríguez. En un Coloso desbordante que fue testigo de una velada histórica y conmovedora por la constelación de estrellas que reunió MR11. Y en ese contexto una de las conclusiones más valiosas que dejó el partido tributo fue la convivencia deportiva que tuvieron sus protagonistas, un ejemplo de caballerosidad y compañerismo que partió desde adentro de la cancha para afuera. Maxi lo hizo. Tuvo un mensaje siempre conciliador en la previa y por ello las más de 40 mil almas presentes en el Parque pusieron al respeto y la tolerancia por encima de todo. Así, la Fiera fue el maestro de ceremonias, Lionel Messi el invitado de honor y Angel Di María, de raíz canalla, recibió una ovación que quedó grabada en la memoria colectiva. Es el camino a seguir para que en Rosario viva el fútbol más como una fiesta que como una riña.
Claro que había expectativa por conocer cómo sería el recibimiento a Angelito. Y el mejor gesto de la noche fue la manera en que comenzó la fiesta. Porque cuando se anunció la salida de Di María y dio los primeros pasos en el cancha enseguida lo abrazó, como un escudo protector, el técnico de la selección argentina, también campeón del mundo, Lionel Scaloni. Fue el primer síntoma de que se podía, de que el origen formativo en los clubes no es una barrera infranqueable.
Y además primó el mensaje de Maxi, de que todos sus amigos merecían respeto, más allá del origen canalla o leproso.
Por supuesto que también fue muy valiente Di María en aceptar el desafío de exponerse a un momento complejo, si es que lo invadía una cortina de silbidos.
Pero Angelito fue con su perfil bajo y dio el primer paso. Y, lo que sorprendió a muchos, aunque no debería ser algo excepcional, es que en un momento de la noche desde los cuatro costados el público coreó el apodo: “Fideo, Fideo”, situación que el jugador campeón del mundo retribuyó con un saludo a mano alzada.
Así todo el tributo a la Fiera salió redondo, porque además de tener su merecidísimo homenaje también entregó el plus de que con respeto se puede convivir. Por eso el aplauso bien fuerte a Maxi, quien podría haberse sumado al discurso de que es imposible “unir” a leprosos y canallas. Quedó bien claro que se puede. Que hay esperanza y que el camino es el del respeto y la convivencia.
Esta vez el ejemplo surgió desde los protagonistas del juego: los jugadores. Y tras esto deberían sumarse los dirigentes, que tuvieron una gran lección delante de sus ojos.
Y en este sentido Maxi no sólo dejó un legado futbolístico magnífico, de gran conducta como jugador y exitoso en su carrera, sino que además en su despedida prendió una luz de esperanza, para que los clubes de Rosario conserven su pasión, pero jamás crucen la línea de la intolerancia y la violencia.
La grandeza de Maxi y Newell’s no le impidieron a los hinchas rojinegros poder decirle “gracias a Di María”, porque es un jugador brillante, que fue clave en la gloria que recientemente alcanzó la selección.
Un grande que ya no está dijo que “la pelota no se mancha”. Esa es la ruta a seguir y el homenaje a Maxi fue en esa dirección.
Postales en la noche
Sonrisas en la previa del homenaje. El Tata Gerardo Martino comparte una broma con Lionel Messi y Maxi Rodríguez. Una imagen que resume la alegría que tuvieron todos los presentes en el Coloso en la noche del sábado.
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Di María y Scaloni. Atrás Paredes.
El gesto que enaltece a Lionel Scaloni. El DT campeón del mundo con la selección argentina abraza a Angel Di María en el ingreso de Fideo al Coloso. Fue un escudo protector que luego derivó en la ovación a Angelito.