Los aplausos para Mateo Silvetti y Matko Miljevic cuando fueron reemplazados y salieron del campo de juego destacan lo poco rescatable, lo único, tras la caída ante Central Córdoba en el Coloso, que profundizó los problemas que atraviesa Newell’s mientras espera la llegada de Mariano Soso, el nuevo entrenador. Este saldo tan preocupante, tan exiguo, tan improductivo, proveniente de la derrota con los santiagueños, tiene rasgos muy similares a lo que quedará como legado al próximo ciclo. Hoy, la realidad rojinegra ofrece un terreno pantanoso, autodestructivo, que se devora cada intento de reacción, y en esa incertdumbre se están hundiendo todos. Salvo Silvetti y Miljevic.
En la exasperante pobreza de ese legado se inscribe un equipo que fue perdiendo la vertical con el correr de los partidos y que hoy arrastra solo pesares. Esa postura lo deja sometido a merced de cualquier zamarreo de cualquier rival, y a expensas de los caprichos del destino, que parecen ensañados con su suerte en estos últimos tiempos.
Su flojo reordenamiento defensivo, su pésimo retroceso y su mandíbula extremadamente frágil lo dejaron en la lona varias veces. Este año estuvo mucho tiempo tumbado, viendo a todos desde abajo, y cada vez más de lejos. Y parece que a este Newell’s siempre le están contando pero nunca termina de recuperarse para poder levantarse.
Esa debilidad quedó expuesta en el traspié del miércoles ante el Ferroviario, donde no pudo sacarle provecho a dos ventajas parciales, y con muy poco, un adversario de bajo calibre que tiene la mira puesta en la definición de la Copa Argentina la asestó otro golpe demoledor y lo volvió a poner de espaldas contra sus propias limitaciones.
Un pantano negativo
La sucesión de técnicos exhibió impúdicamente este andar irregular en la temporada que nunca logró establecer bases firmes para cambiar el sentido de avance y aspirar a un futuro diferente. Nunca logró detener esa carga negativa que surgió de las malas decisiones, de las malas elecciones, de los pasos en falso, y de su socarrona costumbre de no estar a la altura en los desafíos importantes, en las instancias decisivas.
Ese halo se fue transformando en su principal conspirador y llenó su sendero de obstáculos e inconvenientes. Fue cursando sus padecimientos siempre muy lejos de las ambiciones naturales de protagonismo que se pregonan tácitamente en el Parque y esa curva de deterioro permanente lo dejó atado en el fondo, inmovilizado, sin capacidad de respuesta, penúltimo en la Liga Profesional.
Así, la tabla de posiciones representa un incómodo espejo para un Newell’s que tuvo que salir al ruedo frente a Central Córdoba con Gabriel del Valle Medina en el banco, un interino de un interino. Esa falta de conducción, esa falta de lineamientos producto de la dilación en las tratativas por traer a Soso, quien está definiendo su salida de Alianza Lima de Perú y luego vendrá a Rosario para tomar las riendas de un conjunto que fue perdiendo todo su fútbol, toda la confianza y dejó de creer en sus virtudes más básicas, y que dejó en evidencia nuevamente sus falencias habituales, sin poder escapar de su estado de aturdimiento, encorsetado en sus propias necesidades.
El último pleito, que estableció su sexto duelo sin ganar y su cuarto traspié consecutivo, volvió a reflejar los angustiantes y reiterativos vicios de un equipo sin carácter ni determinación, inestable, insípido, sin jugadores emblema que se animen a ponerse al hombro esta preocupante situación.
Esas características generales tendrá la pesada herencia, el pobre legado que recibirá Soso en pocos días, cuando arribe al Parque Independencia. Newell’s sigue en plena etapa de crisis y quedó demostrado frente a los santiagueños que continúa perforando su piso, acentuando sus males, y atentando contra su confianza y sus propios intereses. El nuevo entrenador tendrá muy poco para rescatar de lo ya andado en una temporada irritante para el hincha, digna del más rápido olvido. Sólo Silvetti, Miljevic, y nada más. Lo esperan arduas tareas de revitalización por estos lares.