El Pájaro Domizi, autor de un gol emblemático que quedó grabado en Newell's en la historia grande del clásico. Radicado en El Salvador, es asesor deportivo del club Aguilas de ese país y además allí participa en un emprendimiento gastronómico. Sin filtro, habló con Ovación en la previa del gran derbi rosarino.
“Cuando ganás el clásico y hacés el gol parece que sos Dios y cuando te toca perderlo es lo mismo, pero en contra, no querés salir de tu casa. Comprendí que en Rosario se vive el clásico como en ninguna parte del mundo. No me gusta que me insulten los hinchas de Central, pero siempre que sea sin violencia es necesario para la adrenalina”, confió a corazón abierto Cristian Domizi.
El recuerdo del 8 de marzo
—¿Qué recordás del 8 de marzo de 1992?
—Primero es un lindo recuerdo. Fue un partido muy importante para nosotros. Estábamos peleando en dos frentes, tanto en la Copa Libertadores como el torneo local que recién comenzaba. Veníamos de un triunfo con Quilmes y un empate con Unión. Y nos tocó el clásico. Había muchos rumores de que se podría pasar la fecha y se hizo el intento por parte de la dirigencia de Newell’s, pero Central no aceptó. Entonces Marcelo Bielsa optó por poner un equipo alternativo, no significa que eran suplentes. Veníamos entrenando todos juntos. Dejó solo a dos o tres jugadores, como el caso del Chocho Llop, Juan José Rossi y yo, además de otros chicos que venían alternando en primera división. Tuvimos una semana muy complicada porque jugamos Copa Libertadores contra equipos chilenos y nos tocó en el medio este partido también importante.
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—Igual. Más allá de todas las adversidades que nombraste lo pudieron ganar. ¿Cuál fue la clave?
—Todos saben lo que significan los clásicos. Había que sacarlo adelante y el resultado estuvo a la vista por temperamento, por amor propio, por fútbol, porque por más que no jugaron los habituales titulares a los muchachos que les tocó entrar lo hicieron a la perfección.
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El vuelo inolvidable del Pájaro Domizi
—¿Cómo fue convertir ese gol que quedó en la historia de Newell’s?
—Ya el Yaya Rossi había tirado el mismo centro, yo no alcancé a cabecear y la sacaron otra vez al córner. Fueron dos córners seguidos ejecutados al mismo lugar y ahí sí pude impactar el balón. Gracias a Dios se ganó un clásico importante para nosotros por todo lo que nos estábamos jugando. Es uno de los goles más importantes de mi carrera y también el que le hice a Flamengo con Independiente para en el título de la Supercopa Sudamericana de 1995. Para mí todos los goles fueron importantes porque es lo máximo del fútbol, pero es mucho mejor si es en un clásico y sirve para el triunfo. Me dicen que estuve en el momento justo, en el lugar preciso, a la hora correcta y la verdad que sí. Nadie me lo regaló, porque uno lo buscó, lo intentó. Primero tuve la confianza de Marcelo para quedarme a jugar ese partido.
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—¿Cómo les hacía vivir los clásicos el Loco Bielsa?
—Al máximo. No había límite de error. Yo fui formado en Central Córdoba, pero los demás compañeros de este clásico eran de inferiores. Después del partido nos fuimos de nuevo a concentrar a Funes, salimos a las 4 de la mañana y las 9 de la noche estábamos jugando por Copa Libertadores junto al Chocho Llop nuevamente de titulares. Era lo que uno sentía y tenía que hacer por la institución, sin excusas, apretando los dientes y siguiendo adelante. Terminamos empatando 1 a 1 con la Universidad Católica, con gol de Julio Zamora. Y Marcelo no hacía muchos recambios y eso demuestra el compromiso con la causa de parte del plantel. Si nos tocaba perder lo hacíamos con orgullo, salíamos con la frente en alto. Ese era el lema. Para mí ese ciclo 1990/1991/1992 es el mejor de la historia de Newell’s. Ganamos tres títulos, tres clásicos y perdimos la final de la Libertadores por penales. Eso se lo discuto a cualquiera, a los equipos del 74’, 88’, 2004, 2013, a cualquiera. Era un grupo muy chico y hasta le ganamos la final a Boca sin traer refuerzos.
La otra cara de la moneda en el clásico
—¿Y cómo es perder el clásico de Rosario?
—No querés salir de tu casa. Me tocó ganarlo y cuando lo perdés no querés salir de tu casa. Así como cuando lo ganás y haces el gol parece que sos Dios, cuando te toca perderlo es lo mismo, pero en contra. Comprendí que en Rosario se vive el clásico como en ninguna parte del mundo. No me pasó ni en Unión-Colón, ni en Independiente-Racing, Atlas-Chivas, Pumas-América, ni en Monterrey-Tigres, no me pasó o no sentí lo mismo que uno siente jugando el clásico rosarino.
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—En los últimos años hay una supremacía de Central sobre Newell’s en el clásico. ¿Por qué pasa esto?
—Creo que porque lo toman como un partido más. El clásico no es un partido más. La derrota tiene que ser diferente. No es lo mismo perder con Huracán, sin menospreciar a la gente de Huracán, que perder con Central. Yo el día que perdimos no quería salir de mi casa y todos me decían la vida continúa. Lo que digo no es sanata para endulzarle los oídos a alguien, es lo que uno vivió en esa época, que el clásico era lo más importante. Pero por ahí ahora hasta se vive diferente desde inferiores. Cuánto hace que no se saca un jugador de la calidad de 1992. Los que subían de inferiores a primera eran chicos por edad, pero eran hombres capacitados para jugar.
—¿La localía influye en el clásico?
—Creo que tiene que ser lo mismo. Adentro son once contra once de local o visitante. Los de afuera no juegan. Jugué una final en el Maracaná y se movía el pasto y si es por eso me tenía que volver de nuevo al vestuario. Once contra once y nada más. Poner los “huevitos” sobre la mesa y sacar el partido adelante. No sé cómo, pero hay que ganar. No importa cómo, pero teníamos que ganar.