Nadie quería que se termine el baile. Había muchas ganas de seguir disfrutando con una noche de fútbol excelso de la selección argentina, que dejó muy chiquito a un representativo brasileño víctima de la enorme categoría de un equipo que conmueve a todos. El campeón del mundo aplastó por 4 a 1 a Brasil, su clásico rival, un rato después de que tenía asegurada la clasificación al Mundial, porque Bolivia no pudo ganarle a Uruguay. Los gritos de “ole” que bajaron desde la tribuna fueron la síntesis de la puesta en escena excepcional de los dirigidos por Scaloni,
El juego bonito lo puso el seleccionado argentino desde el principio. Manejó la pelota con una categoría que enfervorizó a los hinchas y que hundió al scratch a un estado de impotencia del que le costó salir.
La superioridad del campeón del mundo fue contundente. No la revoleó nunca, Tocó una y otra vez, incluso delante de su arco, buscando ser prolijo. Rodrigo De Paul la iniciaba, Enzo Fernández se conectaba, Thiago Almada penetraba y Julián Alvarez preocupaba. Todo funcionaba a la perfección.
A la selección argentina no le costó nada
Tan fino era el juego de los conducidos por Scaloni que no demoró nada para ponerse en ventaja. De Paul, Tagliafico y Almada construyeron la jugada que la Araña Álvarez finiquitó, penetrando entre Murillo y Arana y tocando justo antes del achique de Bento.
Leer más: El mejor ciclo de la selección argentina
El culto al manejo la pelota, que tantas veces se admiró de los brasileños, fue profesada por la selección argentina a un nivel superlativo. Emocionante. Para disfrutar. Y gozar al máximo, tal cual sucedió antes de que se cumpliera el cuarto de hora. El representativo nacional la trajo desde la defensa, hasta que el centro de Molina fue interceptado por Enzo Fernández en el segundo palo para que el hincha delire con el segundo gol.
Brasil estaba obnubilado. Reducido a la mínima expresión. Argentina se lucía. Jugaba a lo que quería. Pero Cuti Romero la perdió en la salida ante Matheus Cunha, que ni lerdo ni perezoso la colocó abajo y descontó. Los conducidos por Dorival Junior se metían en partido, sin hacer nada.
La diferencia era mínima, pero solo en el marcador. Confiado y convencido, Argentina siguió desplegando su juego. Almada encaraba y no tenía freno. Sacó un tiro que Bento desvió con un manotazo. Los conducidos por Scaloni siguieron con el dominio.
Reaccionó enseguida al error del Cuti
Tanto predominio, rindió. La selección la movió de un lado al otro, hasta que Enzo Fernández metió una precisa habilitación que Mac Allister coronó con un toque sutil frente a la salida desesperada del arquero brasileño.
>>Leer más: Clasificada con otras seis selecciones
Los cantos, gritos y aplausos no cesaron un segundo. Semejante demostración de fútbol, ante un rival clásico, estableciendo tanta diferencia, era motivo suficiente para la euforia del público.
“Una linda prueba para demostrar que el equipo sigue vigente”, planteó Scaloni en la previa. Sus jugadores se lo dejaron más que claro.
La exhibición de Argentina tuvo su segunda parte luego del descanso. Ejerció el control del partido, asfixió a Brasil cuando no la tenía y encontró los sitios por dónde atacar.
Brasil nunca encontró la vuelta
El seleccionado brasileño no le encontraba la vuelta. Un mal despeje de João Gomes le quedó para que Álvarez intente meterla de emboquillada. Bento se estiró y la sacó por sobre el travesaño.
Cada avance, prometía terminar en gol. Los toques de Enzo Fernández tenían una precisión quirúrgica. Los envíos de De Paul, lo mismo. Como en el toque rápido que ejecutó para el centro de Tagliafico y la aparición por el lado opuesto del recién ingresado Simeone, que tocó a la red ante la dormida defensa brasileña.
Pero ni con el cuarto gol la Argentina dejó de atacar. Y así terminó, buscando y con la ovación de los hinchas. Con la clase de un campeón.