De a poco, con el paso del tiempo, la obtención del Apertura 2004 fue recobrando mayor relevancia y gestos de reconocimiento. Aquel fue el penúltimo título de Newell’s y quedó instalado en la memoria colectiva de los hinchas rojinegros debido a que su celebración estuvo acompañada de una extraordinaria y masiva movilización a Avellaneda. Fue una conmovedora manifestación de pasión que quedó grabada a fuego y se transformó en ritos de festejos.
Ese equipo, forjado por Américo Gallego, un hombre surgido de las entrañas del club del Parque, no llegó a brillar como otros campeones en las vitrinas rojinegras, pero igual consiguió un sitial de consideración con rasgos muy propios en la historia de la entidad rojinegra.
La propuesta de aquel conjunto y su funcionamiento colectivo, estuvieron teñidos de determinación, de coraje y de personalidad, características similares a las que siempre expuso y transmitió el Tolo, como jugador y como técnico.
Aquel campeonato nació con el triunfazo en el clásico en Arroyito con gol de Maidana de cabeza y tuvo su emotivo eslabón de consagración final en la multitudinaria visita a Independiente en la última jornada. La relación de Gallego con Newell’s merecía desembocar en un título, en una rúbrica, como válido certificado de perpetuidad.
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Marino y Borghello celebran a puro baile en el estadio de Independiente la obtención del título.
Una vuelta muy festejada
Aquella definición estuvo rodeada de suspenso. En la última fecha de ese torneo, la Lepra perdió 2 a 0 ante Independiente en Avellaneda, pero el empate 1 a 1 en Liniers entre Vélez y Arsenal, le permitió dar una vuelta olímpica que fue muy festejada. Esa peregrinación a Buenos Aires incluyó postales inolvidables que toda la feligresía rojinegra sigue homenajeando.
En ese encuentro decisivo, el conjunto del Tolo fue acompañado por una impactante marea de hinchas rojinegros que se adueñó por completo la Doble Visera, el viejo estadio del Rojo. Esa escena de apoyo y aliento le dio vida y condición testimonial a una de las expresiones populares de visitante más importantes de la historia del fútbol argentino.
Ese equipo se apoyó en las seguras manos del paraguayo Justo Villar, y en el sólido mix que conformaron en la zaga central Julián Maidana y Sebastián Domínguez, un pibe del club al que el Tolo lo llenó de confianza y lo puso de capitán.
En el mediocampo, Ariel Rosada se transformó en eje de funcionamiento, en el principio de todo, y en esa etapa estaba asistido por dos jóvenes de la cantera: Fernando Belluschi y Guillermo Marino, quienes fueron otras de las grandes razones de ese logro.
Pero toda la propuesta levantaba vuelo con las apariciones mágicas del Burrito Ortega, y con los goles de Nacho Scocco y el Memo Borghello, otros chicos del club que empezaban a asomar con desparpajo en la división superior.