Era 2 de junio de 2012. Argentina recibía a Ecuador por las eliminatorias rumbo al Mundial Brasil 2014. El Monumental era una fiesta. En la cancha, una goleada. El equipo de Alejandro Sabella se despachaba con un 4-0 aplastante de la mano de Messi, Di María, Agüero e Higuaín. Javier Mascherano, el Jefecito, fue titular. Mientras eso sucedía, su hermano mayor Sebastián Mascherano, llevaba tres meses internado, en una lucha silenciosa, para recuperarse de las adicciones que lo hundieron en el inframundo por 18 años.
“Estaba terminado, tirado en la cama, hasta que entendí que debía pedir ayuda”, le cuenta Sebastián Mascherano a Ovación. Hoy tiene 48 años. Dejó atrás los momentos más oscuros de su vida, da charlas de concientización por todo el país, coordina dos comunidades terapéuticas y hace poco se lanzó a la política para “fortalecer a los jóvenes y cambiarle la vida a los ciudadanos”.
De chico jugaba al fútbol, primero en su San Lorenzo natal, después pasó por Central, quizás los momentos más felices que vivió hasta que se topó cara a cara con los peores vicios. “Por ser un Mascherano creí que me podía comer el mundo”, dice. La portación de apellido le repercutió en su vida, pero dejó de ser el “hermano de...” para ser Sebastián. El que ganó el partido de su vida y hoy lo puede contar.
¿Quién es Sebastián Mascherano?
—Si fuera tu biografía, ¿cómo se presentaría Sebastián Mascherano?
—Tengo 48 años. Nacido y criado en la ciudad de San Lorenzo. Somos cinco en la familia. Mi papá Oscar, mi mamá Chiche, yo soy el mayor de mis hermanos, Javier que es el menor y Natalia. Soy padre de Rocco y Amy, de 21 y 14 años. Tuve una infancia hermosa. Estudié en la escuela Sargento Cabral Nº 113, donde hice la primaria y después empezó mi carrera en el deporte. Primero en Escalada, a los 8 años pasé a Cerámica San Lorenzo, que después se convirtió en Alianza, y luego pasé a Central. Hice la secundaria en el colegio San Carlos. Recuerdo un grupo hermoso de amigos y amigas. Empezaron los cumpleaños de 15, eso me llevó a probar el alcohol y me empecé a desinhibir. En el medio viajé a México con Central, en 1993, para jugar la Copa Monterrey. Un año después viajé a Bariloche y tuve mi primer vínculo con las drogas.
—¿En ese momento te apartaste del deporte?
—Sí. Fue todo desde Bariloche. Primero probé la marihuana y luego conocí la cocaína, que fue mi gran amor hasta los 35 años. Eso me apartó de todo. Del deporte, del fútbol, de la familia, de mis hijos, de mis amigos, de la responsabilidad del trabajo. Y me acerqué a la noche. A los 21 años abrí un bar, dos años después un boliche, fueron momentos turbulentos. En 2012 quedé derrotado. Casi termino con mi vida.
—¿Cómo saliste adelante?
—Tuve que pedir ayuda, estaba entregado. Estuve internado del 27 de marzo de 2012 hasta el 21 de septiembre de 2013. Llevo 13 años limpio, sobrio. Empecé a recorrer el país contando mi experiencia a chicos de primaria y secundaria. Al día de hoy estuve en 10 provincias y 1.180 localidades, con el fin de prevenir y fortalecer a las nuevas generaciones para que no caigan en lo mismo que yo.
Leer más: El debut de Javier Mascherano, con Leo
—¿Hubo algo en particular que te hizo el clic en la cabeza para levantarte de la cama y salvar tu vida?
—Venía mal, venía derrapando. No le encontraba sentido a la vida. Me estaba matando con la cocaína, con el juego. Vivía un tsunami de sensaciones porque no podía sostenerme emocional, afectiva ni económicamente. Estaba tirado en una cama hasta que mi familia y mi socio me hicieron entender que necesitaba ayuda. Me interné en Buenos Aires, en Gradiva (centro terapéutico), y ahí me cambió la cabeza. Acepté que estaba enfermo, dejé la soberbia de lado, me volví transparente, me acepté a mi mismo. Y creo que Dios también me ayudó a levantarme, a caminar, a abrir puertas.
El "hermano de..." en su historia
—Cuando te pasa algo malo sos Sebastián y cuando te pasa algo bueno sos “el hermano de..,” de alguna manera bajándote el precio. ¿Cómo te llevas con eso?
—Mirá, vamos a ser hermanos toda la vida. El famoso es él. En varios momentos de mi vida, cuando consumía, creía que me comía el mundo sólo por ser Mascherano. Cuando Maradona dijo que la selección era “Mascherano y diez más”, pensé que me lo decía a mí. A ese punto. Todos estos años fui Sebastián y construí a partir de mi nombre. Pero ser “hermano de..:” fue un peso en mi vida. Me la creí mucho tiempo. El tonto fui yo. El tema es salir de eso y yo lo hice. La gente te lo va reconociendo, de hecho fui candidato a concejal en San Lorenzo y saqué 1.100 votos en mi primera elección. Es un reconocimiento muy grande. Hace diez años que hago política siendo Sebastián Mascherano, un adicto un recuperación, que da charlas para fortalecer a los jóvenes, para darles herramientas a ellos y sus familias, para que no sean clientes de esta enfermedad. El consumo no se va a eliminar, lo que hay que lograr es que en 20 o 30 años baje la cantidad de consumidores. Los chicos tienen que comer bien, tienen que estudiar, crecer, estar alejados de eso, de esa anestesia.
—Todos hacemos un poco de política en la diaria, con alguna acción, tratando de cambiar algo. Vos encontraste la manera de hacerlo dando charlas de concientización.
—Yo no me siento un político pero hago política. Dar charlas por todo el país y que me sigan contratando para contar mi historia, es una manera de hacerlo. Uno trata de colaborar y escuchar al ciudadano para ver cómo le puede modificar la vida. Estoy muy tranquilo con lo que hago porque sé que tengo un buen corazón. Ya pagué por mis errores. Ahora todo es ganancia. No hay que mirar atrás y sí para adelante, seguir poniendo mi granito de arena para armar bases sólidas en la sociedad.