Cuesta una barbaridad despojarse de la sensación de escepticismo con el que llega la selección argentina a jugarse la vida futbolística contra Nigeria. No hay motivos tangibles para creer en el milagro. Tampoco para darle espesura a esa ilusión de clasificar a los octavos de final. Porque en un santiamén, un tren de alta velocidad arrasó con todo y dejó a este grupo de jugadores, al entrenador Jorge Sampaoli y hasta la conducción de la AFA en ruinas. Entre los malos resultados cosechados ante Islandia y Croacia, la aparición de videos y audios ventilando rencillas internas y la sublevación del plantel en contra de la conducción de Jorge Sampaoli terminaron con la paz en la concentración de Bronnitsy. Hay mucho clima irrespirable en la previa a esta "final del mundo" que afrontará la Argentina, aunque la recompensa esta vez no será levantar la copa sino el mísero premio de avanzar de fase.