Los hermanos Diego y Nahuel Jaime pasaron la noche del 31 de octubre de 2020 reunidos en la casa de su padre porque era el cumpleaños de uno de ellos. A las 23 se fueron a comprar choripanes y nunca volvieron. Media hora después, cuando iban en moto por Castellanos y Seguí los siguieron en un auto que se ubicó a la par y el que iba como acompañante los ultimó con más de siete disparos. Por el doble crimen fue detenido Diego Roberto Zapata, a quien ubicaron por su sobrenombre de “Motomel”, quien este martes comenzó a ser juzgado por el caso con un pedido de 25 años de prisión.
El fiscal de Homicidios Alejandro Ferlazzo pidió esa pena para Zapata, de 32 años, quien está preso desde marzo de 2022. Entonces fue imputado como quien conducía el auto Renault Clio desde el que atacaron a las víctimas. El acusado de disparar, Juan Cruz Morel, fue condenado en mayo del año pasado en un juicio abreviado. Le dieron 29 años de prisión efectiva por dos hechos de homicidio agravado y la portación ilegal de un arma de guerra, además de un robo y un hecho de amenazas.
El juicio contra Zapata comenzó la mañana de este martes en la sala 10 del Centro de Justicia Penal. En los alegatos de apertura el fiscal expuso el caso ante un tribunal integrado por los jueces Mariano Aliau, Gonzalo Fernández Bussy y Silvana Lamas. El detenido está acusado como autor de dos hechos de homicidio agravado por el uso de un arma calibre 9 milímetros.
El acusado es un mecánico de motos al que testigos del ataque y testigos de identidad reservada señalaron por su sobrenombre: “El que conducía el auto era Motomel”, dijeron. Fue detenido dos años después en el allanamiento a una casa de Castellanos al 3600.
En una moto prestada
La noche del 31 de octubre de 2020 los hermanos Agustín y Nahuel Gastón Jaime, de 16 y 24 años, celebraron el cumpleaños de uno de ellos en la casa de su padre. Más temprano, Gastón le había pedido prestada a su hermana una moto Yamaha Crypton para ir a cobrar su semana de trabajo a la casa de su patrón, que vivía en Pérez. Luego se quedó con Agustín tomando cerveza frente a la casa de su padre en la zona de Lavalle y bulevar Seguí.
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Alrededor de las 23 salieron en moto para comprar unos choripanes. Iban hacia bulevar Segui por calle Castellanos cuando al llegar a cruce con 24 de Septiembre se les puso a la par un Renault Clio gris desde el que les dispararon.
El que iba como acompañante cayó al suelo y el conductor avanzó unos metros hasta que perdió el equilibrio en el Saavedra y Uruguay, donde chocó contra un auto estacionado. Los dos murieron en el lugar, casi al instante, por hemorragias masivas de tórax. En la escena se secuestraron tres vainas calibre 9 milímetros.
“Me cansé de llamarlos y daba el contestador”, dijo esa madrugada el padre de las víctimas cuando se presentó en la comisaría 21ª para presentar una denuncia de averiguación de paradero. Allí reconoció la moto en la que iban sus hijos y le información que los dos habían fallecido.
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“Todos decían que era un auto gris”, contaron, en tanto, los vecinos. Uno de ellos vio la secuencia completa desde un balcón. Otro que a la hora del doble crimen salió a comprar cigarrillos presenció el instante previo al ataque. Primero vio pasar el Clio gris con una puerta blanca, que dio la vuelta manzana, “muy rápido” hasta estacionar en 24 de Septiembre y Castellanos.
Más de siete tiros
Allí “se bajó el acompañante y les dijo a los de la moto: «Qué te dije, choro de mierda, que te iba a agarrar»”. Los de la moto arrancaron, dijo el testigo, y el atacante les disparó siete u ocho tiros con “una pistola enorme, plateada, cromada”. Luego se dirigió al testigo y le dijo: “Cumpa, con vos no pasa nada, con vos no es la bronca. Tené cuidado que estos giles andan robando”.
Según otro testimonio reservado, las víctimas y los atacantes no se conocían y discutieron porque “los pibes supuestamente estaban robando, los persiguieron y les dispararon”. Entre las pruebas citadas por el fiscal al imputar a Zapata figura la declaración de otro testigo reservado, quien afirmó que a los hermanos los habían atacado tras acusarlos de un robo a un familiar del tirador.
Otra persona contó bajo reserva de identidad que tras el ataque los agresores —entre ellos, Motomel— llegaron en un auto gris con vidrios polarizados a una casa donde escondieron una mochila bajo el parrillero con una advertencia: “No la toquen porque hay un fierro y está montado”.