El doble crimen de Andrés "Pillín" Bracamonte y Daniel "Rana" Attardo dejó un tendal de incertidumbre. En poco más de una semana no se conocieron públicamente avances determinantes en la causa más que el allanamiento a la comisaría 9ª del barrio Arroyito. El gobierno provincial se mostró confiado para contener o prevenir un rebrote de violencia, algo que no sucedió en estos días transcurridos. En paralelo, la Justicia se enfrenta a un desafío enorme por las complejidades a las que puede estar sujeta la investigación.
Causas federales y provinciales expusieron en el último tiempo el alcance que Bracamonte, histórico jefe de la barra brava de Rosario Central, tenía en distintos entramados delictivos que van más allá del paravalanchas. Un historial que incluía vínculos con protagonistas de toda índole, incluso enfrentados entre sí. A pesar de estar imputado en distintas causas continuaba en libertad, gozando de una protección que se quebró y lo dejó a merced de tres sicarios que luego de matar a él y su mano derecha escaparon sin problemas.
Desde la Fiscalía a cargo de la investigación explicaron que hay más de una hipótesis y que es probable que el móvil del doble crimen exceda a asuntos vinculados a la barra de Central. Destacaron que entre los puntos a investigar se encuentra el hecho de que en las inmediaciones de Avellaneda y Reconquista, donde fue el ataque, estuvo cortado el alumbrado público mientras se concretó la emboscada. En esa sintonía fue inspeccionada la comisaría 9ª, que tiene jurisdicción en la zona, lo que motivó el traslado de la jefa Débora Savani a otra seccional. Le secuestraron el celular y está a disposición de la investigación pero no le formaron una causa.
Más o menos violencia
En paralelo a los primeros pasos en la investigación el gobierno provincial se mostró confiado en su capacidad de contener la repercusión que los asesinatos de Bracamonte y Attardo pueda tener en la calle. No faltaron los análisis que evaluaron la posibilidad de que un doble crimen de este tenor lleve a más muertes. "Vamos a poner todo lo que esté al alcance desde provincia, Nación y municipio para evitar que este hecho sea utilizado para instalar un regreso al pasado", declaró el ministro de Justicia y Seguridad, Pablo Cococcioni. En ese sentido apostó a "seguir reforzando la prevención en calle".
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Pero que se desate o no un rebrote de la violencia urbana no dependerá solo de la planificación y despliegue posibles desde las áreas de Seguridad. Primero porque, así como fue asesinado un pesado como Bracamonte, se puede planificar y ejecutar la venganza sorteando las dificultades que supone un plan preventivo basado en la inteligencia criminal. Quedó demostrado que es viable: Bracamonte había sido baleado tres meses antes y lo que terminó ocurriendo era previsible. Pero también puede ser el mismo entramado del que participaba Bracamonte el que no exponga con violencia lo que quedó ahora tras la caída de un hombre de peso.
El temor de un rebrote de violencia se explica en la experiencia que dejó en 2013 el asesinato de Claudio "Pájaro" Cantero, antiguo líder de Los Monos, que desató una serie de crímenes como venganza. Las semejanzas con el caso de Bracamonte están en que ambos eran figuras claves del organigrama delictivo de Rosario y la región. Pero hay una diferencia fundamental en la que reparó una fuente consultada que tiene un vasto conocimiento en estas historias: "Con el Pájaro había un grupo familiar y con Pillín no. Con el Pájaro la razón se vio atravesada por la emoción. En Pillín prevalece la razón". El motivo: "Es un mundo de negocios que tiene que seguir funcionando. Lo importante no son los jugadores, es el juego".
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Bracamonte estaba involucrado en negocios que tenían que ver con el manejo de la barra brava de Central, estaba sospechado por su participación en el narcotráfico, tenía acusaciones formales por lavado de activos y extorsiones a empresas contratistas de obras. Todos entramados que mueven mucho dinero y a la vez utilizan a la violencia como herramienta para sostenerse. Pero el crimen ocurrió en un contexto de reconfiguración del delito organizado, algo que está a la vista en dos aspectos: disminuyeron los homicidios en la ciudad pero el mercado de drogas, principal causa de la violencia, continúa activo. Si la muerte de Bracamonte lleva a más violencia puede indicar que algo en ese orden se rompió, mientras que lo contrario, que no vuele una mosca, tal vez sugiera que efectivamente el juego es más importante que el jugador.
La verdad, otro desafío
En la misma sintonía se entiende la complejidad que atravesará la investigación para que el doble crimen de Bracamonte y Attardo se esclarezca. La autoría material pudo estar en manos de jóvenes sicarios pertenecientes a una nueva generación del crimen rosarino, como indica una de las versiones, y serían los más expuestos para caer presos o muertos. Si no se trató de un ataque motivado por un conflicto efímero significa que alguien mandó a matar. Lo que abre la pregunta sobre quiénes dieron esa orden y quiénes facilitaron el escenario: que hubo una entrega es prácticamente una certeza para personas que conocían a Pillín.
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Tal vez para salir de ese terreno pantanoso se requerirá de una investigación transparente. Así como el gobierno provincial se muestra seguro para contener desde Seguridad las posibles consecuencias en las calles, otra pregunta apunta a si las mismas condiciones están dadas en la Justicia. Más allá de los fiscales, detrás hay un cuerpo de funcionarios que son parte de un sistema que puede estar corrompido. Un problema histórico pero vigente, como lo demostraron investigaciones recientes que expusieron delitos cometidos por policías que trabajan en la calle y otros que lo hacen en el ámbito de la Justicia, todos con capacidad de orientar las pesquisas.
Sin embargo no es este el único obstáculo posible. Personas del ámbito penal entienden que homicidios de este tenor, que implican la caída de eslabones de peso, provocan "un retraimiento en los informantes". "Empiezan a aparecer informantes que venden pescado podrido, por protagonismo, para cobrar o pagar un favor, para tener una ventaja en alguna situación personal", analizó una fuente. "Se hace cada vez más difícil capturar datos porque la policía vive de los buchones, y si los datos no aparecen no encuentran a nadie".
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Los años más violentos de Rosario suelen explicarse en base a las investigaciones judiciales y las interpretaciones que los funcionarios de la Justicia y los sucesivos gobiernos hicieron de ellas. En ese relato hay vacíos oscuros que llevan el sello de la impunidad: homicidios y atentados cuya investigaciones no llegaron a nada. Puede servir como ejemplo la causa por el crimen del Pájaro Cantero, que llevó a juicio a personas que terminaron absueltas, aunque una explicación es que quienes pudieron aportar información crucial no lo hicieron para poder hacer justicia por mano propia. Sirve, entonces, el crimen del empresario narco Luis Medina en 2013, sobre el cual diez años más tarde se dijo que fue instigado por Alvarado aunque nunca se plasmó en el trámite judicial.
Fueron homicidios que movieron el tablero y modificaron el esquema criminal de Rosario, habilitando caídas y ascensos en un sistema que nunca fue desmantelado del todo. Alrededor de ellos aparecieron versiones inmediatas que desviaron investigaciones o apuraron matanzas -como venganzas o para silenciar a los autores materiales- como se cree que puede pasar ahora por del doble crimen de Bracamonte y Attardo. La magnitud de esto no la determina solo lo que pase en la calle o en cómo repercuta en los negocios. Sino también el alcance que logre la investigación con todas sus complejidades a cuestas, o bien el tiempo que transcurra hasta que algún día se conozca la verdad.