Un caso de violencia ocurrido en el barrio Tablada puso a áreas estatales de la provincia y el municipio ante un desafío singular. Dos adolescentes de 13 y 14 años y un niño de 10 quedaron bajo la órbita de la Justicia de Menores y de áreas de protección de derechos de la niñez por haber participado de un homicidio. Prendieron fuego a un hombre en situación de calle que murió a los pocos días. "Cuesta entender qué motivó lo que hicieron", indicó el juez que quedó a cargo de la causa.
Hugo Orlando Silva, de 45 años, murió el domingo pasado en el Hospital Clemente Álvarez luego de haber sido atacado el 6 de marzo. Dos adolescentes y un niño lo prendieron fuego cuando dormía en la vereda de una carnicería en la esquina de 24 de Septiembre y Grandoli. Tanto el hombre como los chicos convivían en el mismo sector de Tablada conocido como Villa Manuelita. Esta ocasión no fue la primera en la que Hugo u otras personas que viven en la calle fueron agredidos.
Una versión barrial que pudo conocer La Capital, y que la Justicia descarta, mencionaba un posible trasfondo al que Hugo era ajeno, pero por un conflicto con un familiar alguien mandó a estos chicos a atacarlo como una presunta represalia. Un marco que no coincide con lo investigado tanto por la Fiscalía en un primer momento como por la Justicia de Menores luego. También descartan una situación de defensa por parte de los chicos: Hugo dormía y estaba indefenso al momento de ser atacado.
"Hay algo del abordaje de este caso que no se está alcanzando. No tiene que ver con lo más normal en una investigación, que es conocer qué pasó. Acá se sabe qué pasó, pero cuesta entender lo humano, qué motivó lo que hicieron", explicó a La Capital Alejandro Cardinale, juez del Juzgado de Menores Nº 3. "No podemos relativizar lo que hicieron, ni quedarnos con la falacia de que «a delito de adulto, pena de adulto»", sintetizó.
Intervención integral
La Justicia de Menores intervino una vez que se identificó a los autores del hecho y sus edades. Después de las primeras medidas procesales, por ser no punibles, se puso a los chicos a disposición de la Secretaría de los Derechos de la Niñez, Adolescencia y Familia, área provincial que determinó la intervención de la Dirección de Niñez de Rosario y del Servicio Local, lo que comprende también la articulación con organismos municipales.
"Es una situación novedosa, como también lo es la modalidad, el tipo y la edad de los involucrados. Así como es novedoso el caso, lo debe ser la respuesta. No podemos aplicar herramientas que tenemos para otros casos", analizó Cardinale. En ese sentido se encuadra el desafío de las distintas áreas del Estado abocadas a abordar esta situación. "La respuesta debe ser especializada, específica y distinta. No porque se le ocurre al funcionario de turno, sino por mandato constitucional", sostuvo. En lo que respecta a menores no punibles la ley es clara: se orienta a la promoción y protección integral de sus derechos.
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"Lo que estos chicos hicieron es por demás de denso como para abordarlo por sí solo. La información de lo que hicieron no es el único elemento que el Estado debe tener en cuenta para intervenir", indicó Cardinale. "Hay que analizar todo lo que rodea a la vida de estos chicos: la familia, el barrio, la condición personal, la salud psíquica, física, nutricional", agregó.
Un contexto complejo
Todo lo que rodea a la muerte de Hugo Orlando Silva grafica un marco de vulnerabilidad social. Lo que ocurrió puede considerarse un síntoma más de una ciudad que durante los últimos años fue corriendo sus límites en cuanto a la violencia urbana. Una problemática social que al Estado le ha costado abordar por fuera de sus áreas penales o de seguridad y que fue impregnando, material y simbólicamente, a las generaciones que crecieron en contextos donde se acentúan las dificultades para acceder a derechos básicos.
Uno de los adolescentes involucrados en la muerte de Hugo es hermano de otro menor que hace tiempo está en la órbita de la Justicia de Menores por su participación en distintos delitos graves. Tiene 16 años y hoy cumple una privación cautelar de la libertad en el Centro Especializado de Responsabilidad Penal Juvenil (Cerpj) por balear un colectivo de la línea 146 en septiembre pasado.
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La Fiscalía provincial imputó como instigador de ese hecho a Carlos Jesús Fernández, conocido en la crónica local como Peloduro, con una historia vinculada al delito también desde que era menor de edad. Tal vez un caso paradigmático: desde adolescente estuvo bajo tutela estatal y ya mayor de edad pasó muy poco tiempo libre hasta volver a prisión como adulto. Según la acusación, Fernández instigó el ataque desde la cárcel de Coronda, donde ahora está clasificado como preso de "alto perfil".
El hermano de uno de los adolescentes ahora involucrados en la muerte de Hugo también fue mencionado en investigaciones por homicidios ocurridos en el mismo barrio. Primero, en febrero de 2024, el doble crimen de Juan Ramón Flores y Ana María Martínez, a quienes mataron en Spiro al 300 para quitarles un botín que habían robado. También sospecharon de su participación en un homicidio ocurrido al día siguiente, con Marcos "Chaparrito" Maldonado, de 17 años, como víctima de un disparo en la cabeza.
Hugo, un vecino del barrio
La historia de Hugo también tiene componentes que son más frecuentes en puntos de la ciudad como Villa Manuelita, donde las dificultades individuales pueden complejizarse por condiciones estructurales. Vivía hacía tiempo en la calle, a pesar del acompañamiento de su familia para poder revertir su situación. Incluso sus hijos y su madre tienen domicilio en el mismo sector del barrio donde pasaba sus días.
Los comerciantes de los locales aledaños a donde ocurrió el ataque lo describieron como una persona atravesada por el consumo problemático de alcohol. Aseguraron que, a diferencia de otras personas en contextos similares, no generaba conflictos. Por el contrario, le tenían aprecio y lo ayudaban siempre que podían. En tiempos mejores Hugo hacía changas gracias a esa mano que le daban los vecinos.
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Parte de su entorno familiar también atravesó momentos complejos relacionados a problemáticas sociales. Sus hijos viven en uno de los pasillos de Spiro al 300, una zona de Villa Manuelita que en distintos momentos fue foco de la violencia urbana por conflictos entre vecinos o bandas. Incluso uno de ellos, hoy de 25 años, presenció el asesinato de su amigo Alexis González el 25 de agosto de 2021.
En ese entonces una versión ubicó al hijo de Hugo como el blanco del ataque, y a su amigo asesinado como una víctima colateral. "Acá siempre se juntan los pibes. Pero no sabés si uno tiene una bronca. Entonces pasa esto, tiran al montón y capaz que uno tiene una bronca pero le pegan al que no le tenían que pegar", contó una vecina a La Capital en aquella ocasión.