Sin salir de una primera exploración surgen datos que podrán aportar a análisis más profundos. El descenso en los homicidios fue acompañado, proporcionalmente, de una notoria merma de asesinatos a balazos. Barrios asolados en los últimos años por mortales enfrentamientos entre bandas criminales fueron escenario, en 2024, de solo cuatro o cinco hechos vinculados a conflictos personales. Diez personas murieron acribilladas como pasajeros o choferes de taxis o colectivos, tres de ellas en una saga atroz cuyos motivos no terminan de estar claros.
El panorama de la violencia letal en Rosario, que luego de más de diez años de una tasa elevadísima volvió a ponerse a la altura del resto de las ciudades del país, puede observarse desde diversas ventanas con variadas interpretaciones. Ante la precariedad de respuestas que ofrece la pregunta de por qué disminuyeron los homicidios se intentará indagar, en una foto preliminar construida con información pública compilada por este diario, en qué cosas han cambiado y qué se mantiene igual más allá de los números. Que en líneas generales coinciden con los que este miércoles dio a conocer el Observatorio de Seguridad Pública (OSP) en su informe oficial.
En números
Puede afirmarse que los cambios rotundos de las cantidades no son tan profundos al examinar la dinámica de los homicidios. Esa lógica puede aplicarse a las zonas: hubo barrios otrora vapuleados por la violencia donde en el último año no se registraron homicidios, pero la mayoría abrumadora de los hechos sigue desencadenándose en barrios periféricos. Los crímenes por encargo fueron muchísimos menos, pero siguen representando el 40% de los casos.
De los al menos 91 homicidios registrados en el departamento Rosario durante el año pasado, 17 se cometieron en enero. En febrero fueron ocho, once en marzo, ocho en abril, nueve en mayo, seis en junio y en julio, dos en agosto y en septiembre, ocho en octubre, siete en noviembre y siete en diciembre. La cifra podría crecer según como progresen las investigaciones de algunos casos en los que no se estableció aún la responsabilidad de terceros.
Villa Gobernador Gálvez volvió a ser la segunda ciudad del departamento con más homicidios pero la disminución es notoria: de 22 crímenes en 2023 el registro bajó a cuatro. En Pérez se perpetraron dos hechos, tal como en Granadero Baigorria, mientras que en Funes no hubo asesinatos. En Carmen del Sauce hubo un hecho, al parecer en ocasión de robo, y en Alvear fueron dos, uno de ellos el de un hombre hallado calcinado en un camino rural. También se contabiliza un hecho en Piñero, adentro de la cárcel.
>> Leer más: Enero de 2024: menos asesinatos pero cometidos con más saña
En cuanto a los al menos 80 asesinatos en la ciudad de Rosario también hay datos llamativos, como el registro de ese sector de la zona noroeste más castigado por la violencia letal atribuida a enfrentamientos entre bandas criminales en los últimos tiempos: en Ludueña el cifra bajó de 18 crímenes en 2023 a dos asesinatos por cuestiones intrafamiliares en 2024 y en Empalme Graneros la reducción fue de siete casos a dos.
En Parque Casas hubo tres crímenes en una semana y otro más días después, todos vinculados a problemas narco. Y en otros barrios de las zonas norte y noroeste con cierta agitación como Fisherton, 7 de Septiembre, Zona Cero, Nuevo Alberdi y La Cerámica se registraron un asesinato en cada uno.
Lejos de las cifras acostumbradas hasta 2023, los barrios rosarinos con más homicidios en 2024 tuvieron cinco hechos y están en zona sur: Tablada y barrio Alvear. Además hubo tres casos en Las Flores, Villa Manuelita y la villa Flammarión. En la República de la Sexta hubo dos hechos, al igual que en los barrios Plata y Tiro Suizo. Hubo un asesinato en los barrios La Guardia, Acindar, San Francisquito, Saladillo, Hospitales, Mangrullo y Abasto.
>>Leer más: Los homicidios siguen disminuyendo ostensiblemente entre preguntas sin responder
Hacia el oeste se perpetraron cuatro crímenes en el barrio Triángulo y Moderno, y tres en villa Banana, en barrio Belgrano y en Belgrano Sur. También barrios que venían siendo muy conflictivos como el Gráfico, Parque Oeste, Bella Vista, Vía Honda, La Lagunita, Supercemento, Villa Urquiza y la zona de 27 de Febrero al 7600 fueron escenarios de solo un caso durante 2024. Y en Santa Lucía, por ejemplo, no hubo asesinatos.
En barrios más cerca del centro hubo un caso en Pichincha, donde se registró uno de los dos homicidios por peleas entre cuidacoches, y otros dos vinculados con robos: uno en Echesortu y el restante en el centro.
En cuanto a las edades, lo que no se modifica es la amplia mayoría de menores de 40 años entre las víctimas. Si bien las cifras bajaron ostensiblemente, las proporciones no sufrieron modificaciones en las franjas etarias. A diferencia de años anteriores, en 2024 no mataron a menores de 14 años.
Bulevar Avellaneda, apenas pasada la intersección con Reconquista y antes de llegar a Ibarlucea hacia el sur, dónde ocurrió el crimen de Pillín Bracamonte
El crimen de Pillín Bracamonte, en Avellaneda y Reconquista, fue uno de los hechos que más conmoción causó en 2024.
Trece de las víctimas eran adolescentes de 15 a 19 años (en 2023 fueron 27 y en 2022, 44) y otras trece tenían entre 30 y 34. Doce personas tenían entre 20 y 24 años, once de 25 a 29 y otras once tenían entre 35 y 39. Entre las víctimas más grandes, 15 tenían entre 40 y 50 años, cinco entre 50 y 60, otras cinco más de 60 años.
Violencia de género
Respecto de los crímenes de mujeres la merma también fue cuantiosa: de 47 hechos registrados en 2023, el año pasado fueron 13. La cifra es incluso más baja que el promedio de 20 casos anuales que había en Rosario antes de los 62 perpetrados en 2022.
Más allá de la notoria disminución, en principio puede decirse que aumentó la proporción de casos considerados como femicidio. En eso tiene que ver los cambios que introduce la perspectiva de género en el abordaje de hechos que no se presentan bajo las variables domésticas o relacionales que al principio le daban contexto a esos crímenes en los cuales la violencia de género se verifica entre sus componentes.
Tal es el caso de dos chicas acribilladas por error en mayo cuando les dispararon porque buscaban a la dueña de la moto en la que iban las víctimas. En ese caso la Fiscalía imputó de femicidio a los tiradores detenidos minutos después. La misma figura se aplicó al crimen de una joven que apareció muerta a golpes dentro de una bolsa de arpillera en una tapera del barrio Gráfico, hecho también contextualizado en la venta barrial de drogas. En ese marco hay otros crímenes de mujeres asesinadas en posibles contextos narco que todavía no tuvieron imputaciones y habrá que ver cómo se resuelven las calificaciones según avancen las investigaciones.
Sobre los femicidios vinculados a cuestiones familiares, hubo dos mujeres asesinadas por sus parejas, otra ultimada por su hijo en un doble crimen que incluyó al concubino de la víctima y una chica asesinada a puñaladas por un ex de su mamá. En tanto, una mujer murió quemada en un incidente en la cárcel y otra fue brutalmente asesinada junto con su esposo en un golpe comando a su casa que pudo haberse tratado de un robo.
Órdenes
Los homicidios vinculados a economías ilegales en Rosario apenas superaron los 50 casos en 2024. Según los datos del OSP de la provincia sobre los primeros once meses de 2024, más allá de la reducción de 68% de los hechos respecto del año anterior, el porcentaje de esta variable —seis de cada diez homicidios— sigue siendo importante. Puede agregarse que, tal como publicara este diario cuando se habían perpetrado la mitad de los homicidios de este año, en mayo esos hechos se ubicaban en torno al 40% lo que implica que pueden haber aumentado en la segunda mitad del año.
Estas disminuciones van en sincro con un aumento proporcional de los asesinatos por motivos interpersonales —más de 20, un 21%— o en ocasión de robo (al menos 8 hechos, un 9%), que también se redujeron en cantidad respecto de otros períodos.
Otro dato interesante con varias lecturas tiene que ver con la existencia de un pacto previo. Según el informe del OSP los menos de 40 casos indican que esa variable se redujo un 70% respecto del año anterior y es la más baja desde 2014. Pero en proporción, el 40% de los homicidios en Rosario fue por encargo, lo que habla de la vigencia de conductas como las de pagar para matar.
>>Leer más: Los asesinatos a tiros se redujeron más del 70% en comparación con el primer semestre de 2023
Si bien el porcentaje de homicidios con armas de fuego sigue siendo amplio, su disminución es tan importante que merece un lugar relevante en cualquier análisis. Durante 2024 se cometieron 62 asesinatos a balazos en Rosario, muchísimo menos que los 220 perpetrados a tiros en 2023. En este aspecto no solo bajó la cantidad sino también la proporción ya que este 68% es ampliamente inferior que el 85% del período anterior.
Esa reducción relativiza la cifra de crímenes cometidos por otros medios: 13 personas murieron apuñaladas (en 2023 fueron 21) y al menos 16 fueron asesinadas a golpes, asfixia o en incendios intencionales (una menos que el período anterior).
Cabe recordar que el uso de armas de fuego no sólo se debe leer en términos letales, ya que el panorama completo incluye la cantidad de heridos a balazos. El descenso es muy importante al contrastar los menos de 400 hechos con heridos de arma de fuego —330 hasta noviembre según el OSP— con los casi 800 del año anterior. Si es evidente que hubo muchos menos gatillazos puede pensarse que hubo menos oferta para salir a matar con un arma, especialmente durante la primera mitad de 2024.
>>Leer más: "Compras de paja": cómo entran al mercado negro armas de fuego legalmente adquiridas
Estos cambios ameritan un análisis más profundo y —sobre todo— más tiempo para ver si se consolidan. En torno a la disminución del uso de armas de fuego en las calles rosarinas hay varios factores por desmenuzar, desde las restricciones penitenciarias que pueden haber impactado en el circuito de crímenes por encargo hasta las investigaciones más exhaustivas sobre la circulación de armas de fuego que puso en marcha el Ministerio Público de la Acusación (MPA) en 2024. Tampoco se puede descartar que haya grupos criminales que decidieron dejar de matar un tiempo y atemperar la exposición que esa violencia les reporta. O puede que en algún momento la crisis económica también haya afectado al mercado del sicariato.
Otras formas
Más allá de los datos precisos que ofrecen los números, la violencia no se analiza solo por los resultados verificables que provoca. Esto debería ser tomado especialmente en cuenta en Rosario, donde la acumulación de crímenes durante más de diez años viene dejando un tendal poco abordado de sobrevivientes cuyas vidas se quebraron a partir del asesinato de un ser querido.
Entre los datos que aparecen más allá de las cifras puede apuntarse que en 2024 hubo siete homicidios dobles, hechos que suponen un ejercicio de la violencia más descarnado. El más resonante fue el doble crimen del histórico líder de la hinchada de Central Andrés “Pillín” Bracamonte y su ladero Daniel “Rana” Attardo, acribillados a unas cuadras del Gigante de Arroyito minutos después de un partido. Un hecho que aporta mucho más que números a los análisis de la violencia en la ciudad.
>>Leer más: Crimen de Pillín Bracamonte: un mar de hipótesis basadas en el perfil de la víctima
Otro capítulo podría contener los siete casos de personas asesinadas en el marco de conflictos intrafamiliares. Entre éstos se cuentan cuatro femicidios y dos hombres asesinados en peleas entre hermanos.
También llamaron la atención por salirse de los patrones habituales el crimen de un joven en la puerta de un restaurante donde se había originado un entredicho entre dos personas que “se miraron feo”, otro muchacho asesinado en una discusión por un incidente de tránsito y al menos dos hombres que murieron luego de haber sido sometidos a golpizas en la vía pública.
daloia
Matías Daloia, chofer de la línea K, fue baleado el jueves 7 de marzo a las 19 y murió tres días más tarde.
Foto: Celina Mutti Lovera.
En ese marco surge otro dato todavía más llamativo: durante 2024 al menos diez personas fueron asesinadas a bordo —o bajando— de remises, taxis o colectivos. Cuatro de ellos iban como pasajeros cuando les dispararon a los vehículos, uno fue emboscado cuando bajaba y tres estaban trabajando cuando fueron escogidos al azar y asesinados en aquella semana de marzo que rompió todos los moldes.
>>Leer más: El relato de un adolescente que enlaza cuatro crímenes de trabajadores al azar
Es que si hay un aspecto de este análisis que no puede ser mensurado con la contundencia de la baja de los homicidios es el impacto que tuvo en la población rosarina esa serie de asesinatos: cuatro trabajadores elegidos al azar —dos taxistas, un colectivero y un playero de estación de servicio— ultimados por orden de un grupo criminal. Esto, en el marco de un conflicto que el gobierno provincial mantenía con presos solo individualizados con categorizaciones genéricas, reclusos denominados de “alto perfil”, y a quienes se les atribuyen reclamos por el endurecimiento de las condiciones de detención. Una saga por demás oscura cuyo esclarecimiento no debería quedarse en las imputaciones ya formuladas a los implicados como autores, organizadores y encubridores.
Tiempo al tiempo
“Quienes nos dedicamos a estos temas solemos tener más herramientas para pensar cuando los homicidios suben que cuando bajan”, sostuvo recientemente un criminólogo consultado sobre lo sucedido en Rosario durante 2024. Y sugirió examinar qué cambió y qué se mantiene igual en una ciudad que quedó boyando muy por encima de las históricamente bajas tasas de homicidio de la Argentina, pero más lejos aún de los violentísimos números de otras ciudades latinoamericanas donde la violencia letal está arraigada incluso desde antes de que florezcan los carteles narco.
Entre las cosas que cambiaron aparece más contundente la presencia estatal en materia de seguridad, con más fiscales persiguiendo la venta callejera de drogas a partir de la ley de microtráfico. Es más visible la presencia en las calles de fuerzas de seguridad provinciales y federales, sobre todo en tareas de control vehicular y barrial, así como en los patrullajes que habían sido casi inexistentes durante la gestión del gobierno anterior. También se infiere, de los cambios de ciertas condiciones de encarcelamiento, que los circuitos delictivos gerenciados desde las cárceles santafesinas ya no tienen las obscenas facilidades de años anteriores.
Sin embargo suena apresurado atribuir a las políticas criminales desplegadas por los actuales gobiernos nacional y provincial todas las razones por las cuales 2024 quedará en la historia por la reducción de la violencia letal en Rosario. Aun cuando esas medidas redunden en novedades saludables como esta rotunda disminución de los asesinatos, no se debe perder de vista que se trata de un problema con una historia y una dinámica cuyo desarrollo no se limita solo a decisiones o voluntades gubernamentales y obedece a muchos otros factores que no tienen tanto que ver con la multiplicación de patrulleros, policías, fiscales y plazas carcelarias.