Era un sábado como cualquiera en el almacén de Tamara Marionsini, Mara, una madrugada más en la cuadra de Vera Mujica al 4800. La mujer era querida en el barrio donde vivió siempre con su madre y su tío. Y su hijo Mauricio. Los vecinos se reían de su carácter, buena pero brava, decían en barrio Plata. Durante varios años y cuando su peso era de unos 150 kilos se ocupó de su madre, su tío y su hijo, que llevaba su apellido: Marionsini. Gustavo, el padre del niño desapareció y recién se tornó visible para su hijo unos 25 años después. Mauricio creció y sus conocidos dicen que tiene mal carácter. Se alistó en la Prefectura Naval, pero pidió la baja. Se casó una vez, se fue a Miami con otra pareja. Mara armó su vida a partir de la ida de Mauricio. Bajó unos 70 kilos, se arregló su cabello, se ocupó de las uñas y encontró a Silvio, con quien se iba a casar en marzo de 2024 después de cuatro años de convivencia. Pero Mauricio volvió de Miami con serios problemas de adicción y cuando ella lo vio entrar a la casa le dijo a una sobrina del alma: “M'hija. Tengo miedo que me mate”. La madrugada del 20 de enero Mauricio llegó a su casa y mató de cuchilladas, mazazos y asfixió a su madre y a Silvio.
Según un informe del Observatorio de Femicidios en Argentina, dirigido por la organización “La Casa del Encuentro”, entre el primer día del año y el 31 de enero del 2024 se registraron 30 víctimas por violencia de género, 28 femicidios vinculados de mujeres y niñas y dos vinculados de varones adultos y niños. El 48 por ciento de los agresores eran parejas o exparejas y el 65 por ciento de las mujeres fueron asesinadas en su casa, en tanto el 39 por ciento eran menores de 18 años. Buenos Aires sigue siendo la provincia con más casos, seguida por Santa Fe, Chaco y Salta. En Rosario hubo cinco asesinatos, uno de ellos en la Unidad Nº5 y otro se dio en Villa Constitución.
Rosario registró cinco homicidios de mujeres en lo que va del 2024: Stefanía Toloza, Ana María Martínez, Tamara Marionsini, Susana Haydeé Mena y uno fue en la Unidad 5, la cárcel de mujeres, allí María Mercedes Antelo, una mujer oriunda de la ciudad de Santa Fe, terminó con graves quemaduras y falleció. La causa está en investigación. Con esos números Rosario es la ciudad del país con los índices más altos de asesinatos de mujeres. Dos de los hechos, el de Stefanía Toloza y el de Tamara Marionsini ya fueron tipificados en la Justicia como contexto de violencia de género y femicidio. En los otros aún no hay detenidos. Marginalidad, entorno narco o desequilibrios emocionales o mentales guiaron los cuchillos, los disparos y las manos que lastimaron y estrangularon.
Gustavo, el padre de Mauricio, fue un amor de Mara, pero se fue a España a organizar otra vida y allí estuvo mucho años. Así Mara se hizo cargo de su madre, de un tío con problemas de alcoholismo y de Mauricio. El chico tuvo todo y ella, como una frase hecha, “vivió para él”. En ese largo tiempo el muchacho estudió y terminó la secundaria, ingresó a la Prefectura Naval, de donde finalmente le dieron la baja y tuvo problemas de adicción. Un día le robó una suma de dinero importante a su abuela, los conflictos arreciaron y Mauricio se fue a Miami. La relación era inestable y así fue hasta el día en que Mauricio mató a su madre y a la pareja.
Ayelén, la sobrina postiza de Mara cuenta que “ella te daba lo que no tenía. Yo quedé sin madre de chiquita y como vivía en la cuadra ella medio que me adoptó. Mauri tenía mal carácter, te trataba mal y era muy agresivo. En un momento entré a trabajar en el almacén, éramos tres empleadas y él nos trataba mal a todas y yo me iba a mi casa llorando”. Y mientras cuenta, Ayelén vuelve a tener diez años: “Cuando yo era chiquita me regalaba huevitos Kinder, juguetes y una vez unas uñas largas de plástico, en ese tiempo era muy gorda me acuerdo”.
La joven recuerda que “durante la pandemia estuvimos mucho juntas. Hacíamos videitos de “Tik Tok”, jugábamos a las cartas, íbamos por el barrio y estábamos todo el día juntas. Para esa época Mauri estaba en Miami”.
Después Mara conoció a Silvio por medio de una red, “Tinder”. Silvio era un antiguo dueño de un taller metalúrgico que un día dejó fierros en manos de sus hijos y se retiró. Y conoció a Mara. Cuenta Ayelén: “Fueron muy felices. Viajaron, Mara se arreglaba, se pintaba, usaba otra ropa y parecía otra mujer, feliz. Silvio se tatuó el nombre de Tamara en su brazo”. Vivieron cuatro años juntos y Mara pudo recuperarse de un cáncer.
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Una tarde Mauricio le dijo a su madre que volvía de Miami. Allí estaba con Milena, una mujer de Rosario con la que compartió días en Miami y quien la llamó en esos días a Mara para avisarle que el muchacho volvía, que se cuidara. “Se me terminó todo hija, él se va a querer adueñar de todo y odia a Silvio aunque no lo conoce”, le dijo una tarde a Ayelén.
Al volver Mauricio, Mara un fin de semana quiso hacer una reunión y la invitó a Milena. Mauricio se negó a que fuera Milena, su ex pareja y a quien Mara conocía y quería. “Milena no mamá, ella se quiere quedar con la casa”, le dijo a Mara.
La casa en disputa es una humilde vivienda de zona sur, con una planta alta a la que se ingresa por una escalera exterior. Está despintada y no es una propiedad de valor. En lo que podría ser el garaje está el almacén, de barrio, humilde también.
En el tiempo en que Mauricio estuvo en la casa, aproximadamente dos años, Mara intentó ayudarlo. El muchacho vivía encerrado y “drogándose”, cuentan los vecinos del barrio. Mara le instaló una rotisería en los fondos de la casa y Silvio lo ayudaba haciendo cadetería del negocio de comidas.
Pero Mauricio volvió muy cruzado por las adicciones. Una vecina relató con gesto indignado que “él vendía y cocinaba cocaína, la fumaba en un frasco, algunos dicen que era fentanilo, una droga de diseño, y otros paco —un derivado de la cocaína—. Bajó mucho de peso y se empezó a descuidar”.
Una tarde de diciembre pasado Mauricio se peleó con Silvio y llegó la policía a la casa. Cayeron presos los tres por algunas horas. Mara, Mauricio y Silvio declararon sus problemas a desconocidos policías. En la comisaría Mauricio dijo que su madre tenía un arma escondida, situación real porque le mujer tenía miedo de que le robaran. Así Mauricio logró que se la retiraran y su madre y Silvio quedaran desarmados.
Mara estaba muy angustiada, sólo More y Juana, dos perritas de la calle, eran su muda compañía. No quería angustiar a Silvio pero estaba al tanto de la vida de Mauricio. En una llamada a una amiga le contó por esos días: “Le dije que se dejara ayudar, que no puede estar todo el día drogado. Los otros días le pregunté ¿Por qué me miras con ese odio hijo?”.
Así hasta la madrugada del 20 de enero. Ese día Mauricio ingresó a la casa alrededor de las 3 de la mañana y fue hasta el almacén donde Mara acomodaba mercadería y la apuñaló una vez, dejándola tirada. Luego fue a la habitación de la pareja y apuñaló a Silvio. Ahorcó y apuñaló por segunda vez a su madre mientras las perras More y Juana caminaban a su alrededor. Una vez que se cercioró de que los dos estaban muertos trasladó los cuerpos a distintos lugares: a su madre a un costado del comedor y a Silvio a un depósito en el jardín de la casa. Todo quedó grabado en cámaras de vigilancia internas que había en la casa.
Al asesino lo detuvieron el 23 de enero en una plazoleta cercana a la Terminal de colectivos, estaba flaco y demacrado, ni se podía mover. Los fiscales argumentaron que el móvil del doble homicidio fue que Mauricio Marionsini, de 33 años, no quería que Silvio ni su madre se quedaran con la casa. Durante la audiencia imputativa el juez Rodrigo Santana argumentó violencia de género y femicidio y accedió a su prisión por dos años. La casa es humilde y perdida en una calle cualquiera de un barrio. Tal vez fueron otros los motivos del doble homicidio pero eso lo sabe sólo el femicida que mató a su madre.