Reptiliano, alienígena, humanoide. Horacio Rodríguez Larreta comenzó a estirar esos apodos para sacárselos del cuerpo y volver renovado a la escena política tras el fracaso de su participación en la carrera presidencial.
El exjefe porteño vuelve a la competencia para legislador con un marcado cambio de perfil. El intento por ablandarse y ser auténtico. Oposición a Javier Milei
Por Facundo Borrego
Foto: Archivo / La Capital.
El exjefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta.
Reptiliano, alienígena, humanoide. Horacio Rodríguez Larreta comenzó a estirar esos apodos para sacárselos del cuerpo y volver renovado a la escena política tras el fracaso de su participación en la carrera presidencial.
El exjefe de Gobierno porteño no sólo presentó públicamente su intención de participar en las elecciones de este año sino también sacó a la pista un nuevo prototipo basado en una sinceridad retocada. ¿Podrá? La clave, justamente, es que le salga auténtico.
Intentar bailar en un centro de jubilados o con adolescentes en una plaza para caerles simpático no va más. Hay cosas que se traen o no. Claramente vale más ser un loco auténtico que un cuerdo forzado.
En tiempos de descreimiento político busca mostrarse sin ataduras y hablar como habla en su vida real fuera de los micrófonos. No reniega de la casta, dice querer perfeccionar el oficio de político, y, además, por más que quiera, ya no puede despegarse de ella.
Larreta apuesta a una estrategia vieja, pero que parece encontrar su momento, su justa medida y su antagónico. Mientras Javier Milei se muestra genuino pero se pasa de rosca al borde de avergonzar, él apunta a un perfil intermedio entre el político profesional, razonable y presentable, y lo espontáneo, franco y hasta pícaro. Sí, Larreta. Dentro de todo, le sale.
La gran falencia en su carrera política fue su dureza e inflexibilidad discursiva, su búsqueda de empatía forzada y la sobreactuación desde spots a entrevistas. No parecía creíble, no por sonar a chanta, sino a cartón. Ahora es más fresco, al menos tiene algo de olor a colonia. Por ejemplo utiliza pequeños insultos para mostrar ser mundano que a veces parecen pensados aunque no lo sean.
“Me decían que era un robot, los de Milei un alienígena. Estaba muy seteado, coucheado. Tenés que decir esto, esto y esto. Y hago autocrítica. Si tengo los huevos llenos, para qué digo otra palabra. Como lo dije la semana pasada contra Milei si tenía los huevos al plato”, admitió.
En una entrevista en Radio con Vos, habló de todo esto. Cuando le preguntaron si competiría por una banca a la legislatura o al Congreso dijo: “En otro tiempo te hubiese dicho: no es tiempo de hablar de candidaturas. Hoy te digo que no lo sé sinceramente”.
Colateralmente desnuda al oficio de los políticos que esconden las verdaderas intenciones discursivas. Trata de sacarle la cáscara mientras se desprende de la suya. Que mejor postor para hacerlo que quien fue el peor impostor.
Hasta se anima a picantear. Arrancó por una fácil: Jorge Macri, regalado en Tik Tok, en la calle, en las redes. Comenzó a caminarle las calles y mearle los postes. Y lo sube a las redes. "La Ciudad no está bien. Está sucia, no hay obras grandes como se acostumbraba y tienen miedo por las fugas de presos". Completa.
"El rey está desnudo. No dije nada nuevo, es lo que todos sienten", agrega. En sus publicaciones muestra a gente pidiéndole que vuelva. No hay eufemismos esta nueva etapa.
Larreta pisó en falso en la elección a presidente y se le vino el mundo encima. Su reconstrucción llega un año después con un reacomodamiento político, más libre, sin atarse al PRO y con nuevo juego. Es opositor y no coquetea como el macrismo. Vuelve, pero lo hace unos metros corrido. Claro que evita los extremos y seguramente la trágica avenida del medio.
No es más aquel candidato de la centro derecha blanda sino que ahora lo reacomoda como desarrollista -todo lo opuesto a Milei-, que conserva aún algo del estilo new age del macrismo primitivo. Al desarrollismo también hay que ablandarlo. Todo encierra un contrafáctico imposible: ¿y si hablaba así antes?, un poco más: ¿y se apiolaba antes?
Larreta tiene un gran capital que no suelta y es que es haber sido jefe de Gobierno porteño en dos ocasiones con gestiones exitosas. Hasta, quizás, en esta etapa se anime a decir que fueron mejores que las de Mauricio Macri. Reveló que lo comparó con el padre y al expresidente no le gustó ni un poco. Por algo se empieza.
No pudo matar al padre, esa necesaria figura de ruptura con quien otorga el protagonismo en la marquesina. Lo hace en cuotas, no con un puñal, se verá si le alcanza. Lo mismo para su nueva apuesta de comunicación: que el reptiliano cambie de piel.