El peronismo entró a boxes y cursa su duelo. Luego del 19 de noviembre quedó impactado, sorprendido y, por unos días, en silencio. Con todo, un factor principal de su entidad no estaría, al menos por ahora, afectada: la unidad. Con el candidato Sergio Massa fuera de escena y la líder del movimiento, Cristina Kirchner, corrida por decisión propia del foco principal —desde aquel último acto en la Plaza de Mayo, en el aniversario de los 20 años de asunción de Néstor Kirchner, el 25 de mayo pasado—, transita días de incertidumbre y espera en el Congreso, al menos hasta que se termine de materializar el nuevo mapa de fuerzas.
Fuentes del peronismo evalúan que todavía cuentan con un activo valioso: el bloque mayoritario en Diputados, con entre 105 y 109 integrantes, cómodamente la primera minoría. Que será secundada por el bloque o interbloque (según lo defina la oposición) que representará más fielmente al gobierno electo, el macrimileísmo, que lo conformarían entre 70 y 80 miembros, aunque todo está por verse. Luego vendrá una tercera fuerza (cerca de medio centenar) en Diputados donde iría el PRO más blando, sectores de la UCR y otras formaciones menores asociadas hasta ahora a Juntos por el Cambio, una fuerza que como tal dejaría de existir.
Desde ya, esa primera minoría peronista no tendrá ni la intención ni la fortaleza política ni numérica de disputar la presidencia de la Cámara baja, que surgirá de la propuesta de la ahora fuerza oficialista.
Desde la que será la primera fuerza opositora a partir del próximo 10 de diciembre evitarán involucrarse en la danza de nombres con que el encuentro de Mauricio Macri y Javier Milei se disputa a estas horas los nombres para ordenar la arquitectura institucional en Diputados. Allí pujan Cristian Ritondo del PRO, y el sorprendente Florencio Randazzo, que forma parte del espacio referenciado en el candidato que salió cuarto en las elecciones generales, Juan Schiaretti, con menos del siete por ciento.
Siempre que emerge un nuevo presidente, sobrevienen los “saltos” del sector perdedor hacia el lado ganador, el llamado transfuguismo político. Ocurrió en 2015, cuando el entonces presidente electo contó con la colaboración de una parte de los perdedores peronistas; entre otros, justamente Sergio Massa (que ya se había retirado en 2013 y que en 2017 retornó al peronismo) y Diego Bossio, un articulador parlamentario muy efectivo para los intereses de aquel JxC triunfante.
Por alguna razón basada en el análisis político del tipo de política de ultraderecha que implementará Milei, en el peronismo creen que no habrá deserciones hacia el ese bando. En especial por la viabilidad y consecuencias devastadoras que podría tener la política económica que se viene, pensando en la sensibilidad de esos 11,5 millones de votantes que lo hicieron por la fórmula de Unión por la Patria, hace ocho días, en el balotaje. Aunque, se sabe, también se trata de una aspiración y, al cabo, un acto de fe. El peronismo siempre creerá que no está vencido de por vida, y que el proceso que se inicia no es más que una nueva instancia de resistencia, como tantas que transitó en su historia.
Este martes, en un plenario de la comisión de Juicio Político —con la conformación actual dominada por el FdT— se concretará el primer acto formal de regreso del peronismo a la acción parlamentaria.
Con la mayoría ajustada que conservará hasta el próximo día 9 de diciembre, el FdT dictaminará el juicio político para los miembros de la Corte Suprema, luego de un año de reuniones, testimonios y acumulación de pruebas. Será una primera muestra de que, por ahora, la unidad del bloque FdT (luego de UxP) se conserva.
Desde ya, los dictámenes serán rechazados por la oposición y el nuevo oficialismo, que impedirán que esos documentos lleguen al recinto y se pongan a consideración. Aunque sin ninguna chance de eficacia a corto plazo, se trata de un antecedente, y con valor simbólico, político y jurídico.
En el Senado, el peronismo contaría con un número claro de primera minoría, incluso con capacidad de conseguir quorum propio. Sin embargo, bajo la presidencia de Victoria Villarruel, la Cámara alta no parece un ámbito donde pueden fluir los acuerdos políticos.
El futuro está cargado de incertidumbre, y no sólo para los derrotados. También entre los nuevos oficialistas, y los anillos de apoyos que consigan según los temas que traten, dominan las preguntas y faltan las certezas.