Pero además, era la empresa de Rosario que proveía mayor cantidad de comidas a empresas, casi 10 mil menús diversos. Entre ellos, al personal, artistas y periodistas de Canal 3 y Canal 5. Pero como al ser domingo nadie cocinaba, todos los internados habían comido sándwiches, que se convirtieron en el cuerpo del delito.
Omar Oviedo trabajaba cómo paramédico de Ecco Emergencias y recuerda que "fueron días extremadamente difíciles en lo laboral", porque los equipos llegaban a hacer la atención a domicilio y en algunos casos necesitaban pedir apoyo para trasladar, ya que debían internar a más de un paciente. Familias enteras, padres e hijos, caían como moscas y colapsaban la respuesta de la empresa. Lo mismo comenzaba a suceder en los efectores de salud, en los que se multiplicaban las consultas.
"La incubación de la infección demora entre 12 y 48 horas, por eso iban cayendo de a poco, según la cantidad ingerida y la condición del paciente. No es lo mismo una persona sana que una inmunodeprimida o en tratamiento oncológico. En un 99% la gastroenterocolitis se fue pasando sola. Pero algunos tomaron antibióticos y complicaron sus cuadros", señaló Armando Barck, por entonces secretario de Salud Pública.
Parecía que todos los habitantes de la ciudad tenían un conocido afectado. Incluso hubo intoxicados en las ciudades de San Lorenzo, Venado Tuerto, Casilda, San Nicolás y Pergamino que habían pasado el fin de semana en Rosario. Una de las insólitas derivaciones fue la suspensión de un espectáculo de ballet de Julio Bocca y su elenco en el Auditorio Fundación. Casi todos habían ido a Aguiló luego de la primera función, la noche anterior, y no se encontraban en condiciones de bailar.
Así lo recuerda Inés Yoffré, que tenía 23 años en ese entonces: "Era el Día del Niño y nos juntamos en familia a comer al mediodía. Estaban mis padres y mi hermano, con una nena de dos años y otra de seis. Compramos sándwiches en Aguiló como lo habíamos hecho un montón de veces, porque eran riquísimos y muy famosos", contó. Por la tarde todos comenzaron con malestar, y las niñas con diarrea y vómitos.
Al otro día, su madre empezó con los mismos síntomas. Inés se fue a trabajar, pero tuvo que volverse por la descompostura. "Mi papá estaba igual, y cuando estoy llegando a mi casa veo la ambulancia en la puerta. Se llevaba a mi mamá, que estuvo cuatro días internada con una gran deshidratación. Los médicos no le daban chances, pero se salvó. La teoría era que los recipientes de mayonesa estaban mal lavados", indicó.
La prueba
La Dirección de Bromatología Municipal se hizo presente en el establecimiento, donde extrajo muestras de las materias primas para analizarlas en busca de contaminación, y suspendió las actividades del lugar hasta nuevo aviso. Tras algunas jornadas, hallaron gérmenes de coliformes en gran cantidad, y en particular del bacilo escherichia coli en la mayonesa casera que se elaboraba allí, en unos triples de pan negro y en una pasta para untar preparada con huevo, morrones y el aderezo artesanal.
La escherichia coli es una bacteria que se encuentra comúnmente en los intestinos de animales y humanos, por lo que las primeras hipótesis descartaron alimentos en mal estado, y se inclinaban por un empleado que se había lavado mal las manos después de ir al baño y antes de manipular las materias primas, quizás por descuido, falta de higiene o de conocimiento. Pero rápidamente comenzaron a surgir también las versiones de un posible sabotaje.
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A las 48 horas, la mayoría de los perjudicados se había recuperado, pero empezaron a aparecer más personas con síntomas y en la comisaría 2º se presentaron unas 250 denuncias, en muchos casos en representación de familias enteras. Las estimaciones de las autoridades elevaban a 1.000 los afectados. El hecho había causado una conmoción social, y la misma semana el municipio (en afán de mostrarse activo) clausuró otra sandwichería llamada Pan-Pan, en Santa Fe 1435, por comercializar alimentos no aptos.
El jueves 6 se produjo el primer muerto con aparente relación: Silvio Lombardi, de 72 años, quien había comido sándwiches junto a su familia, y varios miembros habían sido afectados. Luego, una mujer joven que estaba a días de dar a luz, perdió el embarazo tras intoxicarse. Se realizaron pericias forenses sobre el cadáver del hombre y el bebé. Paralelamente, Bromatología comunicaba que habían hallado más gérmenes: klebsiella, enterococcus, citrobacter freundii y salmonellas del tipo A.
En la estadística, la mortalidad de la enfermedad es muy baja, pero fueron tantos los afectados, que algunos murieron. "El aparato digestivo tiene una ventaja, y es que tiene dos vías de drenaje natural, vómito y diarrea. No hay que cortar eso, porque hace mal. Hay que corregir el medio interno con suero u oxígeno, y dejar que el cuerpo se estabilice", recomendó Barck.
El legajo
La causa judicial recayó en el juzgado correccional 6 que tenía a Eduardo Sánchez Romero como titular y a Adolfo Prunotto como secretario. Los imputados fueron Víctor Oficialdegui, Hugo Rubinsky, Antonio Bosia y Elvio Medina. Los tres primeros eran los dueños y el cuarto el "maestro mayonesero" del establecimiento. La investigación era por infracción al artículo 203 del Código Penal, que pena con prisión de tres a quince años "al que propagare una enfermedad peligrosa y contagiosa para las personas".
Mientras tanto, circulaban muchas versiones. La mayoría hablaban de un atentado interno, a través de la contaminación de la mayonesa con excrementos humanos por parte de alguien que tenía acceso los lugares de producción, ya sea un empleado que tenía alguna disputa laboral, o alguien que tendría alguna bronca a los propietarios y pidió pasar al baño. Los acusados prestaron declaración primero en la seccional ubicada en Paraguay al 1100, y luego en sede judicial, pero no pasaron ni una hora detenidos.
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"Era obvio que había sido contaminada. La versión más fuerte es que fue un sabotaje de un empleado que en otro horario trabajaba en un laboratorio de microbiología. De allí sacó un cultivo de escherichia coli en placa de Petri, que se usa para gérmenes, y con eso contaminó la preparación", recordó Ricardo Cicarelli, quien era director del Hospital de Emergencias Clemente Álvarez por esa época. "Además, coincidía con el cuadro clínico de los intoxicados, con gastroenteritis, cólicos, diarrea y vómitos", detalló.
Barck tampoco tiene dudas de que fue un sabotaje de un empleado enojado que puso materia fecal en la comida. "Había varios gérmenes que no están en el ambiente, son de las heces. La velocidad de desarrollo del germen es impresionante, pero para que cambie el gusto tienen que pasar algunas horas. Por eso los comieron sin darse cuenta", puntualizó.
Efectivamente, esa fue la explicación más robusta que quedó flotando en el inconsciente colectivo de los rosarinos durante las décadas siguientes. Pero en ese momento, actores de peso de la ciudad manejaban otra. "Evaristo Monti se mostraba, desde los micrófonos de LT3, muy hostil con los propietarios, incluso conmigo a un nivel personal. Bregó por la clausura definitiva del local llenando horas de radio durante meses con el tema", indicó Vicente Luis Cuñado, abogado de los dueños de Aguiló.
"La versión del sabotaje contribuía a probar la buena fe de mis clientes, pero nunca fue aceptada por el frente municipal ni el periodístico, que siempre los acusaron de negligencia. Si esta gente hubiera utilizado una marca comercial de mayonesa no hubieran tenido ningún problema. Como era casera, eso hizo que trataran de reprocharles que habían utilizado un elemento tóxico en su preparación", explicó el letrado.
Final
Mientras tanto, las autoridades sanitarias y el juzgado de faltas municipal determinaban la clausura definitiva. Así lo rememora Pablo Cribioli, quien era secretario de Gobierno: "El caso nos causó una gran preocupación. Lo primero que hice fue llamar al director de Bromatología, Horacio Maulión, para que me informara sobre lo ocurrido. Cuando tuvimos la información precisa de que era un problema con los alimentos, clausuramos el local de por vida. Era la sanción máxima que nos permitía el Código de Faltas", señaló.
Pero Aguiló contraatacó. "Consultamos en Buenos Aires a prestigiosos estudios ambientalistas, y conseguimos un informe contundente que decía que no había foco de contaminación de ninguna enfermedad tóxica. Lo presentamos ante las autoridades, y como no daban respuesta metimos un recurso de amparo en la Justicia laboral", apuntó Cuñado.
En octubre el local reabrió, y pese a la mala fama que le hacía Monti, la empresa se fue recuperando. "Al principio iba menos gente, hasta casi alcanzar un nivel previo. Pero a fines de enero de 1988 los dueños quisieron cerrar el local porque era imposible seguir trabajando con la situación a la que los sometía Bromatología. Así desapareció la sandwichería", lamentó.
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En cuanto al trámite judicial, nunca hubo confirmación oficial sobre las responsabilidades. Todo se diluyó en los circuitos legales y judiciales, y nadie comprobó nada. "La versión del sabotaje circuló, pero los dueños no tenían elementos para comprobarlo. Como Municipalidad nos competía lo que hicimos, lo otro era parte de la investigación judicial", argumentó Cribioli.
Finalmente, la Justicia decidió desincriminar a los socios de la empresa (se llamaba Rubofi), que fueron librados de toda culpa y cargo cuando se dictó la falta de mérito un año después. Los familiares de los fallecidos no pudieron probar vinculación con las muertes a través de un informe forense. "Fue el mayor caso de intoxicación que hubo en la República Argentina desde la existencia del Código Penal", aseguró Cuñado.
Algunos de los socios se instalaron luego en otros negocios del rubro. Unos abrieron una parrilla que estaba cerca de la Aduana, en Maipú y Urquiza. Otro puso una rotisería en calle Mendoza entre Entre Ríos y Mitre. Posteriormente tuvieron la concesión del bar de La Favorita, que después fue Falabella. Los rosarinos siguieron comiendo sándwiches de miga, pero el recuerdo de la intoxicación prendió fuerte en la sociedad.
Después del hecho se implementaron los cursos de manipulación de alimentos para obtener la libreta sanitaria. Ninguna sandwichería volvió a usar mayonesa casera, aunque era más barata y más rica, porque era un caldo de cultivo. Todas empezaron a utilizar la comercial. El miedo a comer comida en mal estado perduró por años.