La historia de las ciudades está jalonada por algunas visitas recordables y también por el simple paso por ellas de personalidades destacadas o ilustres. Es lo que ocurre, en el Rosario del siglo XIX, con la presencia de Manuel Belgrano el 27 de febrero de 1812, cuando enarboló por primera vez la bandera argentina a orillas del Paraná, o la de Domingo Faustino Sarmiento en diciembre de 1851, en su calidad de boletinero del Ejército Grande con el que, un par de meses después, Urquiza vencería a Rosas.
Esas visitas se tornaron más frecuentes cuando luego del inicial viaje hasta Tortugas del primer tren del Ferrocarril Central Argentino, el 1º de mayo de 1866, la línea pudo unir Rosario con Córdoba, el 18 de mayo de 1870, travesía que cumplió el ministro del Interior, Dalmacio Vélez Sarsfield, en representación del presidente Sarmiento, aunque debió arribar a Rosario en un vapor, ya que los servicios con Buenos Aires recién se inaugurarían al promediar la década de 1880. Y luego del viaje de Vélez Sarsfield, fue frecuente que utilizaran los trenes del Gran Central los presidentes Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Roca, Juárez Celman y algunos más, que en ellos dejaron atrás Rosario y atravesaron las florecientes colonias de la Pampa Gringa para llegar a la gran ciudad mediterránea.
El arribo de un genio
Una visita que alcanzó dimensión nacional y tuvo una especial repercusión fue la del notable científico Albert Einstein, autor de la Teoría de la Relatividad y premio Nobel de Física en 1921, que por iniciativa del ingeniero Jorge Ducloud llegó a la Argentina, que presidía Marcelo T. de Alvear, el 24 de marzo de 1925, en el vapor SS Cap. Polonio. El motivo de la invitación fue dictar conferencias en la Universidad Nacional de Buenos Aires y en las de La Plata y Córdoba, tras lo cual visitó también Montevideo. Al opinar sobre el país manifestó: “Ciudad cómoda, pero aburrida. Gente cariñosa, ojos de gacela, con gracia, pero estereotipados. Lujo, superficialidades”. Fue más benévola su opinión sobre la situación de la educación argentina, ya que señaló que «los programas de los estudios secundarios y superiores que he examinado me demuestran que este país no necesita aprender mucho de los centros culturales de Europa”. La permanencia de esa ilustre personalidad científica se extendió hasta el 25 de abril siguiente.
La Voz del Interior de Córdoba precisó el 13 de abril de 1925 que “En el tren especial que el Ministerio de Instrucción Pública de la Nación puso a la disposición del ilustre huésped, llego ayer por la mañana a esta ciudad el sabio profesor Albert Einstein a quien acompaña una destacada delegación de universitarios porteños”. El diario señaló luego que “el 11 de abril, a primeras horas de la tarde (…) partió por tren del Central Argentino con dirección a Córdoba, arribando a la misma el domingo 12 por la mañana. Se alojó en el Plaza Hotel luego de ser recibido en los andenes por una comisión de autoridades universitarias, profesores y miembros de la Academia Nacional de Ciencias. Fue esperado por el Ing. Texanos Pinto, en nombre del gobierno de Córdoba, decanos y profesores de facultades. En la misma mañana realizó un paseo hasta La Falda, almorzando en el tradicional Hotel Edén, regresando por las cumbres chicas y Alta Gracia, y visitando el dique San Roque”. Cuando retornó a Córdoba, por la noche participó de una cena de gala en el Hotel Plaza, y al día siguiente ofreció una disertación en el salón de actos del rectorado de la Universidad Nacional de Córdoba.
En Rosario Norte
La Capital, por su parte, publicó el 15 de abril siguiente una nota, ilustrada con una fotografía, que tituló “El profesor Einstein en la Estación Rosario Norte”, en la que aludió a su regreso desde Córdoba, acompañado de una comitiva compuesta por varios profesores de la Universidad de Buenos Aires y señaló también que “enterada la colonia israelita del paso del profesor Einstein, designó una comisión de damas y caballeros de su seno para llevarle su saludo. Componían dicha comisión el presidente del Centro Sionista, señor Manuel Wachs, el secretario de la misma institución, señor Moisés Abeliansky, Pedro Springberg, Alejandro Rosenblat, doctor A. Brisenoff, H. Eaier, M. Kirilovsky y las señoras de Wachs, Scheines, Sprinberg, Begall, Rosenblat, Abeliansky y señorita Teodora Wachs. En nombre de las damas israelitas hizo entrega la señorita Teodora Wachs de un hermoso ramo de flores naturales al profesor Einstein, quien se mostró vivamente conmovido por las atenciones de que se le hacía objeto, pidiendo a la vez que se transmitiera su más afectuoso saludo a la colonia israelita residente en Rosario”.
El Decano de la Prensa Argentina precisó luego que cuando el tren se puso en movimiento, “el numeroso público que se había congregado en la estación, estalló en un entusiasta aplauso, despidiendo al viajero cariñosamente, obligándolo a asomarse repetidas veces por la ventanilla hasta perderse el convoy de vista”.