Julia Mengolini es un personaje clave del paisaje mediático argentino de al menos la última década. Muchos quizás la conocen por ver su nombre combinado con la palabra “polémica” en titulares de medios hegemónicos, o por sus participaciones en programas de televisión populares como “Duro de domar”. Muchos más la conocen por ser conductora y co-fundadora de Futurock, la radio digital en torno a la cual se formó una comunidad que traspasa las fronteras del país.
A comienzos de diciembre, Mengolini publicó su primer libro, “Las caras del monstruo”, un “ensayo hecho de memorias” en el que reflexiona a partir de su propia experiencia sobre temas claves del presente, como la violencia en redes sociales, los mandatos de belleza, la pandemia (durante la cual perdió a su padre por Covid) o el surgimiento de los libertarios.
Lanzado por Ediciones Futurock (el proyecto editorial, extensivo de la radio, que existe desde 2018 y lleva treinta títulos publicados), el texto se organiza en seis capítulos temáticos antecedidos por una suerte de entrada de diario. De esta forma, Julia conecta eventos del último año (el primero del gobierno de Milei), con distintas reflexiones que, como sabrán quienes están atentos a sus intervenciones en redes o en los medios, la ocupan hace tiempo. En ese sentido, es también “un manifiesto, porque contiene una serie de ideas políticas y una forma de defenderlas”, caracterizó la autora en diálogo con La Capital.
“Las caras del monstruo” funciona como una suerte de inventario (necesariamente inconcluso) del pensamiento reciente de Mengolini, uno que, como ella caracteriza, está en constante movimiento. Uno que, tal como demuestra en el libro a través de múltiples citas bibliográficas y referencias a conversaciones con amigos y referentes, construye de forma colectiva. Uno que tiende a asumir lugares incómodos de enunciación dentro de movimientos sociales y políticos, sobre todo del feminismo y del peronismo. Uno que, por motivos que ni ella misma consigue explicar, tiende a generar feroces polémicas en redes, y violentos ataques de trolls.
La polémica involuntaria
“Yo no me considero polémica, y juro que no es un decir. De hecho, en el libro digo que como nunca siento que lo que estoy diciendo es tan polémico, nunca la veo venir. No es que digo ‘ah, con lo que voy a decir ahora se va a re armar’. Para nada. De repente un día estás defendiendo una garantía constitucional y se armó un quilombo. ¿Cómo puede ser eso? Me parece que habla de una hipocresía que hay alrededor, y que en todo caso lo que me define no es ser polémica sino es ser bastante honesta con lo que pienso. También me preguntan por qué se meten conmigo, y no lo sé ”, detalló Julia.
“Sí reconozco, y es la parte que valoro y que más me interesa de todo, es que se ve que de alguna manera pongo ciertos conflictos sobre la mesa. Por las conversaciones que se derivaron de algunas de esas polémicas, me parece que ahí sí pasa algo interesante. Y por eso nunca me arrepiento o no siento un costo altísimo emocional, o de desgaste de legitimidad o de imagen, porque siempre termino sacando un saldo positivo. Aunque la haya pasado un poco mal en el camino, eso no lo niego. Pero estuvo bien interesante todo lo del culo de Jimena Barón, ¿no? La cantidad de cosas que se escribieron, las notas, las reflexiones. Se ve que dije algo que tocó cierta fibra época y por eso se armó tanto bardo. De eso puedo estar orgullosa”, agregó la conductora de “Segurola y Habana”, el programa que sale de lunes a viernes en la media mañana de Futurock.
En el libro, Mengolini retoma algunas de sus más debatidas intervenciones públicas, que van desde cuestionar los escraches y cancelaciones de los feminismos (los cuales se habían convertido en herramienta frecuente en el 2018) o hablar del uso medicinal de la marihuana durante el embarazo, hasta un comentario en apariencia menor sobre “el culo de Jimena Barón” en Instagram y posteriores reflexiones sobre los mandatos de belleza dañinos que imponen las redes sociales. Incluso, su primer ataque masivo en redes, que fue por un cántico humorístico que se hizo en su programa de radio (en aquel momento en Nacional Rock) durante el Mundial de Brasil de 2014.
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En sentido similar, en las últimas semanas se cuestionaron dichos que tuvo durante entrevistas de promoción del libro. En un capítulo, Julia discute la idea de que los feminismos son de alguna forma responsables del resurgimiento de la derecha por haber ido demasiado lejos con sus conquistas. Defendiendo férreamente lo conquistado, Mengolini a su vez ensaya en el texto una autocrítica que amplió en una nota, en la que sugirió que quizás se dejó “demasiado afuera a los pibes” en aquellas conversaciones feministas, sobre todo a los varones jóvenes que después encontraron un significante identitario en Javier Milei y las ideas libertarias. Esa afirmación desató otra serie de críticas en redes.
El pensamiento colectivo
“A mí me parece que tiene que ver con pensar, con el pensamiento dinámico. Las cosas cambian de un momento a otro, los contextos cambian. Quienes pensamos sobre las cosas creo que también incidimos sobre nuestro presente, sobre el futuro, sobre esos contextos. Pensar es un riesgo siempre. Y yo siento que no lo puedo evitar”, apuntó, en referencia al escrutinio que hay sobre sus reflexiones.
“Está bien, es un lío que hay que tener porque si no nos quedamos en un pensamiento estático, en una foto que sacaste en el 2018, y me parece que hay que ver la película. Me parece que si hay un ánimo de repensar posiciones para atrás, tiene que ser con la clave de pensar para adelante. Porque no estamos en un presente muy grato, por lo menos para las feministas, y algo vamos a tener que pensar. Además, esto de que dejamos a los pibes afuera es una idea muy primaria, es un germen de una idea, es casi una pregunta”, sumó.
Las preguntas no son un elemento muy propio de Twitter, uno de “los monstruos” del título del libro, junto con “la pandemia, el patriarcado, los mandatos de belleza, las grandes corporaciones, el neoliberalismo, Milei” y también el que intentaron hacer de ella misma, a quien buscan transformar en un “personaje grotesco”. Twitter es un espacio donde la retórica se organiza más bien en torno al cinismo y las afirmaciones dogmáticas.
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“A mí en esta última polémica, no me molesta que alguien discuta esa idea. De hecho no me molesta para nada. Me molesta la desautorización, el ‘quién sos vos para decir eso’ o el ‘lo tendrías que haber dicho antes’. Me parece que no estaría mal salirse por un momento de la pelotudez de la forma de hablar que tenemos en Twitter y decir: ‘A ver, ¿qué dijiste? Te escucho, te reconozco, te discuto’. En eso me parece que es un buen momento para revalorizar el pensamiento colectivo. Hay mucha banalidad”, compartió Julia, hablando de la importancia de darle visibilidad al pensamiento colectivo en la construcción de su libro a través de una multiplicidad de citas. "La desautorización es como una cosa re epocal, en la que cada uno siente que sólo él tiene la posta y nadie más. Y quizás hay alguien diciendo algo interesante al lado tuyo y vale la pena escucharlo", agregó.
A diferencia de la construcción meramente académica, que busca legitimar el pensamiento propio a través de voces ya legitimadas por la cadena citacional de ese mundillo, Julia busca legitimar el pensar con otros (amigas y referentes como Gabriela Borrelli, Luciana Peker, Lohana Berkins y Dora Barrancos) a través de su voz. De esta y otras formas, como el capítulo sobre titulado “Amor y militancia”, Mengolini reivindica lo colectivo como modo primario de estar en el mundo. “Es la forma que tengo de pensar, no conozco otra que no sea en conversación con los demás. Pero en tiempos tan individualistas y tan banales, me parece importante reconocer a otros y las ideas de otros”, apuntó.
Finalmente, y parafraseando de cierta forma al Pepe Mujica con aquello de que “vivir para pagar cuentas no es vivir”, Julia aseguró que desea que “Las caras del monstruo” logre movilizar a los lectores: “Mientras lo escribía pensaba que ojalá fuera un libro inspirador, en el sentido de que dé ganas de aventurarse al compromiso público y político. A mí me demonizaron y me atacaron un montón, y estoy bien y de hecho volvería a elegir mil veces esta vida porque me parece más divertida que no hacer nada o ir por la vida sólo intentando pagar la cuenta de la luz. Ojalá que se transmita este romanticismo”, cerró.