Desesperado por dejar atrás el criptogate, Javier Milei emprendió una fuga hacia adelante, en la que se lleva puestas instituciones, leyes y normas no escritas de la política. Una carrera en la que lo anormal parece volverse normal.
Tras el estallido del criptogate, el gobierno busca retomar las riendas de la agenda política. Nombramientos por decreto, la amenaza de intervenir Buenos Aires y un ultimátum al Congreso, episodios que se vuelven parte del paisaje habitual
Por Mariano D'Arrigo
AP Photo/Rodrigo Abd
El presidente Javier Milei busca cambiar el eje de la conversación pública pero también recalibrar las relaciones entre los poderes del Estado.
Desesperado por dejar atrás el criptogate, Javier Milei emprendió una fuga hacia adelante, en la que se lleva puestas instituciones, leyes y normas no escritas de la política. Una carrera en la que lo anormal parece volverse normal.
El gobierno intenta salir de dos semanas a la defensiva, en las que perdió las riendas de la agenda pública. Esta vez, no hay funcionarios para tirar por la ventana o teorías conspirativas para inundar las redes. Fue la propia mala praxis de Milei y su entorno más cercano la que los metió en el pantano.
Por eso, el gobierno apela a golpes de efecto proporcionales al escándalo que capturó la atención de Forbes, The Economist, el New York Times y otros medios internacionales de referencia. El lado oscuro de convertirse en una celebrity global, que estará asediado durante un buen tiempo por lo que el politólogo Gustavo Córdoba define como “una crisis de sombra larga”.
La designación por decreto de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla y la apurada tuitera para que renuncie Axel Kicillof e intervenir la provincia de Buenos Aires muestran un corrimiento de los límites, con secuelas que trascenderán a este ciclo político: ¿con qué argumento los oficialistas de hoy rechazarán que un futuro gobierno, de otro signo político, apele a instrumentos de excepción? Cada Boletín Oficial es una caja de Pandora.
En el minuto a minuto de la coyuntura, el nombramiento de ambos magistrados sin respetar el procedimiento constitucional apunta a resetear la conversación pública y mostrar al gobierno a la ofensiva. Pero en el mediano y largo plazo se enmarca en una estrategia de desbalancear los equilibrios entre los poderes del Estado.
El comunicado de la Oficina del Presidente mostró, desnuda, la visión de Milei de la ingeniería constitucional. Según esta mirada, sin rastros de republicanismo en sangre, el Congreso debe limitarse a cumplir los deseos del Poder Ejecutivo.
Esa fue la cosmovisión que Milei reforzó este sábado ante un recinto semivacío de la Cámara de Diputados. En un discurso triunfalista y en el que insistió con el reformismo permanente -justamente, la consigna fallida de Mauricio Macri luego de ganar las elecciones de medio término de 2017- el presidente le dio un ultimátum a los legisladores: o acompañan las iniciativas de LLA o bien el gobierno encarará las transformaciones a su manera.
La patoteada del asesor estrella Santiago Caputo a Facundo Manes, uno de los pocos opositores que se le plantó a Milei en el recinto, muestra tanto el nivel de nerviosismo que cunde en el gobierno como sus dificultades para reconocer otros actores legítimos en el escenario político.
Milei no es el primero, ni será seguramente el último, de los presidentes que se ven a sí mismos como la única encarnación de la voluntad popular y conciben el sistema de pesos y contrapesos (justamente importado de la Constitución de Estados Unidos) como un obstáculo para materializar los deseos de la mayoría.
Sí aparece como el más decidido a reformatear el sistema institucional y, a la vez, el que a priori tiene menos herramientas para lograrlo. En hiperminoría en el Congreso, al que llega al tercio salvador con ayuda de aliados a los que desprecia y paga poco (en términos políticos), y montado sobre una tarima de popularidad que descansa en las espaldas de un dólar sedado.
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La verticalidad prusiana, la osadía fronteriza con la temeridad y el ejercicio impiadoso del poder acentúan el contraste con la parálisis decisoria y el derrotismo de Alberto Fernández, que cometió el error político imperdonable de dejar que el poder se le escurriera como arena entre los dedos.
Como otras revoluciones, Milei construye su época con exponentes del antiguo régimen. Después de reunir en un mismo gabinete a camaleones de la casta como Patricia Bullrich y Daniel Scioli, el libertario ubica en la Corte al mejor exponente de Comodoro Py, justo cuando se inician causas judiciales que pueden incomodar al presidente y a los suyos.
Si Milei gana posiciones en su guerra de trincheras es por la pasividad de buena parte del establishment político, económico y judicial, que no quiere, no puede o no sabe cómo enfrentarse a quien hace cuatro años era sólo un panelista de la televisión y hoy se codea con pesos pesado a nivel global como Donald Trump y Elon Musk. Las sillas vacías que dejó ayer Unión por la Patria pintan una postal de la impotencia.
Como contracara de un juego permanente de simulaciones, si los populistas hacen como que avasallan las instituciones, los liberales con el poster de Alberdi hacen como que las respetan.
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En sus años en el poder, el kirchnerismo siempre fue más radical en los discursos que en los hechos. Pulseó, y perdió, con el agro, Clarín, y la Corte, pero nunca tomó el sendero autoritario: no militarizó el Congreso, no disciplinó a la Justicia ni avanzó con un festival de expropiaciones. Más allá de las afinidades personales, en términos prácticos siempre estuvo más cerca de Brasilia que de Caracas.
Con la confianza de quien se cree el ejecutor de un plan divino, con menos fierros institucionales y sin un largo período de crecimiento a tasas chinas, el libertario emula a CFK y embiste al holding de medios y telecomunicaciones que adquirió la filial local de Telefónica y con la Corte. Dos de los Vietnam en los que se metió el viejo Frente para la Victoria.
La sucesión de casos dramáticos de inseguridad en la provincia de Buenos Aires le dan a Milei la oportunidad de lanzar una operación de asedio sobre el kirchnerismo, en un momento en que la fuerza que emergió de la anterior gran crisis de representación aparece reducida a un fenómeno metropolitano y con su líder enfrascada en una disputa sucesoria con Axel Kicillof.
Pese a que a priori no tiene los votos en Congreso para una intervención, resulta sintomática la timidez y el silencio de buena parte de la dirigencia política que tiene su campamento fuera de las fronteras del peronismo sobre una intentona cuasi destituyente, que en otro momento hubiera desatado un escándalo de proporciones. Hoy parece casi una anécdota.
De todos modos, el retaceo de recursos al distrito más poblado del país, que acumula secuelas de las sucesivas crisis argentinas, puede ser riesgoso para Milei. Desde el regreso de la democracia tres no peronistas llegaron al poder. Raúl Alfonsín no terminaron en tiempo y forma su mandato, y Mauricio Macri sí. Justamente, el único que tenía alineada a la provincia ingobernable.
Sin embargo, la conducción de uñas cortas de Kicillof se diferencia de las mañas del viejo PJ, y por ahora a Milei le funciona el mecanismo de nacionalizar las buenas y provincializar las malas.
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En ese juego de contrastes, Kicillof aparece como el opuesto de Maximiliano Pullaro, presentado en la narrativa libertaria como el gobernador que abjura del zaffaronismo y se deja ayudar, aunque este sábado no fue ni siquiera mencionado en su discurso.
Aunque en la Casa Gris esperan que los chispazos de campaña y la cooperación en seguridad marchen por carriles separados, nada asegura que en su necesidad de sostener la iniciativa política una maquinaria que usa el conflicto diario como combustible y quiere ganar terreno en Santa Fe los libertarios no sumen a Pullaro a su larga lista de adversarios.
Mientras tanto, el gobernador sigue con su no campaña. Dos hechos de esta semana le permitieron alimentar la narrativa con la que Unidos busca transitar hasta abril.
Uno es el comienzo de clases y el bajo acatamiento del paro. Consciente de que los vientos ideológicos soplan a su favor, desde el año pasado el gobierno usa instrumentos como el descuento del día de huelga y Asistencia Perfecta para golpear el poder de negociación de los gremios. El objetivo es mostrar a Amsafe como un actor aislado, a contramano de la postura más conciliadora de los otros sindicatos de la administración pública provincial.
El segundo es la captura en Bolivia de Damián Reifenstuel. La detención del asesino de Ivana Garcilazo le permitió al gobierno mostrar con un caso de éxito el programa Recompensas. Mucho más, con un episodio que conmocionó a la ciudad. La conferencia de Pullaro con la fiscal general, María Cecilia Vranicich, también exhibió la sintonía fina entre el gobierno y el Ministerio Público de la Acusación.
“Funcionaron los resortes que se le piden al Estado, que estaba mal parado. Tenemos que transmitir que el Estado es más potente que una organización y una persona que decide profugarse”, dicen desde el entorno más próximo a Pullaro.
Puertas adentro del gobierno esbozaron una sonrisa con la respuesta de la hermana de Ivana a un posteo en el que Amalia Granata ponía en duda la eficacia del programa para recompensar a quienes aporten datos para esclarecer homicidios. “Amalia está sobregirada, lo que está haciendo no la ayuda”, leen desde el oficialismo.
En la mesa chica de Unidos no pasó desapercibido un tuit de Diego Valenzuela, un pionero en cruzar del PRO a LLA. El intendente del partido bonaerense Tres de Febrero se subió a un tuit de Juan Pedro Aleart contra el Senado y a favor de la unicameralidad. “Principio de revelación, van a nacionalizar a full. Quieren ganar Rosario y festejar el 13 a la noche. Los últimos 15 días van a ser tremendos”, leyó uno de los principales dirigentes de la alianza santafesina.
Para el sprint final Unidos prepara una campaña más convencional, para pedir el voto. “Va a ser en los últimos veinte días, que es cuando a la gente le importa”, sostienen.
En el laboratorio de Unidos detectan una oportunidad extra para abril: “Creció la negatividad del gobierno nacional, los grises pasaron a rojo y es muy difícil volver a convertirlos”. Observan que el criptogate caló en los últimos que se subieron al tren de Milei: adultos mayores y con nivel educativo más alto. Viejos votantes de Cambiemos que esperan seducir cuando tengan en sus manos la boleta única y deban elegir en qué casillero hacen la cruz.
Por Lucas Ameriso
Por Facundo Borrego