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Para la mayoría de la sociedad las prestaciones de seguridad social y la educación superior no son un debate por puntos o decimales del PBI sino cuestiones morales. Se juegan valores; el reconocimiento a los adultos mayores que trabajaron durante toda su vida y la defensa de la última escalera en pie para la movilidad social ascendente en función del mérito.
Ese fue el combustible de la movilización del miércoles. Una marcha masiva, pacífica, intergeneracional, multipartidaria y federal. Esta vez, en el acto de cierre en Buenos Aires no hubo lugar para discursos de registro partidario y el micrófono abierto de dirigentes sindicales. Tomaron protagonismo las referentes del movimiento estudiantil, como la presidenta de la Federación Universitaria Argentina, la cordobesa Piera Fernández de Piccoli. Mujer, universitaria y radical, tres factores irritantes para Milei.
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La movilización dejó pocos flancos débiles para la respuesta del gobierno, que se agarró del apoyo de Cristina Kirchner, Sergio Massa, Pablo Moyano, Martín Lousteau y Horacio Rodríguez Larreta a la movida para tratar de instalar la idea de una marcha motorizada por la casta para boicotear a Milei.
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Es cierto que en contraste con la primera marcha de abril esta movilización tuvo una mayor proporción de organizados en agrupaciones estudiantiles, sindicatos e incluso partidos políticos que de asistentes silvestres. Pero a diferencia de lo que sucedió seis meses atrás, el gobierno está a la defensiva y sufre un sostenido goteo de apoyo ante la opinión pública. Una protesta más política con un Milei con menos predicamento en la sociedad.
Un conflicto como caso testigo
Parte del electorado que acompañó al libertario el año pasado empieza a cansarse por el costo del ajuste pero también por el estilo de agresión permanente de Milei. La intensidad cohesiona y moviliza a los propios, pero tiende a saturar a quienes eligieron al expanelista como un instrumento pero no se convirtieron a la fe libertaria.
En ese marco, a Milei se le complica reclutar héroes para sostener el veto a la ley de financiamiento universitario. No abundan los voluntarios para votar en contra de un tema que está grabado en el genoma argentino y acompañar a un gobierno que no se caracteriza precisamente por su generosidad con sus aliados, como le recriminó Mauricio Macri a Santiago Caputo.
Aunque Milei parece tentado con tomar un enfrentamiento como caso testigo —como hizo su admirada Margaret Thatcher con los mineros— la escalada con la universidad supone para el presidente el riesgo de convertir esta puja en su resolución 125.
Una disputa por intereses que se convierte en una puja política, impulsada por un gobierno envalentonado por un triunfo electoral reciente y que moviliza en su contra a actores sociales y políticos más allá del sector donde se originó el conflicto.
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Si bien ese tipo de guerras siempre son costosas, también pueden alumbrar nuevas identidades y polarizaciones. Por eso Milei subió a sus redes sociales una imagen que representa una fractura creciente. A la izquierda, los logos del FIT, el PJ, Unión por la Patria y la UCR. A la derecha, La Libertad Avanza. El PRO, ausente. Puede interpretarse en dos sentidos. Uno, definan de qué lado están. El otro, ya se los comió el águila de LLA.
Macri y Cristina: dos liderazgos y los mismos problemas
Como Macri, también Cristina huele el debilitamiento de Milei y ve las enormes dificultades de otros referentes opositores para hacer pie. El operativo clamor para que presida el PJ, una posibilidad cada vez más concreta, es una señal de que sigue siendo la figura más gravitante en un peronismo astillado pero también de debilidad.
Tiene que asumir la silla principal de una estructura de la que los Kirchner siempre renegaron y será la responsable formal del PJ ante un proceso electoral que no será sencillo para el peronismo. Hace veinte años que el kirchnerismo no gana una elección intermedia. Fue en 2005: Cristina derrotó a Chiche Duhalde y consolidó un dominio que, aún debilitado, se mantiene a pesar de las derrotas y las apuestas fallidas.
En su etapa de declive, Cristina enfrenta lo mismos problemas que su némesis del PRO: un techo electoral que le impide ser competitivos electoralmente, las dificultades para organizar la sucesión y la amenaza de un Milei que le comió parte de su base.
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De manera inteligente, Cristina capturó el clima de época, reajustó el discurso y empezó a hablar de temas tabú para el viejo Frente para la Victoria, como el orden fiscal. Con ese reseteo programático complica a quienes pueden pensarse como una opción antikirchnerista o poskirchnerista dentro del peronismo, como el propio Axel Kicillof.
Parado como el negativo perfecto a Milei, el gobernador bonaerense corre el peligro de una larretización prematura. El candidato natural a la presidencia, sometido a un desgaste permanente desde la jefatura del espacio político.
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El desafío de interpretar hacia dónde corren los vientos aplica a todos. Como dice el filósofo canadiense Michael Ignatieff en su libro Fuego y cenizas, en el que relata su salto de la academia al mundo de la política, la que gobierna el mundo del poder es la diosa Fortuna, destacada por Nicolás Maquiavelo en El Príncipe. Fortuna no como sinónimo de azar, sino en el sentido de un fluir cambiante de los acontecimientos.
“Mientras que el medio natural de un pintor es la pintura, el de un político es el tiempo, porque debe adaptarse continuamente a sus cambios repentinos inesperados y brutales”, dice Ignatieff.
El mix de Maximiliano Pullaro
En ese sentido, Maximiliano Pullaro interpreta a su modo su tiempo y el entorno en que debe intervenir. Con seguridad, producción y educación como prioridades, el gobernador santafesino apunta a construir un nuevo orden en que el equilibrio fiscal no es un fin en sí mismo sino un medio para lograr mejores prestaciones estatales. Una diferencia sustancial con el anarcocapitalismo de Milei.
Esa cruzada por el orden dentro y fuera del Estado lleva al gobernador a una pelea en varios frentes con actores tan diversos como los jefes de las bandas criminales, la Corte Suprema y los principales sindicatos estatales. Una pelea permanente, que la Casa Gris entiende además de justa redituable en términos políticos y que no afloja ni siquiera cuando los gremios docentes paran en apoyo a la universidad, uno de los pocos rasgos de identidad que le quedan a un radicalismo balcanizado.
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De todos modos, la avanzada reformista de Pullaro no tiene el camino allanado. Más allá de la notable baja de los homicidios, El asesinato del Gordo Samu, yerno de Guille Cantero, y el fallecimiento del policía baleado mientras cumplía adicionales en una distribuidora son sacudones de realidad para el vértice del gobierno, que baja a las segundas y terceras líneas el mensaje de evitar el triunfalismo.
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Como Milei, Pullaro tiene la ventaja de que todavía no aparecieron rivales de peso. En ese vacío es Amalia Granata quien actúa el papel de la oposición dura. En la Casa Gris deslizan que la legisladora celeste está bancada en las sombras por un sector del peronismo territorial. Un avatar para esmerilar a Pullaro, o un eventual plan B electoral si el peronismo no logra articular una oferta competitiva.
Mientras tanto, Pullaro aprovecha distintos escenarios para nacionalizar su discurso. Este viernes insistió en la Bolsa de Comercio de Rosario con que la Región Centro va a ser el motor de la recuperación argentina.
A la austeridad que propone Milei el gobernador santafesino le suma el ingrediente productivo.
Después de alternar entre vino y cerveza, el electorado fue a la góndola y eligió el fernet. Una bebida digestiva, útil para realizar una limpieza interior, pero que si se la toma sola puede volverse intragable. Con una mayoría de consumidores que no quieren volver al menú anterior, el desafío de quienes pretenden superar a Milei es ofrecer una mezcla justa que agrade a la demanda. Eso también es interpretar el mandato social.